COMO NACIO EL CIRCO SANTOS Y ARTIGAS

APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross

Cómo nació el circo Santos y Artigas

Lo cuenta Germinal Barral, aquel infatigable cronista que utilizaba el
seudónimo de Don Galaor, en una de sus páginas en la revista Bohemia
correspondiente a 1954.  En el nacimiento del circo Santos y Artigas
hubo mucho de casualidad y mucho de soberbia. El ecuánime y sereno
Pablo Santos y el impulsivo Jesús Artigas, ganaban una fortuna como
productores de cine y, entre otros negocios, tenían arrendado el viejo
teatro Payret. En esa época —hablamos del ya lejano año de 1915—
cuando se hablaba sobre circos cubanos, se hacía imprescindible aludir
al Pubillones, regenteado por dos hombres legendarios: Santiago
Pubillones y su sobrino Antonio, exponentes del oficio en el sentido
más cabal del término, siempre de frac en medio de la pista, con
sombreros relucientes y prendas costosas, como el fabuloso brillante
Pubillones, que deslumbraba a todos, ostentoso sobre la blanca
pechera.
    Cada año, en diciembre, Santos y Artigas subarrendaban el teatro
Payret a Antonio Pubillones para que presentara su espectáculo
circense con artistas venidos por lo general de tierras lejanas,
exóticas y extrañas. Con su compañía ecuestre y números que en su
momento hicieran las delicias del público europeo más exigente. Santos
y Artigas se desvivían por atender a Pubillones, le prestaban la ayuda
que necesitara. Podía Antonio Pubillones sentarse a pedir por aquella
boca que Santos y Artigas no demoraban en complacerlo.
    Pero un día, a comienzos de la temporada de 1915, ocurrió lo
inexplicable.  Necesitaba Jesús Artigas satisfacer a un amigo, con el
que tenía compromisos ineludibles, y mandó a pedirle un palco a
Pubillones a fin de que el sujeto pudiese disfrutar del espectáculo en
compañía de su familia. ¡Asombro! Pubillones respondió que no podía
cederle palco alguno.
    La respuesta del impulsivo Artigas no se hizo esperar entonces. Dijo
a quien le había llevado el mensaje: Pues dígale al señor Pubillones
que el año el próximo Santos y Artigas tendrá su propio circo.
    Se cuenta que cuando Pubillones supo de esa determinación se encogió
de hombros y no demoró en echarse a reír.  Artigas desconoce, pensó
Pubillones, el tremendo esfuerzo que constituye poner a andar y
mantener un circo. De una opinión más o menos similar fue el doctor
Méndez Peñate, administrador del teatro Payret y se empeñó en hacer
que Jesús Artigas desistiera de su propósito.
    -No es lo mismo un circo que un teatro —observó Méndez Peñate—. No
creo que le convenga meterse en una aventura tan cara como peligrosa.
    Artigas se mantuvo en sus trece.
    -No le tenemos miedo al trabajo —respondió a Méndez Peñate. El año
que viene el circo de Santos y Artigas debutará en este teatro.
    Enseguida ambos socios le metieron el hombro al proyecto. Pidieron al
banco un préstamo de treinta mil pesos y ya con el dinero en la mano
fueron a visitar a un agente que podía ocuparse de conformar el
programa y de la contratación de los artistas.
    -¿Treinta mil pesos? ¡Eso no alcanza ni para empezar!
    Lejos a amilanarse, Santos y Artigas rompieron a reír. Visitaron a
otro agente, a otro y a otro, y de manera invariable obtenían la misma
respuesta: Ese dinero no les alcanza...  Fue entonces que decidieron
entrevistarse con Chass Sasse, el mismísimo agente y representante de
Pubillones.

Y fue Sasse como un mentor para Santos y Artigas. Les habló claramente
del artista de circo. De su carácter. De sus costumbres. Les aconsejó
sobre la mejor manera de contratarlos y manejarlos. Con míster Sasse,
Santos y Artigas visitaron los mejores circos del mundo y terminaron
su gira en el Ringling. John Ringling, su director, era un hombre
hermético, poco conversador, pero acogió a los cubanos con simpatía, y
les reveló no pocos secretos del oficio. Santos y Artigas aprendieron
rápidamente las lecciones.
Al año siguiente, tal como se lo habían propuesto, el circo Santos y
Artigas era una realidad, mientras que el circo Pubillones desaparecía
en 1923. La nueva agrupación, que durante años desplegó su carpa en la
esquina de Infanta y San Lázaro, renovó e inyectó vigor a la escena
circense cubana, y dotó a sus actuaciones de un ritmo vivo y picado.
Con perseverancia e incluso con el fracaso económico, decir Santos y
Artigas era decir circo cubano.



   



--
Ciro Bianchi Ross

Comentarios

Entradas populares de este blog

CUBA NO ESTA FRACTURADA, A CUBA LA QUIEREN FRACTURAR

NOTA DE DOLOR

MEXICO DEFIENDE SU INDEPENDENCIA ECONOMICA(Hedelberto Lopez Blanch)