EL PUEBLO COLOMBIANO EN LA CALLE DENUNCIA MUCHAS COSAS. ¿PARA QUE SIRVIO LA LUCHA GUERRILLERA?( Eligio Damas)

El pueblo colombiano en la calle denuncia muchas cosas. ¿Para qué sirvió la lucha guerrillera? Eligio Damas La victoria de la heroica guerrilla cubana, que lo fue contra una dictadura militar absolutamente desprestigiada, represiva, sin medida ni recato, como el carro loco que embiste contra todo que se le atraviese, perdido el respaldo de los grupos económicos internos de la isla y hasta de Estados Unidos, que estaba buscando la manera de deshacerse de quien bastante le había servido, pero ya había rebasado su capacidad de hacerlo; la de los guerrilleros vietnamitas que defendían su territorio, contra la injerencia estadounidense, una cosa algo distinta a la de Cuba, pero con el respaldo casi unánime y hasta militante de la población, porque fue una lucha del pueblo; todo los manejos de la guerra fría por parte de las potencias en pugna, crearon en casi toda América Latina una expectativa, una visión romántica y un espejismo, una percepción histórica distorsionada y todavía esos males persisten. Casi toda la izquierda de América, como resultado de aquello ecuménico en que se convirtió la lucha armada guerrillera en los espacios antes mencionados, adoptó la idea que era esa una vía, no sólo para tomar el poder, sino para cambiar la sociedad y construir una socialista. Era un asunto de fuerza militar y de un Estado “lleno de buenas intenciones”. Pareció creerse que el socialismo era una cosa de cambiar los militares de las escuelas tradicionales, por unos formados en las montañas y quienes debían bajar como si viniesen del cielo, lo que no es un simple poema sino algo más sagrado. Traerían ellas unas santas escrituras hechas leyes, como aquellas que John Reed, en “Diez días que estremecieron el mundo”, menciona, germinarían de sólo tocar el suelo. No obstante, la pugnacidad entre las grandes potencias por el control mundial, también pusieron su “granito de arena”, para internalizar esa idea entre nuestro liderazgo. El socialismo se convirtió entonces en un asunto de tomar el poder y por la vía armada, porque eso debía pasar por destruir al ejército existente y todo, hasta los frutales pródigos de hecho, “al servicio de la clase dominante”, en el sitio que fuese. Algo así también como expropiar una fábrica y luego cerrarla porque esa es una vaina burguesa. Pasaron por alto que todo ejército, el que sea, salido de una escuela o formado en la montaña, tiene un fin, que no es tanto cambiar nada sino mantener un orden, como parte de otro aparato alienante y alienado llamado Estado. Uno se va porque lo destruyen y otro llega con el orden prefabricado por una vanguardia que cree que el mundo se mueve al son que ellos toquen, Y llegamos a tanto que, ya no sólo era aquello válido donde hubiera una dictadura como la de Batista en Cuba y Rojas Pinilla en Colombia, que pudiera darle cierta “legalidad”, por lo ilegal que ella era, a la lucha armada, sino también dentro de regímenes donde todavía había bastantes espacios para la lucha legal, electoral y democrática. Y pese era así, se inventaban que eso no existía, era fantasía. Lo electoral era burgués y de carajitos sifrinos. Había que destruir lo existente, hacer tabla rasa para crear otro orden que, por ser nuevo, desconocido, nacido del azar y de la contingencia, ajeno a la gente, hasta inventado o “creado” intempestivamente por el mando, marcharía instintivamente en otra dirección y otro contoneo y tendrían que defenderlo y no justamente con la razón, sino por la inevitable aceptación gustosa de la gente Colombia vivió largos años de lucha guerrillera; una vanguardia, en veces hasta confundida en el manejo de la política y los métodos, asumió para sí la lucha del pueblo todo por sus derechos, sin percatarse que solían hacerlo tan en contrario como el enemigo mismo. La clase o las clases explotados fueron sustituidas por los héroes, algo como sacado de la épica. Lo mismo pasó en Venezuela, Perú y otras partes. Los trabajadores, según ellos, la gente toda, no tenían derecho a opinar, decidir y ni siquiera a participar, a menos se pusiesen a discreción bajo el mando de los jefes guerrilleros. Y tampoco esa lucha sería por los derechos de la gente sino para que el comando guerrillero asumiese el poder y después veríamos. Como que en el camino se emparejan las cargas. Pues intereses inmediatos de clase no tenían valor y era puro oportunismo y hasta economicismo. Como resultado de aquello, la socialdemocracia, la menos alejada de los intereses del pueblo, asumió en las ciudades, donde vive la gente, el liderazgo. Los movimientos guerrilleros, como sin darse cuenta y empeñados en hacerse una historia heroica, una vida a ser escrita después llena de abstinencia, renuncias y hasta riesgos por demás innecesarios, porque no se ligaban a nada concreto, terminaron marginados y cercados allá en lo alto de las montañas. El progresismo, en las ciudades, como resultado de aquello, la represión y el cierre de toda rendija, terminó marginado y como simple observador. Se produjo, al mismo tiempo, como una especie de oscurantismo donde nadie se atrevía a criticar por falta de seguridad o por las demostraciones discursivas de algunos que estaban como demás seguros y tenían el triunfo agarrados por las barbas, porque el modelo se desmoronaba y de repente los guerrilleros se venían en cambote a la ciudad. Y los gobiernos se aprovecharon de aquello y hallaron hasta quienes a estos no apoyasen, pero no creían ético romper radicalmente con aquella furia guerrillera y les acusaban de formar parte de ella; entonces, de lado y lado, se dio aquello de quien no está con nosotros está con el enemigo. Y unos se plegaban y otros más discretos preferían pasar desapercibidos, marginarse y esa vaina no es conmigo. Y en medio de aquello, el pueblo, el movimiento popular, que nunca se sintió interpretado ni representado por el movimiento guerrillero, porque este se creía el pueblo mismo, pues según quienes en eso andaban, “estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas”, que dicho en cristiano significaba, “esto es una papaya y está a punta de goteo” y los demás sobraban y lo único que había que hacer era coger un fusil y subir a la montaña porque la lucha por el salario era economicismo pequeño burgués, terminó como por cerrar los ojos, la conciencia, los oídos y se desligó de todo. Y se sentó a pensar y lanzar volutas de humo como mensajes que, por ser de muy lento recorrido, difuso, de lo que el viento también se ocupa y a esperar los mensajes de vuelta. Y mientras tanto, la derecha, desde un punto al otro, la socialdemocracia, el socialcristianismo, los empresarios y el capital extranjero, se cogieron todo, mientras los guerrilleros recorrían las montañas de un punto a otro buscando matarse hasta con gente que pudiera ser su amiga y hasta algún que otro animal para saciar el hambre. Tanto que, en Venezuela, dentro de un ejército declarado como enemigo, “agente al servicio de la clase dominantes y de la CIA”, al cual había que destruir, se produjeron dos alzamientos de grandes magnitudes, uno en Carúpano y otro en Puerto Cabello, sin contar las tantas deserciones, por las mismas razones que los guerrilleros estaban allá lejos y arriba, en la montaña. Aquellos a estos ignoraron antes que se manifestasen y después siguieron ignorándolos. Al fin, en Venezuela por lo menos, la guerrilla se declaró en bancarrota. Fue derrotada, pero nunca reconocieron la derrota ni las causas de ellas. Como que aquello todo fue un disparate y un copiarse de otras realidades, para dejarlo hasta allí y no hablar de eso como fracaso ni de vaina. Tanto que, aun estando en las ciudades, seguían soñando con la lucha guerrillera y por las armas; como quien tiene un pie aquí y otro allá. Tanto que, ahora de allí están sacando y quieren seguir sacando más habitantes para el panteón que aquellos de la guerra de independencia. Pese que Negro Primero y uno que otro más, después de tantos años, apenas acaban de entrar. Pasaron años, porque esos guerrilleros y los que abajo quedaron, estando y no a favor de ellos, terminaron como en la orilla del río; o mejor el pueblo sentenció, “aquí tú no tienes ni arte ni parte porque te equivocaste demasiado y nadie te cree. Deberás esperar que las cosas tomen un camino que puedas descifrar para insertarte”. Así fue, pero ellos siguieron leyendo otra cartilla. Y estando en eso, sin insertarse, se produjo aquello que llamaron el Caracazo, pese no empezó propiamente en Caracas, sino en los alrededores, pero como aquí lo que no es de Caracas parece que lo es, así le llamaron. ¿cómo llamarle por ejemplo el guarenaso si eso no tiene caché? Y en eso arbitrariamente llamado Caracazo, todo lo que llaman vanguardia no estuvo, ni como invitada, porque los vientos corrían por un lado y ella andaba por el otro, como siempre. Y, así mismo, se vino el “por ahora” y un personaje desconocido, pero del pueblo y para más vainas del ejército, ese mismo de la “ultraderecha, al servicio de las clases dominantes”, como les llamaban los dioses de la guerra, se convirtió en líder de una propuesta concreta, quizás confusa, pero con algo de asidero. Lo cierto es que, por un tiempo, el pueblo, la clase trabajadora, volvió a tomar conciencia de sus derechos y deberes. En Colombia, se acordó una paz; quizás chucuta y entrampada. Pero gran parte de la guerrilla bajó, la que quedó perdió fuerzas y a partir de allí el pueblo comienza a asumir, con su participación más amplia y activa en la lucha cotidiana, incluyendo la electoral, sus responsabilidades y derechos. Por cierto que, de esos guerrilleros, que se acogieron a la pacificación y hasta están en el congreso, ninguno se percató de lo que venía y ahora estremece a Colombia. Porque todavía, pese sus renuncias, siguen con las mismas brújulas y cartillas. Y los que en la montaña siguen, no se han enterado de lo que en las calles acontece o lo siguen mal leyendo, como que son “asuntos pequeño burgueses, economicistas y conflictos entre las clases dominantes.” Ahora, en un nuevo marco, hasta de manera casi instintiva, en Chile, Ecuador, Perú y Colombia, el pueblo se organiza, se encuentra y descubre que, en la gente, sin espejismos ni ánimos de héroes, hay suficiente fuerza y claridad para organizar sus luchas. Y algo muy importante, las luchas del pueblo comienzan en aquello simple de “lo primero es el comer”, hay que luchar por ese derecho y todos aquellos que aseguren la vida. Las placas de bronce no están en el campo del interés de la gente común. América Latina está en un nuevo y verdadero despertar. Se lucha por la vida, por cosas que en verdad la gente siente y necesita y no para cavarse la tumba. Tampoco lucha con una cartilla por delante y menos con juego de lego que dispone de un manual, señas y ranuras para insertar cada parte. ¿Será posible que veamos un como acto de contrición, donde con el fusil en tierra, con nobleza, sin mirar al panteón ni soñar que sus huesos allí reposen, una buena cantidad de gente, que sigue siendo noble, pero orgullosa, diga, “nos equivocamos y, en buena medida, hasta estando en el gobierno, hemos contenido las luchas reales del pueblo por sus derechos, cometimos y seguimos cometiendo el error de creer que eso nos corresponde decidirlo a nosotros”?

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