DE LO VIRTUAL, EL SOCIALISMO Y EL ANTIIMPERIALISMO REAL" Y EL BURLADERO DEL TORERO(Eligio Damas)
De lo virtual. El “socialismo y el antiimperialismo real” y el burladero del torero.
Eligio Damas
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Hay una serie de asuntos que merecen ser discutidos en el ámbito de eso que, un poco como convencionalmente, venimos llamando la izquierda. Hay ahora tantas izquierdas y tanta es la confusión, que el calificativo ha derivado en algo que pareciera no tener significado o por lo menos este es como demasiado confuso y difuso. Tanto que, hay fundamentos para creer que, ciertos individuos y organizaciones, por la formalidad del discurso y hasta gestos y hechos, pudieran ser confundidos como en el ámbito de la izquierda, en verdad son de derecha, ellos no lo saben y hay quienes tampoco. Hay referencias históricas, como que, EEUU desató un golpe de Estado y hasta invadió a República Dominicana para derrocar el gobierno del maestro Bosch, un hombre en el ámbito de la izquierda y unos cuantos más, pero también lo hizo con el mismo fin para derrocar a un gobernante de derecha, dictatorial, socio de aquel país, porque se les había salido del redil en el manejo del asunto de las drogas; este fue el caso de Noriega en Panamá.
En veces, eso de izquierda, pareciera ser como un simple sobrenombre y hasta un apodo indefinido. Ser de izquierda pudiera ser tener un pequeño vocabulario de palabras que, como santo y seña, se esgrimen en un espacio para identificarse, lo dejen entrar y distanciarse; lo que pudiera resultar confuso, como que uno meta o le metan coba.
Es decir, hasta ese calificativo mismo merece ser definido con exactitud y para que los límites, espacios, queden claros, precisos, que los bagres no se mezclen con las guabinas.
Pareciera ser que gritar, y entre más duro mejor, hasta casi botar los pulmones, ¡abajo el imperialismo yanqui!, ¡viva la clase obrera y abajo el capitalismo!, son credenciales suficientes para merecer ese calificativo. Y que estar de parte de tal o cual gobierno es bueno para esa definición. Si usted apoya un gobierno que arbitrariamente se autocalifica de izquierda, porque le entusiasma, embelesa con su discurso esquemático, épico e histriónico o porque le pusieron donde hay, usted es de ese universo. Y hasta le pudiera salir una embajada. Si le critica, por las sobradas razones que hay para eso, usted es de derecha y agente de la CIA. No importa si los tipos que aquello gritan no saben que es una vaina y otra y menos como asumirse en cada coyuntura o circunstancia. Tampoco del contenido de las políticas que se apoyen, aunque esta sea ceder cada vez más ante el mismo imperialismo, la rapacidad del capital, mostrarse indiferente ante la excesiva acumulación, la miseria de los salarios, etc.
Es decir, el asunto no es ser de verdad antiimperialista, que significa poner en práctica políticas que al país de ese fenómeno emancipen, sino sólo fingir para que crean. Y creer que se actúa contra el imperialismo gritando esas necedades, pero en lo cotidiano y hasta trascendente, se hace lo contrario y sin saberlo. No hacer nada porque nunca ha estado en sus planes hacerlo y lo que es peor y hasta lo verdadero, no tienen la más mínima idea del cómo. Y han llegado a creer que hacerlo es crear las condiciones para que los capitales de otros países vengan a hacer lo que aquel hacía. Es decir, antiimperialismo es quitarle a un agente extranjero sus prerrogativas para dárselas a otro. Lo que parece no sólo un gesto infantil sino un acto de venganza. Tampoco importa si, el “antiimperialista”, donde le pongan, se coge lo que pongan a su alcance, pues sus uñas son largas, siempre que no se deje descubrir por un chismoso agente de la CIA.
Para muchos, imperialismo es un asunto de política y nacionalidad y entonces, hasta lo que no es más que un gesto de xenofobia, se le califica como antiimperialista. Si usted es partidario de eso de afrodescendiente, es de izquierda y antiimperialista, de lo contario es derecha; como alguien que se le ocurra decir que es euro descendiente, porque este a eso no tiene derecho. De donde en todo eso hay mucho de racismo.
Hay que discutir acerca de esa especie de “pata quebrà”, como le llamaban al whisky de contrabando y adulterado, que intentan legalizar llamándole “Socialismo real”. De donde, habría en teoría, un socialismo de aquel que antes llamaron utópico, sin fundamentos científicos ni materiales, que se fundamenta más en la buena voluntad de la gente y hay el científico, identificado con las formulaciones marxistas, la lucha de clases y la transformación de las relaciones de producción, que llamaríamos ahora por convencionalismo o para mejor entendernos, como “para después”, puesto que habiendo ahora uno “real”, entonces también como el utópico, el científico, sería sólo un sueño, una aspiración poética, una bella e imaginaria idea.
Este “Socialismo real”, mantiene la lucha de clases vivita y coleando. En él, parte de la clase propietaria cambia de rostro y hasta de vestimenta. Deja de ser aquella que llaman burguesa y su rol lo asume el Estado, quien es manejado por unos señores que no son los dueños, porque en teoría, sólo son los manejadores o administradores por cuenta del colectivo, es decir el pueblo; pero en la práctica, en el mundo real, más acá de la utopía, actúan como si toda esa vaina fuera de ellos, tanto que cobran y se dan el vuelto. Sólo que cuando caen en la mala o se pasan de “agallùos”, cómo la gente de Lácteos Los Andes, les meten en chirona y traen a otros para que sigan en lo mismo y se mantengan allí y en lo mismo, mientras sean discretos.
Pero en el “socialismo real”, hay otro tipo de relación, como por ejemplo las grandes empresas nacionales y extranjeras y distintos niveles de inversores que acumulan y una inmensa capa, tan grande como el cielo amplio, de trabajadores, de salarios deprimidos, al margen de todo el beneficio que reciben los inversionistas y los administradores de la propiedad estatal. Es decir, es el mismo negro, el capitalismo, con distinto cachimbo, “pa` metè la coba”, y a ese le llaman “socialismo real”, porque quienes están al frente, creyendo que la vaina era soplar y hacer botellas, viendo que no era así y lo que terminaron fue poniéndola, haciendo un sancocho de morrocoy con gallo, que ni a una vaina y otra sabe y menos alcanza, para no dar su brazo a torcer lo llaman “real”. Es decir, es ese el que se puede hacer, porque la realidad lo determina y basta ponerle ese nombre para darlo por hecho.
Lo malo es que ese “socialismo real”, que es lo mismo que llamar al cochino chigûire, para violar las reglas de la semana santa, le pasa una vaina. Y es aquello viejo, que viene de los tiempos de María Castaña; que el ojo del amo es quien cuida al caballo. El caballo es del amo, del señor propietario o lo es de quienes lo montan y en la finca lo cuidan. Que siendo de ellos y sabiendo que si se les enferma van a tener que cuidarlo, dormir en sus espacios para vigilarle y gastar para darle el tratamiento debido, se esmeran en cuidarlo. Y, además, estarían conscientes que, si se les muere, no van a tener en que trasladarse de un sitio a otro y menos llevar la carga que sea menester.
Si ponen a cuidar al caballo a alguien que este no le importa porque sabe no es suyo, la plata que le manden para darle de comer se la gasta en lo que sea, hasta jugando al dado, pero menos en comprarle al caballo los alimentos en cantidad y calidad requeridos, el animal se les va a morir. ¿Y, qué le importa a él, si ese bicho se enferma y muere? Y menos le importa, si después le mandan otro y le siguen pagando y dándole más real para que haga con esto y con el nuevo caballo lo mismo que con el anterior.
Es decir, cogieron al capitalismo y a una parte de él le pusieron un disfraz. De manera que sigue siendo capitalismo porque el caballo y un montón de vainas, como Lácteos los Andes, pertenecen al Estado, aunque digan que es del pueblo, como quien escribe un poema, un bolero romántico o se inventa una historia de amor y al frente de ellos pusieron unos agentes que el destino de eso les trae sin cuidado, tanto que se lo roban y no hay quien les dé un parao. Pero la otra parte de la propiedad sigue siendo de los mismos capitalistas de siempre, con sus mismas agallas y sus derechos a hacer lo que les venga en gana y a eso, para engatusar, le llaman socialismo, pero “real”.
Si el lector observa, hay aquí algo por demás curioso, pero mejor que calificarlo así, sería que hay algo de trampa, que en el “socialismo real”, el único que nada tiene, no es propietario de nada, son los trabajadores y el pueblo todo. Estos, los trabajadores, siguen asalariados y explotados y para más, hasta con un salario congelado, recibiendo bonos para que no aumente el salario y con ello tampoco las prestaciones sociales, vacaciones. etc. Es decir, en este socialismo real” los únicos que quedan por fuera son los trabajadores y el pueblo todo.
Pero la cosa sigue. Así como hay un “socialismo real”, hay también un “antiimperialismo” del mismo carácter. Es decir, uno que no lo es, porque seguimos atados, igualito que antes, al mismo mercado, capital, tecnología y lo último, nuestra moneda la pulverizaron y en su lugar le dieron luz verde al dólar, la del imperialismo, tanto que las sanciones y el bloqueo nos paralizan y llenan el cuarto de agua, pero a quienes ese antiimperialismo manejan y levantan como bandera, los tienen como verdaderos y pertinentes voceros. Y no llevan dos días, sino 20 años y más en eso.
De manera que, según lo que vemos, tal “socialismo real”, no sólo no existe, es de embuste-embuste, ni siquiera es utópico, porque toda utopía es sueño, amor, buena fe y deseo de lo mejor, sino que, todo lo contrario, es más bien un engaño; como lo es también ese antiimperialismo de gritos, condenas y maldiciones. Pues, así como el “movimiento se demuestra andando”, el antiimperialismo se demuestra en la práctica, con el diseño de políticas concretas que conduzcan a la liberación, hasta donde sea posible del capital extranjero y monopólico. Si te pasas 20 años, discurseando contra el imperialismo y al final sigues en lo mismo, porque sus sanciones y bloqueos no te dejan hacer nada, entonces es posible que tú quieras ser antiimperialista, pero no sirves para esa vaina, porque no encuentras cómo hacerlo.
Esa palabra, antiimperialismo y hasta la expresión “socialismo real”, solo hacen el papel de burladero, donde el torero se guarece, esconde del toro, cuando descansa, observa, pero también cuando las patas le tiemblan y se le dobla la muleta.
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