JESUS SANTRICH Y SUS FANTASMAS O MOLINOS DE VIENTO, FUERA DEL VERDADERO CAMPO DE BATALLA, LAS CLLES DE COLOMBIA (Eligio Damas)

Jesús Santrich y sus fantasmas o molinos de viento, fuera del verdadero campo de batalla, las calles de Colombia Eligio Damas Cada cierto tiempo me vienen, casi me asaltan, depende el motivo, de mis viejos recuerdos, aquella íntima conversación entre Aureliano Buendía, el coronel retirado que se dedicó a dos cosas, según lo que uno lea, a hacer pescaditos de metal en Macondo, según la narrativa del Gabo en “Cien Años de Soledad” y a jugar gallos, pero sobre todo ir y venir a la oficina de correo en busca de una carta en, “El coronel no tiene quien le escriba”, con su compadre y compañero de luchas el también coronel Gerinaldo Márquez, en la primera obra de las nombradas. - “¿Por quién luchamos?” Preguntó el primero a su amigo. - “Por el partido liberal”, respondió este. - “Dichoso tú que lo sabes”, respondió Buendía. Para Buendía y para todos ellos, aquello sólo fue tiempo y esfuerzos inútiles, dedicados a una causa y a un comando que ningún significado tuvieron en sus vidas posteriores y hasta ninguna recompensa hubo para la gente por la que lucharon. Como que el “coronel”, se pasó la vida yendo y viniendo al correo en busca de un reconocimiento que nunca le llegó, lo que simbólicamente expone la traición y engaño al pueblo, a la gente humilde que se sacrifica por esas “causas”. Pues los altos mandos del liberalismo y conservadurismo, terminada la guerra, en la que el pueblo puso los muertos, encontraron la forma de compartirse la gloria y las ventajas Las FARC entraron en un proceso de negociación con el gobierno colombiano, en lo que Chávez tuvo mucho que ver. Bastantes los esfuerzos y los riesgos que corrió por eso. El gobierno cubano sirvió de intermediario y garante en aquellas negociaciones y La Habana, fue en gran medida, escenario o sede las conversaciones. Los acuerdos finales entre el comando de la guerrilla y el gobierno colombiano, siendo entonces presidente Juan Manuel Santos, fueron también avalados por Cuba. Al parecer, posteriormente, desde los tiempos de Santos y hasta ahora con Iván Duque, el gobierno, según denuncian los hechos y los envueltos en el acuerdo, ha incumplido y, más que eso, violado buena parte de lo acordado. Ha habido ejecuciones por parte de cuerpos oficiales y oficiosos, como del paramilitarismo, que sigue vivo y en operaciones en contra de antiguos guerrilleros acogidos al programa de paz. En una oportunidad, allí están los archivos, criticamos como la comandancia guerrillera y sus cercanos asesores y acompañantes, llegaron a decisiones, como el desarme, absoluta desmovilización y hasta entrega del equipo armado, en base a puros ofrecimientos y letras impresas en papeles. No obstante, siempre celebramos ese acuerdo de paz, porque aparte de dar un paso positivo contra la guerra, que se estaba volviendo eterna y en Colombia tenía secuestrada todas las luchas populares, ponía a aquella organización numerosa que fue la FARC en el escenario de las luchas legales y por los problemas cotidianos de la gente que, en buena parte, eran ellos mismos. Estábamos seguros que aquel paso, para decirlo un poco en palabras de Salvador Allende, abriría “las amplias alamedas” para las luchas del pueblo de Colombia, por sus derechos y reivindicaciones, dentro de eso que llaman la lucha de clase verdadera, que se da en las calles, las fábricas, los centros de trabajo. Sería una lucha donde los “combatientes verdaderos”, la verdadera expresión del asunto, estaría presente. Todos los medianamente informados saben en lo que derivó el acuerdo de paz, aparte de los incumplimientos del gobierno de Colombia que, entre otras cosas, no ha puesto esfuerzo alguno para evitar que los paramilitares y los militares mismos, violando aquel acuerdo, se dediquen por su cuenta a aplicar la justicia y llevar a cabo sus sentencias. Pero también, llevó de esas FARC, una buena representación al congreso de Colombia y le puso en condiciones de desarrollar desde allí una lucha que pudiera abrir muchos espacios. Que ellos eso no sepan usar, atados a sus viejos atavismos, es otra vaina. Y sabemos cómo desde ese tiempo, de cuando se firmó el acuerdo para acá, el pueblo de Colombia, sin intermediarios lejanos, pese los métodos que lo intimiden, se ha incorporado masivamente a la lucha por sus derechos y de esto habla en demasía, no hace falta decir mucho, la situación de hoy en todas las calles del país vecino. Mientras tanto, quienes desertaron del acuerdo y se volvieron a la guerrilla como Iván Márquez y Jesús Santrich, diría yo, un poco furtivamente, muy al estilo de la lucha que les agrada, que pasa por no darle mucho valor a las masas y a las multitudes, tanto que no merecen ni siquiera explicación alguna. Y en esa vuelta, según dicen y esto pareciera no ser un simple decir, como un trompo alocado, se metieron en una guerra de “liberación” con el ejército de Venezuela. Es ya como oficial la versión, según la cual, esa fracción disidente de la FARC legalizada, se empató en una guerra con el ejército venezolano y en territorio nuestro. Y, además, hasta unos 6 u ocho oficiales nuestros tienen prisioneros. Es decir, eso pareciera “una merienda de negros”, dicho así no por racismo, sino por recordar al mismísimo Aquiles Nazoa que bastante la usó y, para decir de modo contundente, como esos guerrilleros hasta perdieron la brújula. Desde ayer, corre la versión que Santrich murió en combate contra el ejército de Colombia y algún aventurero, de esos que pone en los análisis políticos sus deseos y hasta su bilis, sin tener ninguna prueba a mano, ha dicho que lo “asesinaron” en Venezuela, intentando instalar en la mente colectiva la versión que le gusta, como que lo que ahora acontece en Colombia no es la lucha del pueblo por sus calamidades, como pudiera hacerlo aquí si esto se prolonga y los dirigentes “se ponen en sus papeles”, sino aquello es un intento de desestabilizar a Colombia, que pudiera ser Chile, justo la versión oficial del Departamento de Estado. Mientras hay voceros que eso dicen, con lo que demuestran, aun suponiéndoles de buena fe, que están absolutamente alejados de la verdad, y no actuando necesariamente con determinados fines, sino decir lo primero que se les ocurre por llamar la atención, otros tan obcecados y alejados del mingo como el anterior, se componen otro himno heroico. Así, se habla de un video en el cual Santrich, asocia su lucha a la del Libertador y como el mismo dice, para Bolívar “sólo con justicia habrá igualdad, con igualdad libertad, con libertad democracia, y sólo con democracia una verdadera república popular”. Santrich, ahora mismo, pese lo que ocurre en las calles de Colombia y en Chile, ha sostenido que, como Bolívar sostuvo “el derecho de las guerras justas”, él y ellos, atendiendo al Libertador, su realidad, aquella del siglo XIX, se mantienen en lo mismo. Entonces, lo justo, serían esas luchas quijotescas, contra molinos de viento, por los derechos de una gente que en eso no está metida, ni la toman en cuenta los contendientes, tanto que quien gane, hará lo que mejor le parezca, porque el pueblo, la gente, la mayoría, las masas, los trabajadores, nada tuvieron que ver con eso. Y entonces, finalizada la guerra, bajados los guerrilleros victoriosos y gloriosos a tomar el poder, empezarían por recorrer las calles de Colombia, esas que ahora están llena de gente, protestando por sus derechos e intereses inmediatos, exigiéndole a esta que vuelva a su casa, porque eso no es asunto de ellos, sino de quienes victoriosos bajaron de la sierra y llegaron de los llanos. Pues según los guerrilleros, como la derecha que ahora vende su interesada versión de lo que pasa en Colombia, ese gentío en la calle clamando por sus derechos, desestabiliza. https://www.aporrea.org/internacionales/n364969.html Hay entonces dos versiones, una de derecha oficial, esa que acusa al pueblo colombiano que, como el chileno, lucha por sus derechos y la justicia, de “desestabilizar la democracia” y ser manejado por los guerrilleros, para crearle una mala imagen a esas gloriosas luchas populares en la mente colectiva y otra, también de derecha, pero que se viste de izquierda, como si se tratase de una fiesta de disfraces y exalta la figura y la decadente interpretación y rol de Santrich y los suyos. Pues, Santrich murió peleando con sus fantasmas, fuera del campo de batalla, el de las calles de Colombia. Reply Reply All Forward

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