POR EL DEBATE FCV-DIOSDADO CABELLO. ¿FUE ERRADO QUE LA IZQUIERDA APOYASE A CLADERA ? (Eligio Damas)

Por el debate PCV-Diosdado Cabello. ¿Fue errado que la izquierda apoyase a Caldera? Eligio Damas Caldera llamó al universo que le prestó su voto, el “chiripero”, en base a un programa distinto al que posteriormente aplicó, lo que suele suceder en Venezuela; no fue esa la primera vez ni ha sido la última. Y le llamó así, “chiripero”, porque era un universo como el archipiélago griego, una multitud, mayoría, dispersa e inconforme, en el cual hasta la propia izquierda estaba inmersa. El distanciamiento de la multitud de los partidos no es nada nuevo en Venezuela y eso debería llamar la atención a quienes aquéllos conforman y dirigen. La izquierda adeca, aquella de 1958 que pasó inmediatamente a formar el MIR, factores que adentro quedaron con otra visión, como quienes luego formaron el ARS y posteriormente el MEP, como los doctores Luis Beltrán Prieto y José Ángel Paz Galarraga (el indio), apoyaron a Betancourt, pese sabían de sus planes no muy ocultos, porque para ese momento no había otra opción. No hacerlo significaba suicidarse. Quienes formamos el MIR y otras fuerzas dentro de AD, caído Pérez Jiménez, manejamos la idea de un candidato independiente que uniese a todo el universo progresista y se pensó en la candidatura del Dr. Rafael Pizani, un intelectual con suficiente claridad e ideas comprobadamente avanzadas y coherentes con aquél. La idea era dar origen a un gobierno que uniese a la mayoría de los venezolanos progresistas, ubicados en todos los espacios y dado que el perezjimenismo, como lo demostraron los resultados electorales, seguía siendo una fuerza sustancial y peligrosa. Lamentablemente, Betancourt logró imponer su candidatura, en un CDN, al cual asistí como ayudante del Dr. Luis Manuel Peñalver, cuando apenas tenía 20 años de edad, realizado en El Paraíso, en un edificio al lado del Instituto Pedagógico de Caracas, donde luego funcionó una emisora con este nombre. Y nosotros, sin convicción, pero mucho realismo, lo que nos faltó después, nos vimos obligados a respaldar esa candidatura y hasta hacerle campaña, por lo que en esos meses y hasta después de elegido Betancourt, nos enfrentamos duramente y con frecuencia al PCV que optó por la del Contralmirante Wolfgang Larrazábal; una opción muy distinta a la originalmente nuestra. Recuerdo una anécdota de aquella noche, cuando el Consejo Supremo Electoral (CSE), así se llamaba entonces el organismo encargado de manejar lo relativo a elecciones, la cual contaré otro día, de una conversación telefónica, de la cual fui testigo, de mi amigo y compañero Lino Martínez, quien llegó a ser Ministro del Trabajo de Chávez, con un dirigente del PCV, haciéndose pasar el primero por otra persona, mientras aquel partido llamaba a la calle, basándose en el enorme respaldo que entonces tenía en Caracas, a protestar el resultado. Larrazábal, si bien ocupaba el cargo de presidente de la Junta de Gobierno que sustituyó a Pérez Jiménez, no formó parte destacada del grupo de militares que, en el momento crucial, dieron el todo para derrocar la dictadura y se le veía como una figura muy ligera, vacía, de poca fuerza. Los últimos años de su carrera militar, antes del derrocamiento del hijo de Michelena, Estado Táchira, los había pasado en el rol de presidente o jefe del Círculo militar, entonces un club muy exclusivo, frecuentado por las clases dominantes; es decir al margen del comando de tropa. En enero de 1958, en Maracay, se produjo un alzamiento encabezado por el general Hugo Trejo, que no contó con las fuerzas de la marina de la que formaban parte los hermanos Larrazábal. El único rasgo que había hecho del Contraalmirante un ídolo en la multitud desinformada, era haber aparecido presidiendo la junta, un acto resultado de una mera formalidad. Para nosotros, la izquierda de AD, no apoyar a Betancourt, una vez que logró ganarse el respaldo de quienes tuvieron la opción de escoger el candidato y optaron por él, el del partido, hubiese sido un suicidio. Y fue aquella decisión tan acertada, que nos permitió convertirnos, dentro de aquel partido, en la primera fuerza poco tiempo después. Los errores posteriores son harina de otro costal. La izquierda toda, años más tarde, bajo el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, tomó una decisión trascendente y por ende merecedora de ser objeto de discusión y revisión de manera constante. Como he dicho en artículos anteriores, CAP lanzó una tabla de salvación al gobierno cubano. Invitó casi de manera preferencial en su primera y segunda toma de posesión presidencial a Fidel Castro. Trataba de influir para mejorar las relaciones entre el gobierno de la isla y Estados Unidos. Fue notoria la ayuda que, por otros medios ofreció y concretó al gobierno cubano y hasta estableció relaciones personales amistosas con Fidel, tanto que eran por demás conocidos, hasta con anticipación, sus “furtivos” encuentros en la isla de la Orchila. Y, eran aquellos unos momentos en que, los cubanos, sufrían duras dificultades. Por aquel comportamiento de CAP, todavía no suficientemente estudiado, pero que tenía la aparente intención de convertirse, en base a la magnitud del ingreso petrolero, tal como sucederá más tarde con Chávez, en un gran líder continental, cuando sus propios compañeros de AD y antiguos aliados de Copei, intentaron defenestrarlo, sacarle del gobierno mediante decisión del Congreso, los votos de la izquierda de ambas cámaras le salvaron. Esta vez, Fidel Castro pareció intervenir para devolver los gestos en favor de su gobierno. Por lo que sé y sabe medio mundo porque escuchó, el comandante Chávez, nunca estuvo de acuerdo con ese gesto y más de una vez se expresó contrariado contra aquellos parlamentarios que salvaron a CAP. Al parecer, el barinés, confundía los planos al juzgar aquello, como el comparar al Pérez contra quien él se alzó, el responsable de la tragedia del Caracazo y quien le mantuvo preso en Yare con varios de los suyos, con aquel que Fidel ayudó para evitar lo depusiesen por intermedio del Congreso. Pasó por alto, como todavía lo hacen algunos de sus seguidores, que entre quienes votaron por salvar a CAP, estuvo José Vicente Rangel, quien le dio y sigue dando muestras de apoyo a lo que él inició. Como caso curioso, para entender y no juzgar con las vísceras, dejarse arrastrar por los sentimientos, es saludable recordar como el primer gobierno que condenó el alzamiento del comandante Chávez, el 4 de febrero, fue el cubano. Fidel Castro, con ese gesto y desconociendo, imagino yo de la mejor buena fe, quienes eran los alzados y qué razones les movían, devolvió a CAP los servicios políticos y diplomáticos prestados. Y este gesto no es merecedor de condena alguna, sino una muestra de agradecimiento y condescendencia con quien te ha dado signos de amistad y hasta condena de un proceder fuera de lo constitucional venezolano. Y como es acertado hoy condenar a quienes intentan deshacerse del gobierno por la fuerza, también lo era entonces, dado que lo constitucional venezolano establecía y establece la manera de resolver esos asuntos y esta es la vía electoral. Dicho todo lo anterior, puede uno abordar la pertinencia o no del apoyo que la izquierda, tan fragmentada como la arena de mar sometida a la intensidad de los rayos solares, ofreció a la candidatura de Caldera para enfrentarse a Fernando Álvarez Paz, por Copei, Claudio Fermín (AD) y Andrés Velásquez por la Causa R. Para juzgar a cada uno de esos candidatos y lo que representaban, habría que irse aquella época. Las relaciones del Dr. Caldera, con casi toda la izquierda, sobre todo aquella que acertadamente se acogió a la pacificación en su primer gobierno y pudo actuar con la libertad inherente a esos casos, por años marcharon de manera respetuosa y cordial; mientras que con AD, pese lo ya comentado con respecto a Pérez, seguían siendo muy encontradas y hasta demasiado ásperas. Para esto sobraban razones, como que AD, siempre se mostró renuente a atender los llamados de la izquierda a la pacificación. Rencores que aumentaron con el Caracazo y hasta el alzamiento del comandante Chávez. Fue muy conocido aquel triste espectáculo, dado en el Congreso de la República, cuando se discutió justamente lo relacionado con el alzamiento del 4F, por David Morales Bello, senador por AD, pidiendo ¡muerte a los golpistas! Por lo que voceros como Aristóbulo Istùriz, entonces con la Causa R de Andrés Velásquez y el Dr. Caldera, salieron, en lo que llamaría sin duda, pues así lo percibí, en defensa o justificación de “los golpistas”. Dentro de aquel cuadro electoral, la izquierda tenía cuatro opciones. Abstenerse, Andrés Velásquez, Rafael Caldera o una candidatura propia. La abstención había sido una opción usada antes sin resultado práctico alguno y más bien había dejado ingratos resultados. Para muestra sólo hace falta un botón; revisemos lo que ha sacado la oposición de ahora de tal proceder. Votar por Velásquez, no estaba en los planes de los pequeños círculos de la izquierda organizada y el universo que giraba alrededor de ella, dado que, por las ejecutorias de éste en la gobernación de Bolívar y los conocidos rasgos personales del candidato, lo que bastante se sabía y su poco interés de acercarse a ella, no era una opción saludable. Los hechos posteriores demostraron quién era Velásquez y son más que suficientes para convalidar que la izquierda no asumiese su candidatura. La Causa R, antes había participado en el Estado Anzoátegui en una especie de “aquelarre” golpista, cuando se unió a AD y Copei, para destituir al gobernador, Dr. Ovidio González, quien había sido elegido dos veces, con el apoyo de la izquierda toda, un hombre por demás honesto, para repartirse el botín del presupuesto. Lanzar una candidatura propia, como escoger de nuevo a José Vicente Rangel, ya había sido una prueba demasiado ensayada, gastada, sin resultado ventajoso alguno y además con unos números demasiado pobres. Quedaba la candidatura de Caldera, lanzada por el MAS, estando de por medio el carácter de las relaciones que con él había venido teniendo la izquierda desde su primer gobierno y su ruptura con la cúpula copeyana de la cual formaba parte, lo que se consolidó más con la posición de aquél en el Congreso en el momento de debatir lo relativo al alzamiento del 4F. De manera que condenar al PCV y al resto de la izquierda por haber apoyado la candidatura de Rafael Caldera, pereciera un infantilismo y lo es más si eso contribuye a aumentar el ritmo y amplitud de la división. Lo ejecutado por Caldera durante su gobierno, como sus políticas neoliberales, lo relacionado con las prestaciones sociales, en lo que más que Caldera jugó un rol importante Teodoro Petkof, es asunto de otra naturaleza. Son hechos posteriores al momento de decidir votar por él. Al CAP que respaldó la izquierda, incluyendo a José Vicente Rangel, no sólo el PCV, para que no lo defenestraran Copei y sus propios compañeros de AD, es el mismo que aplicó un paquete neoliberal que causó el caracazo y también el mismo a quien el gobierno cubano de Fidel Castro, apoyó al condenar a los alzados del 4F. Pero los hechos, las circunstancias y momentos son absolutamente diferentes. Y quiero destacar que la candidatura del Dr. Caldera, también fue apoyada por José Vicente Rangel, a quien dentro de quienes gobiernan, por muy motivadas razones, se le tiene en gran aprecio. Pero es saludable advertir tambièn, de la mejor buena fe, que discrepar del PCV, como antes desde la otra izquierda lo hemos hecho, no hace a nadie anticomunista. Los actos políticos tienen su momento y sus causas específicas y es dentro de ese entorno, realidad, donde se juzgan; no fuera de ellos y menos motivado por estados emocionales. Esto genera más odio y dispersión entre quienes pudieran ser potenciales aliados. Pero quiero terminar, para ser coherente, sensato y dar muestras de buena fe, el instructivo ONAPRE, si es que los compañeros y camaradas no lo entienden, tiene como fin, despojar a los trabajadores de sus derechos.

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