FIDEL CASTRO, CHAVEZ Y LA GRAN VENEZUELA DE CARLOS ANDRES PEREZ. ?COINCIDENCIAS? (Eligio Damas)

To:you Details Fidel Castro, Chàvez y la Gran Venezuela de Carlos Andrés Pérez. ¿Coincidencias? Eligio Damas Nota. Este trabajo que publicaré, en este medio, en dos partes, forma parte de un libro, es apenas un capítulo, escrito años atrás, que como antes he dicho, lleva por título, por ahora, ¿Por qué Chávez dejaría a Maduro”, pues mantenerle o cambiarle, dependería de factores hasta ajenos a uno, podría ser de los editores, si es que alguno accede a publicarle, lo que por ahora veo muy difícil. Al releer esto, uno se siente tentado a establecer relaciones con las primeras acciones del gobierno de Chávez y recordar que, detrás de CAP, como su inspirador y primer asesor estaba su ministro de Planificación Gumersindo Rodríguez, por quien en la década del 60 del siglo pasado, por sus trabajos en el diario vespertino “El Mundo”, de los Capriles, donde hacía de director el entonces muy joven periodista Rafael Poleo, alguien predijo estaba destinado a ser el “marxista más brillante de América Latina”. Pero los imponderables de la vida, determinaron que a, muy corto plazo, a raíz de su detención en una cárcel muy estricta y humillante, a causa de las protestas contra la “Ley del Hambre·” de Betancourt, al recobrar su libertad, Gumersindo optase por ir a estudiar economía a una escuela de Londres, donde le cambiaron el destino. Pero para ser justo, aparte de aquella decisión juvenil de Gumersindo, de “ponerse a un lado” a raíz de su prisión, después de haber llamado, según la acusaron, a la rebelión popular contra Betancourt, de su estadía al lado de CAP, no se dijo nada indigno. --------------------- Carlos Andrés Pérez llega a la presidencia de Venezuela y lo hace anunciando la “construcción de la Gran Venezuela”. Una oferta que está inspirada en la riqueza petrolera y la cercanía del vencimiento de las concesiones petroleras otorgadas a las empresas que extraían y comercializaban el petróleo. El discurso de Pérez es por demás ampuloso y lleno de alegorías para darle a su accionar en lo inmediato un sentido patriótico y hasta mesiánico. Como que la historia le había puesto allí para hacer grandes y trascendentes cosas que estarían destinadas a construir “la Gran Venezuela”, entonces su consigna de bandera. Su toma de posesión, como también lo hizo en la segunda, se convierte en un acto de tanta trascendencia y significación, en correspondencia con el discurso y la oferta que, en ambas oportunidades, se habló del aclamacionismo. Fueron invitados y asistieron casi todos los presidentes del continente y algunos de Europa. Pérez se sintió llamado a la gran tarea, que definió con aquel “slogan” y se propuso, en sus intimidades, atraerse el respaldo de la izquierda venezolana y hasta del resto de América Latina. Su audacia tuvo varias manifestaciones. Invitó, como dijimos a “su coronación”, a Fidel Castro, corriendo el riesgo, como en efecto sucedió, que este le disputase el centro de atracción de periodistas y la mirada mundial en el instante que era ungido como presidente. A partir de allí estableció una relación más o menos estrecha con el líder de la revolución cubana, tanto que durante su primer gobierno y luego en el segundo, aquellos vínculos se estrecharon con la colaboración de sectores de la izquierda venezolana y personajes ligados a ella como José Vicente Rangel. Hasta Teodoro Petkof y su hermano Lubén, quien fue por varios años comandante guerrillero, acogido a la pacificación jugó importante papel en la comercialización del cemento entre Venezuela y Cuba. De este lado, se valoró muy alto la política internacional de CAP que parecía poner acento en una diplomacia destinada a abrirle espacios especialmente en el área latinoamericana al gobierno de la isla caribeña y hasta llegó a producir aquel gesto como también mesiánico de regalarle un barco a Bolivia sin que esta tuviese acceso al mar. Fue un “hermoso” gesto de solidaridad que sin duda, con el asumido frente a Cuba, le rindió sus frutos en el momento oportuno. Pero Pérez llevó a más su atrevimiento y audacia para engañar a incautos. Impulsó aquella iniciativa de “nacionalizar la industria petrolera”, en un momento que, como decimos los venezolanos en lenguaje coloquial, “cuando hambre y necesidad se juntaron”. La nacionalización de la industria pareció gustarle demasiado a las empresas transnacionales y particularmente aquellas que habían manejado por incontables décadas el negocio; reaccionaron casi de la misma manera que los dueños de centenares de empresas quebradas que CAP nacionalizó, bajo la idea de crear un Estado fuerte, un poderoso capitalismo de Estado para emprender algo así como una hazaña. Hasta los empresarios aplaudieron y con razón, muchos de ellos salieron de la quiebra cuando aquel estado en exceso dispendioso les pagó sus chatarras a precio ni siquiera soñado. Terminaron, hasta sintiéndose como náufragos que, en medio del mar agitado y entre brumas ansían alguien que acudiese a rescatarles. Y eso consiguieron. ¿Y cómo reaccionar, en medio del naufragio, ante aquel inesperado capitán que sale de las sombras y le tiende la mano de manera tan generosa, inesperada sino de manera agradecida? Los dueños de los capitales invertidos en la industria petrolera sabían, y eso esperaban con angustia, que pronto, de acuerdo a la Ley de Hidrocarburos vigente, se agotaría el plazo de las concesiones y por disposición de la misma debían entregar los espacios que ellos habían usufructuado para explorar, explotar y comercializar, incluyendo las instalaciones, sin costo alguno para la nación venezolana. Pero con aquel gesto “iracundo”, promovido por CAP, se ganaba el respaldo de los nacionales todos, hasta los más incrédulos y se ayudaba a que las trasnacionales de aquello hiciesen un negocio. La sola palabra nacionalización y la falsa creencia que con ello se golpeaba los intereses del capital invertido en la industria y, más que esto, se beneficiaba al país en lugar de esperar lo que era un breve tiempo, bastaron para enceguecer a mucha gente que se creía perspicaz; pudo más aquel gesto, como grito e insulto, que los intereses nacionales mismos. El gesto, grito, la iracundia, se asemejaba mucho a lo mesiánico y no aquel esperar que pasasen los días para se procediese a reclamar lo previsto en Ley de Hidrocarburo, lo que sería un traslado pacífico y sin aspaviento. Por eso, ninguna de aquellas empresas y sus propietarios protestó, no hubo señalamiento alguno contra CAP y su gobierno. Un gesto como mesiánico produjo aquel milagro donde los venezolanos, todos, hasta aplaudimos. Y en el segundo gobierno del mismo presidente, surgido de una avalancha de votos, por aquel período mesiánico del dólar muy barato, el célebre “Ta´ barato dame dos”, el viajar incesante de multitudes a Miami, aprovechando aquel festival, el mesianismo volvió a operar. Esta vez la toma de posesión opacó la primera y volvió Castro a ser el invitado que más atrajo la mirada de las multitudes y el interés de los periodistas. Aquel mesianismo, apuntalado en unas relaciones demasiados cordiales con USA, que le permitió el coqueteo con el jefe de Estado cubano y el convertirse en importante figura de la diplomacia latinoamericana, hizo posible que habiendo ascendido al poder en medio de dificultades económicas, derivadas del bajo precio del hidrocarburo, una disminución ostensible de las reservas internacionales y un alto costo de la divisa norteamericana, aumentó cuando el pueblo creyó que su regreso al poder, con aquel enorme respaldo significaba el regreso de los buenos tiempos. Él eso creyó y hasta pensó podía darse el lujo de aplicar aquel brutal programa económico impuesto por el Fondo Monetario Internacional; por algo había regresado a Miraflores con una votación que nunca en Venezuela había alcanzado candidato alguno. El mesianismo de nuevo tomó posesión de un personaje y le hizo creer estar por encima de las dificultades y contradicciones inherentes a las luchas del hombre. La izquierda misma, de la cual formó parte José Vicente Rangel, como independiente, los diputados del MIR en su segunda etapa, después de volver a la legalidad ante el fracaso de aquel proceder también mesiánico, el como suicidio colectivo que llamaron la lucha armada, y los del PCV, ayudaron a CAP a salvarse antes de tiempo, ante aquel intento de decapitarlo en el Congreso bajo acusaciones de corrupción relacionadas con el gesto que, también llamamos con justicia mesiánico, de la donación del buque Sierra nevada a Bolivia. Se trató, al margen de lo invertido, de un gesto si se quiere hermoso de solidarizarse con aquella patria, sin importar quienes allá gobernasen, en su reclamo por acceder al mar, sobre todo cuando en Chile, país que usurpa territorio costero boliviano, gobernaba Augusto Pinochet. De nuevo Venezuela y los venezolanos asumen como suya una consigna y una causa que la mayoría de los pueblos y gobiernos del continente apenas miraban de soslayo.

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