DE LOS GARRAFALES ERRORES DE LA IZQUIERDA. ( Eligio Damas)

De los garrafales errores de la izquierda. Las “revoluciones socialistas” emergieron del fondo de regímenes autoritarios. Parte VIII Viendo el mundo, en películas de celuloide, casetes y cuentos de los abuelos. Las llamadas “revoluciones socialistas triunfantes”, digo así porque de esa manera suelen llamarlas mucha gente, emergieron del fondo de regímenes autoritarios, lo que no dificulta entender que, más que prestarle atención a lo que Marx llamó “Dictadura del Proletariado”, por oposición a la dictadura burguesa, que implican todas las formalidades de la democracia capitalistas y Gramsci, hegemonía, lo que hizo la dirigencia de aquellos procesos fue aprovechar lo heredado, lo existente, lo autoritario, en su propio beneficio. O para mejor decirlo, el viejo Estado les atrapó en su cultura y toda formalidad. La llamada Revolución China emergió, en buena medida de un viejo y anquilosada sistema feudal, todavía en aquello de las dinastías y mandarines, dentro de un país con una estructura económica bastante parecida al feudalismo, donde el poder estaba concentrado en una figura casi mitológica y endiosada. Allí no se respetaba el derecho de nadie porque todo estaba determinado por el máximo jefe del Estado y sus respectivos funcionarios o amos de sus espacios, con delegación de poder para hacer lo mismo. Para decirlo como ahora, allí no había derecho humano alguno que tuviese valor y el pueblo no tenía significación alguna, salvo la de trabajar para los amos. Aparte de las aspiraciones de justicia y cambio que a muchos inundaban, también se engendraba odio y deseos de venganza, sentimientos derivados con propiedad de aquellas circunstancias; lo que prevalecía eran simples deseos de cambiar el estado de cosas, sin tener idea colectiva precisa del cómo hacerlo. Cada quien tenía adentro lo suyo. Pues la China de Mao no pudo deslastrarse de lo autoritario, el personalismo y hasta endiosamiento, dado que venía de esa cultura o manera de concebir al mundo y, en la sociedad humana, si algo es difícil es dar cambios sustantivos sobre todo en lo relacionado con el poder y la base que lo sustenta, lo material. Por eso es frecuente que el Estado “revolucionario”, puede expropiar y lo hace hasta con saña y sin justificación, pero no socializa de verdad la propiedad, prefiere mantenerla bajo su control para garantizar su fuerza y autoridad o sea, continuar, en esencia, con lo mismo, pese la pertenencia al Estado debería ser transitoria, mientras la clase organiza y ordena la nueva relación. No lo dice, hasta llega a negarlo, pero lo piensa y practica; saben, intuyen o practican, quienes lo manejan, por la cultura ancestral de la cual proceden, que eso sería disolverse y perder la fuerza que ha ganado y que es su propiedad. La revolución bolchevique también nace de un estado de cosas parecido, al mando de zares que se sustituían unos a otros por la muerte, sólo que no vivían tanto como la reina Isabel, dado que, pese sus poderes, su forma de vida, no era tan placentera, cuidada, exquisita y pacífica como la de ésta y el poder y bienestar de los grandes propietarios que le servían de sustento o uno y otros se auto sustentaban. El estado de cosas creado por el partido comunista, el bolchevique, sobre todo bajo el poder de Stalin, donde Marx fue algo así como una bandera, afiche, trapo rojo para atraer al toro, uno puede definirle, elementalmente diciendo, se trató de un régimen autoritario donde la palabra del y los jefes, respaldado por un discurso revolucionario de justicia, bastante parecido a la venganza, era la norma. Aquello, en buena medida, pareció un cambio cosmético, el de unos jefes con sus respectivos subalternos, pese todos ellos estuviesen adornados de mucho amor, buena fe y deseo de justicia pero sin la menor idea de cómo hacerlo. Las teorías en las cuales se fundamentaron fueron en ellos, lo mismo que para los Cruzados o en quienes se fundamentan en Dios y Cristo para darle valor ético y hasta belleza a sus crueldades. En los países europeos y euroasiáticos, por ejemplo, uno lo observa en los tiempos de las llamadas guerras mundiales, lo que pareciera un término usado inadecuadamente o, al contrario, con un proceder muy estudiado y cruel de involucrarnos a todos, hubo mucho de xenofobia y quizás también la intención de envolvernos o embadurnarnos de eso. Es cierto que el nazismo estuvo impregnado del racismo, la superioridad de la raza aria, pero todo eso terminó o se tradujo en una xenofobia colectiva, donde los pueblos fueron puestos a odiarse como si no se tratasen de humanos, deseosos de convivir y necesitados de hallar las relaciones adecuadas para ello, sino destinadas a exterminarse mutuamente. Se vieron entre sí como con la imagen que el cine gringo crea de “los extraterrestres”, figuras horrendas y conductas relacionadas con la agresión y el daño por sí mismo. Que además, esto es importante, no invaden donde les podría ser más fácil, como hace el Estado de Israel en Palestina, los flancos más débiles y hasta deshabitados del planeta tierra, para crear sus bases, sino en el territorio suyo y hasta en ciudades como New York o el propio Washington. Siguen todavía aquel modelo infantil y destinado sólo a hacer un espectáculo de taquilla y fama de Orson Wells, de la “Guerra de los mundos”, imaginada invasión de marcianos a Estados Unidos, montado en la radio, “en vivo y directo”, pero ahora para vender la imagen de un país que se dice acosado injustamente y, en consecuencia, en la necesidad de vivir en guerra, pero haciéndola afuera para vender su armamentos e invertir capitales ociosos nada interesados en generar bienestar. Creando de paso una extremada y sensible idea de nacionalismo, lo que tiene mucho de xenofobia o mezcla de ambos sentimientos y hasta un nuevo racismo, donde hasta el afrodescendiente se siente envuelto y protagonista por el deseo de “defender su patria amenazada”, sin la menor idea de quién es el enemigo y, tanta es la confusión que, todo el mundo, termina siéndolo, hasta los más pobres e indefensos de su propia “raza”. Pues el modelo capitalista mundial, en su etapa de eso que llaman multipolar, donde si ya los países del centro de Europa, esos que están dentro de la OTAN, entraron en la jaula y comen en la mano del amo emergido de la segunda guerra mundial y dejaron de representar un peligro, ha cambiado tanto que ahora hay otros supuestos enemigos y con mucho poder, donde el comunismo parece un fantasma o algo inexistente, en lo que razón tienen, por lo que a la palabra se le da otro significado, como que Rusia, China y hasta Venezuela son comunistas, ante los cuales EEUU, por lo menos por ahora, no está dispuesto a llegar a acuerdos razonables y porque el modelo mismo pareciera hacer eso imposible, es necesario fortalecer la idea que los agresores lo son o mejor si no lo son no importa, pero hay que estar dispuestos a todo trance a defenderse de quien venga y, la mejor manera de ganar adeptos para eso, es venderse como víctimas mediante la poderosa e influyente industria del cine y ahora los videos, la que inventa invasores bien y hasta eufemísticamente armados y por demás horrorosos y repugnantes, que sean negros, asiáticos y latinos no les basta. Esas figuras ya no generan miedo y además, hay que unir esas a la idea común que, toda forma de variación del modelo planetario, que rebaje el poder de quienes se creen dueños del mundo, son enemigos de la raza humana o para entenderlo con más facilidad, son comunistas. Y entre quienes hacen esas películas o videos, uno bien lo sabe, participa gente que sólo les anima la lógica elemental del capitalismo, vender bastante y hasta a los mejores precios, no importa la mercancía, puede ser basura, como quien vende droga, que no necesariamente quiere hacer daño sino, como se dice en el lenguaje coloquial, “ponerse en unos buenos billetes de la manera más fácil”. “Cada día salen unos cuantos pendejos a la calle y quienes les agarren se hacen sus dueños”. Uno observa el racismo que prevalece en naciones como EEUU y el más exacerbado o curioso fenómeno del Estado Israelí que, por su subsistencia, ha convertido en una conducta cotidiana, agredir con la intención, ya no de dominar y explotar, eso sería algo infantil y hasta divino, sino de desplazar, desaparecer a los auténticos propietarios de aquellos espacios como son los palestinos, bajo la mirada indiferente de factores con derecho, pero sin capacidad ni interés, de poner el orden. Eso a la ONU y hasta a los distintos países del mundo, que se limitan cuando mucho a dar declaraciones, más que de compasión que de otra cosa, les trae sin cuidado. La revolución cubana emerge de una dictadura, la de Batista. Una economía por demás incipiente con una población mayoritariamente distribuida entre una enorme masa campesina al servicio de los grandes propietarios de tierras y otra, en buena medida, a lo correspondiente a la atención y servicio de la muy significativa masa de visitantes semanales o turistas, procedentes de Estados Unidos, en diferentes modalidades del área de servicio, hasta los más “exquisitos” y, donde los marinos estadounidenses borrachos, hasta se daban el lujo de orinarse a los pies de las estatuas de héroes como José Martí, bajo la mirada sonriente de las “autoridades”. Donde aquéllos no respetaban la dignidad y tradición de la nación visitada, pues para ellos no era así, pues se sentían realmente en su patio trasero, ese donde uno en Cumaná, en nuestro rancho, acudía a hacer las “necesidades”, aunque hubiese en el mismo excusado o retrete y el gobierno no tenía el más mínimo sentido de dignidad ni respeto por sus supuestos espacios y la gente, sus tradiciones y derechos, tanto que los guerrilleros cubanos, de los distintos frentes, desde un principio, contaron con un apreciable respaldo entre la gente humilde, los trabajadores, en su mayoría campesinos y hasta gran parte de la clase que manejaba la escasa economía cubana más allá de las haciendas, la caña, alcohol y el azúcar, aquella por demás “amarga”, como la llamó el poeta Nicolás Guillén. Sobre EEUU y esto, ya hemos hablado. Y de lo que volvieron a Cuba, tengo una anécdota de mi juventud, recién caído Batista, de cuando viejos y jóvenes por distintos motivos empezaron a emigrar de la isla y la salida todavía era una empresa nada difícil, de un muchacho blanco, casi “catire”, de “buena figura”, para más señas, que llegó a la pensión Saudades, la que antes he nombrado y donde por casualidad vivíamos unos 4 clandestinos del MIR. Solíamos verle salir todas las noches muy bien vestido, regresar de madrugada y dormir gran parte del día. Por esto, alguien le preguntó, por lo imprudente que solemos ser los jóvenes y más venezolanos, en qué trabajaba y él, por lo mismo respondió, “un tipo con la pinta que yo tengo, en Cuba no tenía para qué trabajar, conmigo se vino mi gente. Yo, sólo debo cuidar mi rebaño”. Era eso que, uno en Venezuela, llama chulo y más refinadamente les llaman proxenetas. Pero más bien parecía un chulo, porque los proxenetas, al parecer se valen mucho de la violencia y el chantaje, los chulos de su atractivo. Pero el gobierno de Betancourt, también emerge de una larga tradición de dictaduras, con escasos momentos de libertad y participación popular. Pocos meses atrás se había puesto fin a la dictadura de Pérez Jiménez, que heredó la cultura, prácticas, historia del largo período gomecista y éste mismo, fue heredero de regímenes despóticos y personalistas, sólo que el tachirense supo poner orden y obedecer a un plan más o menos racional, por lo que alguien una vez dijo que “Gómez había unificado y modernizado a Venezuela”. Por eso, no es extraño que, hasta Betancourt haya llegado aquella herencia que lo llevó a reprimir salvajemente, aupado por el gobierno de EEUU, a las fuerzas que se opusieron a su “plan del hambre”, como entonces se le llamó. Pero las fuerzas opositoras al gobierno adeco, no supieron leer la coyuntura y se dejaron envolver por soluciones que nada tenían que ver con el asunto en discusión o la opción equivalente. Es decir, uno saca como conclusión, que aquellos regímenes nuevos, calificados de revolucionarios, URSS, China, Cuba, traían en sus hombros, de los estadios anteriores, hábitos, conciencia, una enorme carga cultural, difícil de superar y deslastrar, esa que fue propia de los cuales emergieron; elaboraron una cartilla revolucionaria con la cultura del pasado, que incluía que, asumido el poder, como individuo o clase, había que mantenerlo a cómo sea. Marx no la dejó, pero dejó la dialéctica y la vida puso al frente la realidad y esta siguió como venía, pues a aquella, la dialéctica, los nuevos líderes no pudieron o no quisieron usar, pues descubrieron que, sin ella “la vida es más sabrosa”. De esa manera interesada de mirar al mundo y proceder, se hereda el autoritarismo, el personalismo encarnizado en “el liderazgo” y la sumisión de la multitud, dispuesta y reforzada para obedecer. El caso cubano es reforzado por el modelo que optó por imitar, dado que era lo que entonces entendíamos como revolución social y socialista. En conclusión, los partidarios de la violencia, el personalismo, burocratismo y autoritarismo, para cambiar la sociedad, justificados en lo que Marx llamó “dictadura del proletariado”, acerca de lo que hablaremos en la próxima entrega, no es más que el reflejo de la vieja y siempre dominante cultura en todos los modelos hasta ahora dominantes. Sin dejar pasar los cambios y mutaciones no previstos por Marx, quien ni siquiera supo del imperialismo. Parte I: https://www.aporrea.org/ideologia/a313897.html Parte II: https://www.aporrea.org/ideologia/a314127.html Parte III: https://www.aporrea.org/trabajadores/a314385.html Parte IV: https://www.aporrea.org/ideologia/a314876.html Parte V: https://www.aporrea.org/ideologia/a314998.html Parte VI: https://www.aporrea.org/ideologia/a315293.html Parte VII: https://www.aporrea.org/actualidad/a315527.html

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