El presidente Maduro y la derrota del progresismo en el plebiscito chileno. El tiro pudiera salir por la culata
Eligio Damas
En veces, es más acertado y hasta sensato, permanecer callado que decir u opinar.
Es más, se dice que es de sabios mantenerse prudentes en determinadas circunstancias y, en el lenguaje coloquial, “en boca cerrada no entran moscas”.
El presidente Maduro sabe bastante bien del carácter de sus relaciones con el universo político latinoamericano, incluso ese que califica de izquierda. Es evidente que, la mayoría de ese universo, independientemente o no que su actitud esté debidamente justificada, procura mantenerse distanciado del presidente venezolano. Es tanto así que, pese las razones que se den, como que recientemente los presidentes salientes no le invitaron, tampoco lo hicieron los entrantes, a quienes nada ni nadie les impedía hacerlo. Hasta el rey de España, estuvo en la toma de posesión de Petro. Un presidente “democrático” como Bolsonaro, represivo y hasta irresponsable en el manejo de la pandemia, goza del mínimo consentimiento que cualquier presidente; mientras a Maduro eluden y parecieran darle valor a ilegalidades y disimuladamente a imposiciones de los gobiernos de USA.
Los presidentes entrantes, Castillo de Perú, Boric de Chile y ahora mismo Petro de Colombia, se abstuvieron de extenderle al presidente venezolano invitación a su toma de posesión. Le han mirado de lejos como quien mira algo incómodo y molesto y hasta como se dice en lenguaje coloquial, “cual gallina que mira sal”.
Pero algo peor que eso, en sus respectivas campañas electorales, todos ellos, ante cada oportunidad, como solemos decir en Venezuela, “se pusieron lo más lejos posible de Maduro y su gobierno”. Se justificaban la mayor de las veces, usando el mismo discurso de la oposición derechista venezolana, como que aquí hay una dictadura, gobierna un déspota y los venezolanos somos como una manada de ovejas que se mueven estrictamente al ritmo y modo que marca el “pastor”.
Pero también eso hacían, lo de poner demasiada distancia, porque esa es la opinión que los medios internacionales y los migrantes venezolanos han impuesto dentro de la población de sus respectivos países. De donde aparecer de aliado o por lo menos gentil con Maduro, es exponerse a perder el respaldo de la multitud. Ya en el gobierno, todos los nombrados, siguieron en la misma práctica, hasta Petro, quien si se quiere pareciera ser el menos conservador y temeroso, dada la necesidad que la economía colombiana tiene de revivir sus relaciones con la venezolana y el gran significado material y humano de la frontera, mueve sus piezas con demasiada cautela y, al hablar de Venezuela y sus relaciones con el gobierno venezolano, uno le observa como pesando y midiendo cada palabra. En este sentido se muestra hipersensible, desconfiado y poco amistoso.
Petro ha dicho sobre la necesidad de devolver Monómeros a Venezuela, pero no usa como argumento lo que debería, que dicha empresa es propiedad nuestra y fue robada por unos piratas con el aval del gobierno de Duque, sino alega el pragmatismo que ella no funciona, no produce como debe, por falta de urea, materia prima que desde acá podemos proporcionar en la cantidad necesaria. Y, Colombia y los colombianos, necesitan que Monómeros opere para que produzca abono suficiente y barato a los productores agrícolas colombianos. La drástica baja de producción o cierre de esa empresa se tradujo en altos costos para los productores, obligados a comprar abono importado.
Y la explicación dada por Petro, en el caso de Monómeros, es casi la misma cuando se refiere a otro tipo de relación o búsqueda de acuerdo con el gobierno venezolano. Pareciera que, en el fondo, no se siente animado a hacerlo por otras razones más nobles o estas las oculta porque eso podría hacerle daño.
Y es que, el gobierno venezolano, en veces por sí mismo y más por lo dispuesto por EEUU, no goza de la amistad y ni siquiera la cordialidad de los gobiernos suramericanos y la gran mayoría de los del resto del continente.
Cuba, pese su historia y la aberrante y vieja indisposición de los gobiernos de Estados Unidos contra el suyo, pareciera gozar de un pequeño nivel de aceptación. Como de un amigo caído en desgracia y nada dispuesto a “hacernos daño”. Tanto es así que, bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, la isla antillana fue el escenario donde se desarrollaron las conversaciones con el movimiento guerrillero y Raúl Castro apareció jugando un rol destacado en todo aquello. Ahora mismo, al hablar del inicio de las conversaciones del gobierno de Petro con el ELN, en busca de acuerdos por la paz, el presidente también ha optado sea Cuba el escenario e imagino que, el movimiento guerrillero, eso ha aceptado con gusto.
Pareciera para Colombia y sus gobernantes que el de Cuba, no sé si es por lo lejos, no es un enemigo y si un ente en quien confiar, pero el gobierno de Venezuela, le luce como distinto. Pero también es verdad que Cuba, suele practicar una diplomacia por demás discreta que sólo dice lo indispensable y le es necesario
Petro a lo largo de su campaña electoral, solía dedicarle tanto tiempo a distanciarse del gobierno venezolano como al abordaje de los problemas inherentes a los colombianos todos. Le incomodaba le asociasen a Maduro, dado el discurso que allá llega acerca de lo que sucede en Venezuela, tanto como para meterle miedo a los empresarios que pudieran ser expropiados y dejados en la ruina y la población toda, como que los y trabajadores se verían sometidos a salarios por demás deprimidos y deprimentes, de lo que sólo esto último, en el gobierno de Maduro prevalece. Pero también el falso discurso relativo a la existencia en Venezuela de una dictadura por demás cruel, donde la gente no puede ni siquiera hablar; tanto que las mascarillas, más que por la pandemia, son unos tapabocas para que nada podamos decir o en caso de hacerlo alguna que otra vez, nadie nos oiga o entienda.
Todo lo dicho anteriormente con respecto a Petro, es lo mismo al hablar de Pedro Castillo en Perú, un presidente a quien en verdad las clases dominantes en política y economía no le dejan hacer, aparte que el pobre tampoco no sabe nada distinto a lo de amenazar a los extranjeros, por no decir venezolanos, con expulsión apenas lleguen a resbalarse. Y tan corta le tienen la cabuya que, el Congreso de su país, sólo por humillarle, le prohibió viajase a Bogotá a la toma de posesión de Petro, a la cual fue invitado. Circunstancias estas que explican la actitud de Castillo de no sólo distanciarse de Venezuela sino de decir cuanta barbaridad se le ocurra en el intento de congraciarse con quienes en Perú de verdad tienen “el toro tomado por los cuernos”.
Lula, pese su peso y hasta independencia, sobrepuesto por encima de las presiones de EEUU y su gran aliado, Jair Bolsonaro, se mantiene lo más lejos que puede del gobierno de Venezuela y hasta, de vez en cuando, deja caer sus críticas, para hacerle saber a quién quiere y le conviene, que el presidente de Venezuela está muy lejos de ser su aliado.
Y si hablamos de Argentina, particularmente del presidente Fernández, hallaremos las mismas coincidencias; decimos esto no tanto por lo del avión, pese hay quienes creen que ese problema puede resolverlo el presidente, asunto sobre el cual no opino porque me faltan razones, sino por su comportamiento, su distanciamiento del gobierno venezolano desde que llegó a la Casa Rosada. Y de Cristina Fernández, no hablemos. Pese su intimidad y desmedido afecto y gratitud por Chávez, por la ayuda invalorable que este dio a la Argentina cuando fue presidente su esposo y las muestras de seguir en lo mismo en los primeros tiempos del gobierno de Maduro, ha puesto desde tiempo atrás una distancia inalcanzable. Tanto que ignora que existe Venezuela y tengamos gobierno y dificultades.
La máxima figura del progresismo en Uruguay, Pepe Mujica, se separó tanto de Venezuela y sus gobernantes que para nada de ellos y ella hace mención. La última vez que se refirió al presidente Maduro le calificó de “Cabra loca”.
Ahora, de manera que creo imprudente, por lo que he dicho y muchas cosas más, el presidente Maduro, se expone a opinar por lo ocurrido en Chile, empezando por decir que, allì “faltó un liderazgo firme, claro, creíble, que se pusiera al frente del texto constitucional”. Y agregó “En Chile mediatizaron el Poder Constituyente originario que despertó del estallido social contra el modelo neoliberal y (contra Sebastián) Piñera en 2019. ¡Qué dolor para los pueblos de América Latina y el Caribe!”.
https://www.aporrea.org/actualidad/n376420.html
Pudiera yo decir lo mismo que el presidente Maduro. Pudo ser cierto, eso creo, a partir de los primeros análisis, “que en Chile mediatizaron el Poder Constituyente originario.” Aquel que emergió de las elecciones derivadas de las gigantescas protestas contra el neoliberalismo de Piñera y la aspiración de reconocer los derechos ancestrales de los Mapuches. Como también pudiéramos decir que la actitud temerosa o demasiado “discreta” de Boric y los partidos progresistas, ese distanciarse del resto de los pueblos de América Latina y mantenerse como en el limbo, mientras el proceso constituyente marchaba, a èste le restò ese liderazgo que demandaba.
Como también es bueno decirlo, haberse conformado con crear un Poder Constituyente que, según las primeras noticias, tomó decisiones sin informar debidamente a la gente, como para que participase en el proceso, en permanente discusión, en lo que tienen responsabilidad todas fuerzas partidarias de derogar la vieja y dictatorial constitución.
Gustavo Petro ha generado una enorme polémica por haber publicado un tuit en el cual dijo “Revivió Pinochet”. Pero luego agregó "Sólo si las fuerzas democráticas y sociales se unen, será posible dejar atrás un pasado que mancha a toda América Latina y abrir las alamedas democráticas". https://www.aporrea.org/internacionales/n376428.html
Sòlo por ese “Reviviò Pinochet”, Petro ha sido objeto de infinitas respuestas de inconformes.
Por todo lo anterior, a nuestro parecer, el presidente Maduro debió mantenerse discreto y a espera del momento oportuno, pues es muy difícil creer, que ahora los astros estén alineados de manera que le favorezca para poder inmiscuirse en un asunto que una buena mayoría, sobre todo de chilenos, piensa que “no tiene vela en ese entierro”. Y el tiro podría salirle por la culata.
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