PRIMERAS DAMAS (Ciro Bianchi Ross)
Muy ameno, interesante y magnífico artículo, com siempre. Oí decir que Batista conoció a Marta cuando el auto presidencial donde transitaba golpeó la bicicleta que ella montaba. La visitó en el hospital varias veces y allí nació el amor. ¿Será verdad?
On Sunday, August 8, 2021, 02:15:56 PM EDT, Ciro Bianchi Ross wrote:
APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross
Primeras Damas
No puedo precisar ahora cuándo comenzó a utilizarse en Cuba el término de Primera Dama para designar a la esposa del Presidente de la República. Supongo que fue durante el gobierno del mayor general Mario García Menocal (1913—1921) pues ni Genoveva Guardiola, esposa de Tomás Estrada Palma y que, por cierto, era hija de un presidente de Honduras, ni América Arias, compañera del mayor general José Miguel Gómez y madre de Miguel Mariano, otro presidente, merecieron tal título, Eran sencillamente las señoras del primer mandatario. Entre 1902 y 1958, 19 presidentes se desempeñaron en la Isla. Algunos de ellos ---Grau. Batista--- detentaron el poder en más de una ocasión, y otros a lo largo de más de un periodo, como Menocal y Machado. De ellos, solo Ramón Grau San Martín fue un solterón empedernido. Batista llevó a Palacio a dos primeras damas, una cada vez.
Fulgencio Batista conoció a la que sería su primera esposa en el Wajay, cuando a comienzos de la década de 1920 era uno de los soldados destacados en la custodia de la residencia campestre del presidente Alfredo Zayas. Se llamaba Elisa Godínez y, como se decía en la época, lavaba para la calle, esto es, era lavandera. Tuvieron una larga relación extramatrimonial, en la que nacieron los dos primeros hijos de la pareja, hasta que contrajeron matrimonio en 1936. En 1940, con el triunfo electoral de Batista, Elisa pasó a ser Primera Dama y el 7 de febrero de 1941, nacía Elisa Aleyda, el tercer vástago de la pareja, primer niño que veía la luz en el Palacio Presidencial.
El amor no fue eterno. Recién llegado a Palacio, Batista conoció a Marta Fernández Miranda, una humilde muchacha de Marianao que, se dice, integraba el séquito de Mary Moranderyra, poetisa gallega avecindada en La Habana que tenía acceso a sectores de la alta sociedad habanera. Fue así que conoció al abogado santiaguero Andrés Domingo y Morales del Castillo, que en 1954-55 ocuparía de manera interina la Presidencia de la República, y que en múltiples negocios oficiaba como testaferro de Batista y era, junto con Manuel Pérez Benita la persona mas allegada al dictador desde 1933 cuando actuó como juez por los sucesos del Hotel Nacional. Es posible que fuera Andrés Domingo el trampolín que permitió a Marta relacionarse con el militar, pero el inicio de la relación entre ambos sigue siendo un misterio. Nada aclara al respecto el general Roberto Fernández Miranda, hermano de Marta, en su libro Mis relaciones con el general Batista. Quizás Roberto Batista esclarezca el asunto en su libro Hijo de Batista, recién publicado en España y que aún no hemos leído.
Batista y Marta contraerán matrimonio en 1945, el mismo año en el que ya el ex presidente se divorcia de Elisa, pero Jorge, el primer hijo de la pareja había nacido en 1942 en la finca Kuquine, donde los tórtolos se habían refugiado. Por cierto, Kuquine viene de Kuqui, que era como Marta llamaba en la intimidad a Batista, con quien tuvo cinco hijos. Digamos de paso que el divorcio, por división de bienes gananciales, reportó a Elisa once millones de pesos.
MARIANA DE MENOCAL
Genoveva Guardiola de Estrada Palma era toda modestia y sencillez. Sentada en una comadrita en un balcón de Palacio zurcía los calcetines de su esposo, el Presidente, que pese a su posición tenía solo tres trajes. Era pequeña y delgada. Usaba los zapatos hasta gastarlos y lucía como única prenda su alianza de matrimonio, un aro liso, de oro,
Mariana Seba de García Menocal, en cambio, gastaba con distinción y elegancia lo que robaba el marido en la Presidencia. Cuando en 1920 estrenaron como inquilinos el Palacio Presidencial gastaron millón y medio de dólares en la casa Tiffany, de Nueva York, en adornos para el edificio. Menocal cesó en la Presidencia y, con doña Mariana, se instaló en París. En la capital francesa vacacionaban entonces los reyes de España, Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia. Salió la reina de compras una tarde y regresó al hotel entusiasmada con el collar en venta en una de las joyerías más famosas de la urbe. Pidió al marido el dinero para comprarlo, pero Alfonso se negó de plano; más que caro, aquello era un abuso. Pero Victoria Eugenia quería el collar de cualquier manera y pidió el dinero una y otra vez hasta que al fin Alfonso soltó la plata y ella corrió a la joyería. Decepción; el collar había sido vendido. Lo que regresó al hotel no fue una mujer, sino la furia misma y como cualquier vecina cantó las cuarenta al marido.
Miserable, tacaño… de no haber vacilado tanto, el collar hoy fuera mío, pero ya ni esperanza… Se vendió, comentó apesadumbrada la reina. ¿Quién lo compró? Inquirió Alfonso. La esposa del general Menocal, respondió ella. Dijo el monarca: Querida mía, ¿qué le vamos a hacer? Yo soy solo el Rey de España y él es un ex presidente de la República de Cuba.
María Jaén, la esposa de Zayas, era gorda, muy gorda. Laura Bertini esposa de Céspedes, solo duró 23 días como Primera Dama, los mismos que estuvo el marido en el poder. Era italiana y fue de las tres Primeras Damas que nacieron fuera de Cuba: Genoveva Guardiola, en Honduras, y Marcela Cleard, en Holanda. Cuando José Agripino Barnet y Vinajeras cesó en la primera magistratura, Marcela quedó en Palacio supervisando el protocolo y la etiqueta. Enseñó a comer a más de un Presidente y sentó pautas en más de una familia presidencial.
Carmela Ledón de Mendieta era una mujer honesta y muy enamorada de su marido, al punto de que hija única que tuvo el matrimonio se sentía como una extraña ante aquella pareja. Nadie pudo acusarla de meter la mano en el Tesoro de la nación ni de apadrinar ministros ladrones. Pero nunca vio las manchas de su esposo, como tampoco vio las del suyo Leonor Montes –Nonona—de Laredo Bru, adornada de todas las virtudes de las criollas de buena cepa y de todas sus limitaciones también. Cuando enviudó, se apresuró a construir con los ahorros del esposo el edificio N en N entre 21 y 23, El Vedado.
Elisa (Yoyó) Edelman, hija de un presidente del Tribunal Supremo, fue la esposa de Carlos Hevía, que pasó treinta y ocho horas en la Presidencia. Más breve aún –seis horas— fue el mandato interino de Manuel Márquez Sterling, casado con su prima Mercedes. También con una prima, Elvira, casó Gerardo Machado. Serafina Diago fue la esposa de Miguel Mariano Gómez, destituido por el Congreso, presionado por Batista, siete meses después de haber tomado posesión.
DOÑA AMÉRICA
América Arias de Gómez fue siempre Doña América. Renée Méndez Capote la recordaba sencilla en medio de una gran fortuna creciente, sobre la que le estaba prohibido indagar de dónde procedía y cómo se incrementaba. Durante la Guerra de Independencia fue correo de los mambises y una segura colaboradora del marido cuando José Miguel, antes de convertirse en el tiburón que se bañaba y salpicaba, encabezaba en la manigua la valiente caballería espirituana. Fue una gran cubana. Un busto perpetúa su memoria en las inmediaciones del antiguo Palacio Presidencial y un hospital materno lleva su nombre.
Como Grau San Martín era soltero, el título de Primera Dama correspondía a veces a su cuñada Paulina Alsina y en otras, a su sobrina Polita. No se casó nunca, pero tuvo un gran amor secreto con un enfermera norteamericana a quien conoció en los tempranos años 30 en un hospital estadounidense y con quien mantuvo relaciones epistolares hasta 1965. Ya casi al final de su vida, confesó a sus sobrinos que no llegó al matrimonio con aquella mujer porque él era católico y ella, protestante y él no podía darle ese dolor a su madre.
María (Mary) Tarrero se desempeñaba como taquígrafa del Senado y de los 54 senadores en ejercicio se enamoró del único que llegó a Presidente, Carlos Prío Socarrás. Tuvieron dos hijas; una de ellas nació en el Palacio Presidencial. Falleció en Miami el 23 de septiembre de 2010 y en su entierro se leyó la carta en la que el presidente Obama y su esposa daban el pésame a la familia y un melancólico cornetín dejó escuchar las notas del Himno Nacional cantado por todos los presentes con voces temblorosas para decir adiós a la Primera Dama.
Vaya de cierre un anécdota. En una ocasión, en Miami, discurrían el ex presidente Prio y Max Lesnik, su viejo enemigo de los días de la Ortodoxia. Conversaban sobre eso que los vascos llaman lipori, esto es, la pena que embarga a un sujeto por el papelazo o el ridículo en que incurre otra persona. La pena ajena, como también se le llama. Y Max, director entonces de la revista Réplica, superadas las diferencias y contradicciones del pasado, quería que el ex mandatario le relatase cuál era su peor momento en ese sentido, cuál era la pena ajena mayúscula que lo había agobiado.
No demoró Prio su respuesta. Contó que en 1948, hizo como Presidente electo una visita a México, y allí, él y esposa, fueron recibidos con los honores que son de suponer por el mandatario mexicano Miguel Alemán Valdés y señora.
No existían entonces las medidas de seguridad que se impusieron después y las dos parejas salieron a recorrer la ciudad en un auto descapotable. Alemán quería que Prío viera cómo había cambiado y crecido la capital mexicana desde los días que el cubano había pasado exiliado en ella.
De pronto el convertible se detuvo ante un semáforo y un individuo situado al borde dela acera, sin ningún recato, se dirigió a su Presidente.
-Oiga, don Miguel, hasta cuándo va a estar usted con esa vieja fea… Búsquese una mujer bonita como Doña Mary.
Prio confesó a Max Lesnik que el no supo dónde meter la cara. Todavía se recuerda la espléndida belleza de Mary Tarrero.
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