DE LOS ALBORES DEL MVR Y EL PSUV. DE LOS TIEMPORS DE LOS CIRCULOS BOLIVARIANOS (Eligio Damas )
De los albores del MVR y el Psuv. De los tiempos de los círculos bolivarianos.
Eligio Damas
Este trabajo forma parte de una mayor bajo el título ¿Por qué Chávez escogería a Maduro? Es largo, porque intenta despejar esa pregunta o incógnita desde sus inicios. Pero por ahora me limitaré a publicar en este espacio esta especie de crónica que tiene fundamentos para que cualquier imaginario, no un científico social, saque o adelante conclusiones.
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Nuestra experiencia dentro de ese fenómeno que solemos llamar chavismo, viene desde 1997, cuando Chávez poco significaba en las encuestas. Un pariente, atraído a su vez por otro, puso interés que asistiese a unas reuniones de partidarios de aquella novedosa corriente que, semanalmente se hacían en dos locales ubicados en diferentes sitios de la ciudad de Barcelona. Comencé a asistir, más por curiosidad, complacer a quien insistía en invitarme que por interés en la política y el tema electoral. Entonces, en Barcelona, que supiese, los partidarios de Hugo Chávez se reunían sólo en esos dos locales a los cuales asistían personas distintas y se hablaba en lenguaje diferente. En uno de ellos, prevalecían personas provenientes del sector militar, de la Liga Socialista, “Tercer Camino”, y esos desprendimientos del liderazgo de Douglas Bravo o con la anuencia de éste e independientes entonces, pero de varias y viejas afiliaciones a los viejos partidos de la época del puntofijismo, hastiados de aquellos, sus prácticas y hasta quizás intentando insertarse en la política como no lo habían podido hacer hasta entonces. Quienes asistían a este local parecían o fingía ser como más apegados a lo que venía sucediendo y a las prácticas desde el MBR-200; las reuniones se iniciaban y cerraban cantando el himno nacional. Incluso, a quienes acudían por primera vez a las noches de reuniones, se les tomaba juramento, en la misma manera que solía hacerlo en distintas circunstancias el comandante Hugo Chávez. Creo necesario, por lo curioso que para mí esto tiene, subrayar que, en este pequeño universo chavista, que se congregaba en el local conocido como “Cocolandia”, en virtud que anteriormente allí hubo un negocio donde se vendían cocos tiernos y agua del mismo fruto en vasos y botellas, de la entonces llamada Avenida Andrés Bello o Intercomunal, rebautizada posteriormente como Jorge Rodríguez, la misma que comunica a Barcelona con Puerto La Cruz, se congregaban, como ya dije, abundantes ex militares, provenientes o no del MBR-200 y en gran medida los militantes de la “Liga Socialista”, quienes se aparecían allí incorporados al recién nacido MVR o Movimiento Quinta República, sin dejar de operar dentro de este como si fuesen militantes de aquella organización que se mantenía viva allá afuera. También gente de esos grupos, como derivados de lo que fueron las fuerzas de Douglas Bravo. De esa práctica, sobre la cual no emití ningún juicio de opinión, sobre todo tomando en cuenta que sabiéndose eso, era demasiado notorio, nadie jamás hizo objeción alguna. Posteriormente escuché al comandante Chávez justificar a aquello o por lo menos aceptarlo como algo inevitable, sin pensar ni sugerir que pudiese provocar o implicar ningún futuro malestar. Lo que sí percibí claramente, es que allí cada quien estaba cuadrado, agrupado y comprometido y, quienes no, siempre estábamos como ausentes.
En el otro local, ubicado en el centro de Barcelona, se reunía otra gente. Era un grupo como más heterogéneo. La presencia de ex militares, cuantitativamente hablando, tenía poco peso y los de esa procedencia eran poco dados a hacerse notar, emitir sus opiniones, pero muy activos en el desarrollo de las tareas derivadas de cada reunión. Los demás, eran independientes de izquierda o insatisfechos con lo que sucedía en Venezuela o ex militantes de viejos partidos revolucionarios como el MIR, PCV, MEP y otros. Los de la “Liga Socialista” y los otros grupos, allí no acudían. En este otro pequeño universo se percibía fácilmente que cada quien asumía su militancia al nuevo partido, el MVR, sin ataduras particulares entre ellos y menos por sus viejas militancias. Cada quien allí, como me gusta decir, llegó por sus propios pies y conciencia. Allí no había grupos ni rencillas por nada, menos por asuntos burocráticos o de baja naturaleza.
Después de asistir a unas cuantas reuniones de ambos, llamémosles “frentes”, pero los dos identificados con el MVR y la candidatura de Chávez, que apenas tendría dos o tres puntos en las encuestas, opté por quedarme en el segundo de los nombrados. En este grupo, eso me llamó la atención sobremanera, casi nunca, salvo contadas excepciones y ante circunstancias muy justificadas se cantaba el himno nacional. Además, la incorporación de gente nueva se hacía de manera informal, menos religiosa, pues se limitaba a hacerles firmar el acta de asistencia, la lista de militantes, recibirles con exaltados aplausos en la medida que se les nombraba, previa solicitud de ellos de incorporarse al movimiento y sin que mediase acto de juramentación alguno. Porque, como sucedió conmigo, cualquiera podía asistir a las reuniones o asambleas, porque ya eran eso, sin necesidad de militar ni contraer compromiso alguno. En efecto, fue en la cuarta oportunidad que asistí a una de esas reuniones, cuando decidí solicitar se me incorporase como militante para lo que hube de firmar la lista de asistencia y de militancia. Fui recibido con generosos aplausos y de inmediato comencé a participar en las tareas que allí se diseñaban que ya estaban, en buena medida, dedicadas a hacer propaganda electoral e ir gestionando la incorporación de nueva gente. Pero sucedía algo trascendente, allí se debatía sobre lo estratégico y acerca de la naturaleza del partido que debía nacer. Se hacían diagnósticos de la coyuntura y de la historia nacional en su conjunto y se escuchaban propuestos de lo por hacer y la naturaleza del partido que se debía construir. Fue una etapa de mucha creatividad y bastante de eso se recoge en este trabajo que, como ya dije, lo que el lector lee, es sólo el inicio.
Opté por incorporarme a ese “frente”, porque pude percibir que allí no había grupos. Cada quien, para decirlo con una frase muy estereotipada, era él y sus circunstancias. Ya había observado, como antes comenté, que quienes se reunían en “Cocolandia”, formaban un sector dividido en grupos de manera muy marcada y hasta era frecuente que los oradores, ante cualquier asunto discrepasen duramente y diesen cabida a confrontaciones grupales y eso solían manifestarlo en tono poco amigable y compañeril. Era frecuente que, cuando alguien hablase y dijese algo que no entraba en la percepción de uno de los grupos, se le apostrofase y aplicase adjetivos como “cuarto republicano”, adeco o reaccionario. Hasta llamar a alguien compañero y no camarada, daba origen a abucheos y rechazos. Además, era evidente que, cada debate, parecía desarrollarse como obedeciendo a un guion, donde unos se sentían como obligados a apoyar lo que alguien dijese. Generalmente, los debates se polarizaban en dos o tres tendencias y quien no estuviese encuadrado en alguna de ellas era casi absolutamente ignorado. Pero también solían tener el defecto de ser muy pragmáticos; generalmente se centraban en tareas y sobre todo quienes debían liderarlas. Al momento de votar para la toma de decisiones, se evidenciaba aquella polarización y la marginación de quienes no aparecían vinculados a grupo alguno. Quien opinase desde el bando de los no comprometidos como yo, sin importar lo que dijese era ignorado y uno terminaba por convencerse que nunca dijo nada o por lo menos, si algo dijo, careció de importancia. Nuestras propuestas no eran sometidas a votación, como si no hubiésemos dicho nada.
Eran unos debates pues centrados en el pragmatismo, eso que un viejo amigo solía llamar “tareismo” y nada que ver con lo que en esencia implica la política, los asuntos de orden estratégico, táctico, sobre el tema de partido y el rol de este en el proyecto revolucionario. Pero también se notaba que allí se debatía por el control del movimiento o lograr un repartimiento “equitativo”.
En el grupo al cual me incorporé al MVR era totalmente distinto. Las reuniones comenzaban por discutir un orden del día presentado por el grupo dirigente que podía ser modificado o enriquecido por proposición de cualquiera de los asistentes, aunque no fuese militante. Generalmente se iniciaba, con un asunto que atendiese a la elaboración de lo que creíamos debía ser la estrategia, los fines de aquella tarea que intentábamos abordar. Era un cómo preguntarnos ¿por qué estamos aquí juntos y para qué? El lenguaje era más uniforme y hasta más enriquecido y enriquecedor. No se percibían pugnas y, quienes a él nos incorporábamos, optábamos por aceptar como pertinente al grupo que estaba dirigiéndole desde su nacimiento que era demasiado breve. Por eso también las discusiones eran más libres y parecía que ante cada asunto que se discutía no había acuerdos previos o consenso adelantado, sino que se notaba la libertad e independencia de cada quien; los acuerdos podían resultar de la propuesta hecha por alguien hasta recién llegado y a quien se le sabía al margen de cualquier compromiso distinto al de aquel colectivo.
Allí, alentados por quienes conocían lo que Chávez venía planteando, hablaron de la refundación de la república y del proceso constituyente, dando origen a debates que calificamos como esclarecedores y ricos, que no se daban en el otro espacio. Por estas conversaciones, en aquel tiempo, a solicitud de los compañeros o compatriotas como nos solíamos llamar, escribimos cosas como que pudieran servir de alguna utilidad.
Me llamó la atención desde el primer momento que ambos grupos mantenían una relación como de independencia. Tanto que en el seno del cual opté por quedarme se acordaban cosas para proponerlas al otro en busca de acuerdos para el desarrollo común de actividades y el coordinador de nuestro grupo, acudía a las reuniones del grupo directivo del otro en representación nuestra. Sólo en la oportunidad cuando se efectuaron las elecciones presidenciales en las cuales Chávez participó como candidato, acordamos sumarnos a realizar algunas tareas en común con el otro grupo.
No obstante, el sector que se reunía en Cocolandia, por los contactos que mantenía con la Dirección Nacional, entonces representada por Luis Miquilena, quien controlaba el partido, se consolidó como la dirección regional. Pues dentro de aquella confrontación y suma de contradicciones estaba la verdadera representación de lo que entonces era el MVR. Ajeno absolutamente al sector de soñadores y aliados sin intereses particulares o grupales, que nos reuníamos en otro sitio y terminamos rápidamente marginados.
Ahora no sé si seguiré contando esta historia y aportando lo que entonces discutíamos, depende del interés del lector.
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