JEUS FARIAS, PADRE E HIJO, TEODORO PETKOF, EL MONETARISMO Y LAS PRESTACIONES SOCIALES( Eligio Damas)
Jesús Farías, padre e hijo, Teodoro Petkof, el monetarismo y las prestaciones sociales
Eligio Damas
Suelo decir que de economía sé muy poco, aunque dándole libertad al lenguaje, nada sé; salvo las pocas lecciones que recibí de teoría económica en las escuelas de derecho y sociología, carreras que no terminé, por los avatares de nuestra vida en la década del sesenta y principios del setenta y haber sido un paria, que abandonó su ciudad natal para evadir la persecución política y no haber tenido eso que casi todo el mundo tiene, un grupo familiar en el cual guarecerse y apoyarse.
Eso sí, lo digo con orgullo y agradecimiento, en ambos casos fui alumno del padre Juan Bautista Pernaut quien, pese ser entonces, un viejo cascarrabias de la derecha, fue un excelente pedagogo. Las primeras grandes enseñanzas de la pedagogía, de las técnicas para el aprendizaje la obtuve de aquel cura en veces aparentemente intolerante, recurso que formaba parte de su estrategia.
Su “intolerancia”, según nuestra percepción, consistía en no aceptarle a ninguno de sus alumnos en ejercicio de evaluación, un juicio aprendido de memoria, una repetición de algo leído o escuchado sin haber digerido o comprendido a plenitud. Aunque repitiesen sus propias lecciones. Siempre se ponía del lado opuesto. El cura jorungaba hasta el cansancio para obligarle a uno a elaborar sus propias respuestas y hasta exprimir el concepto expresado y atraparlo para “siempre”.
Pero también tuve la fortuna de formar parte de los cuadros juveniles de AD, desde 1957 y luego en el MIR, partido del cual fui de los fundadores; mi nombre aparece en el acta fundacional del mismo nacionalmente y eso me permitió tener amigos por demás talentosos, estudiosos, cultos de los cuales no nombraré ninguno porque sería una lista muy larga y quien a buen árbol se arrima.
En aquellos grupos de militantes no se discutía de negocio, de cuánto me voy a ganar en esa movida, de repartir mortadela o alcanzar cargos sin tener preparación para ello, sino de cosas relacionadas con la política, como economía, filosofía, sociología, historia y hasta antropología. Y en las reuniones informales, esas donde uno se evadía, las conversaciones se centraban especialmente en la narrativa y poesía. Lorca, Kafka, Sartre, Cervantes, Ciro Alegría, Neruda, entraban en nuestras habituales charlas y gente como yo, de los más quedados, aprendía algo.
Suelo decirle ahora a quienes tienen la paciencia y bondad de escucharme que, hasta asuntos relativos a las concepciones acerca de partido, según la legalidad o la clandestinidad, para que sirva de mecanismo para el ejercicio de la democracia y de expresión de la voluntad popular, eran temas de discusiones permanentes en aquellos grupos. Este es un tema al que nadie o muy pocos le prestan atención, tanto en la derecha como en la izquierda y siguen repitiendo los mismos conceptos de la ortodoxia.
Por todo y pese lo anterior, sigo diciendo que nada sé de economía. Pero las teorías del monetarismo, siendo el dinero una simple invención humana, un imaginario, para facilitar las operaciones de intercambio, dada las complicaciones del trueque, no me sirven para entender que, para aumentar la productividad o la producción, es indispensable que los trabajadores deban vender su mercancía, su fuerza de trabajo, a precios viles.
Pero eso no es tema de mi dominio o suficiente conocimiento. Para explicar eso están quienes de eso saben y lo están haciendo, pese toda la reacción que contra ellos se dirige.
Pero entiendo con suficiente facilidad que el monetarismo no explica lo venezolano dado que, según las cifras, la masa de dinero que circula en Venezuela, sobre todo por los bajos salarios, no justifican las alzas de los precios que si atienden a las manipulaciones cambiarias y la simple especulación. Aquí mismo, cerca de mi casa, compré en diciembre, un bombillo que pagué en moneda nacional, siendo su precio tres dólares, entonces unos cuatro millones de bolívares. Hoy, en el mismo negocio, su precio es de 10 dólares, unos cuarenta y tantos millones de bolívares. Es decir, no sólo subió el precio en bolívares por la devaluación de la moneda, sino también más de 7 dólares o doscientos por ciento y más. ¿Cómo explicar esto? ¿Por qué se permite eso?
En todo caso, el monetarismo es una vieja concepción, muy del gusto de la derecha y del capital, que un determinado momento pudiera tener valor y significado. Pero me resulta muy cuesta arriba, entender que el viejo Jesús Farías, creo nativo de Falcón, dirigente de los trabajadores petroleros del Zulia, se hubiese puesto de parte de los empresarios petroleros y del gobierno para defender la idea que a estos no había que subirle los salarios para evitar inflación. Hay cosas que pudieran ser verdades, armas eficaces, pero razones de clase y de moral no son propias para que ellas las defienda o maneje todo el mundo. Al empresario le corresponde defender lo que cree su verdad y manejar las armas que asume como eficaces y moralmente aceptables.
Recuerdo que cuando Caldera, en su segundo gobierno, el del chiripero, designó jefe de su gabinete económico, el cargo tenía otro nombre, a Teodoro Petkof, empezaba a tomar fuerza la idea de derogar la Ley del trabajo, sobre todo por aquello del pago de las prestaciones en base al último salario, un amigo nuestro, profesor e investigador de la UDO, llegó a mi casa de visita y me informó que, a la mañana siguiente, viajaría a Caracas a entrevistar al dirigente del MAS, a quien en aquel momento él admiraba y le veía como el iniciador de la reactivación de una economía que llevaba años dando tumbos por el viejo asunto estructural, el rentismo, bajos precios del petróleo, en lo que los gobiernos de Venezuela tenían mucha responsabilidad por prestarse al juego gringo de sabotear a la OPEP violando las cuotas de producción.
En aquellos tiempos no se hablada de indexación sino de escala móvil de salario, propuesta que habíamos desechado porque le quitaba fuerza al combate por el contrato, todos los demás asuntos inherentes a éste y, en consecuencia, a los componentes de la lucha de clases.
Por todo eso y pese lo último, dije a mi amigo, “dile a Teodoro de mi parte, pues él y yo hemos hablado unas tres veces y por un asunto muy particular debe recordarme, que no asuma ese cargo para resolverle a la clase empresarial sus asuntos. Y sí, que él, como ministro y representante, como hombre de la izquierda, de los trabajadores, proponga al sector empresarial un cambio, lo relativo a las prestaciones sociales, por una especie de escala móvil de salario, de manera que, a cada movida hacia arriba de los precios, se muevan los salarios, pese no me gusta. Pero que no entregue esa conquista de los trabajadores a cambio de nada.”
Los empresarios entonces, usaban el argumento, siempre tendrán uno a mano, que lo relativo a las prestaciones les evitaba contratar más y abundante mano de obra y estar en disposición a aumentar los salarios. Y lo triste de todo aquello, es que Teodoro se convirtió en portavoz de aquella prédica.
Y le agregué a mi contertulio, “óyeme tú también amigo mío, dile a Teodoro, no se convierta él en vocero de los reclamos y argumentos de los empresarios. Que sean ellos quienes defiendan lo suyo. Pues suponemos, tú y yo, a Teodoro del lado de los trabajadores. Cada quien debe defender lo suyo. Los empresarios que defiendan una modificación de la ley y el cambio de la manera de pagar las prestaciones y los trabajadores tal como ella está o un cambio por algo sustancial”.
La historia es conocida. Teodoro contribuyó a que Caldera entregara una conquista vital de los trabajadores a cambio de nada. Pues las ofertas del empresariado de aumentar el volumen empleo y pagar mejores salarios quedaron en el olvido. Más no estando obligados por ley.
La función de los partidarios de un modelo distinto al que ahora impera, no es convertirse en portavoces de las clases y grupos que dominan, sino de las propuestas de cambio. Es posible, ya dije que nada sé de economía, pero si estoy consciente que toda propuesta que descomponga el modelo, lo desorganice y disponga a los trabajadores a luchar por el cambio, es lo mejor que un revolucionario puede hacer; y lo de llamar al conformismo, “porque la masa monetaria circulantes es excesiva y presiona el alza de los precios”, es un discurso de la derecha, de la clase empresarial, de los contarios a los trabajadores. Eso nunca lo hubiese dicho el viejo Jesús Farías y sí, algo parecido, dijo e hizo Teodoro Petkof.
Reply Reply All Forward
Comentarios
Publicar un comentario