EL SERENO FIGURA LEJENDARIA( Ciro Bianchi Ross)
El sereno, figura legendaria
Los primitivos habitantes de Cuba se alumbraron con teas y antorchas; obtenían fuego mediante la frotación de maderas resinosas. El cocuyo fue para ellos otro surtidor de luz. Relata el cronista López de Gomara, en su Historia general de las Indias (1552) que alumbrados por cocuyos, los aborígenes bailan, tejen, cosen, pintan, bailan y cazan de noche. Los llevan atados al dedo pulgar de los pies y en las manos…
Los primeros colonizadores debieron seguir valiéndose de esos recursos para alumbrarse. Pero esa manera fue haciéndose cada vez más obsoleta y marginal a medida que se introducían en la Isla otras modalidades de alumbrado. Un testimonio de 1595 refiere que las familias se alumbraban con velas de sebo, abundantes en el país, mientras los ricos preferían velones traídos de Sevilla y que alimentaban con aceite de oliva. Añade el testimoniante que una vez que caía la noche , nadie salía a la calle y el que tenia que hacerlo con urgencia se hacía acompañar de hombres con armas y linternas a fin de protegerse de los perros jíbaros que vagaban por la ciudad y de los negros cimarrones que buscaban comida en la zona poblada.
Escribe el historiador Pezuela que la capital cubana no conoció de ningún alumbrado regular hasta mediados del siglo XVIII. En 1787 el gobernador Ezpeleta estableció las bases de un mezquino alumbrado público. Fue el primer intento, si bien desde mucho antes reiteradas órdenes de las autoridades coloniales obligaban a los vecinos pudientes, dueños de casas de mampostería, a mantener un farol o linterna en la fachada de sus moradas, obligación de la que quedaban relevados en noches de luna.
El alumbrado dispuesto por Ezpeleta se reducía a una farola de vidrio en cada cuadra o manzana. Esto, aunque debió mejorar la circulación nocturna, seguió obligando a los caminantes a portar sus propios medios de iluminación. Era costumbre entonces que los esclavos alumbraran el paso de sus amos. En 1809, el marqués de Someruelos, a la sazón Gobernador de la Isla, imponía medidas extremas. Prohibió que los carruajes circularan cubiertos después del toque de las oraciones y dispuso que después de las once solo se pudiera andar en la calle si se portaba un farol y si existía una razón gente o de peso. Las personas de distinción, con el vestuario correspondiente a su estado y clase, quedaban eximidas del farol, pero si se movían en carruajes, luego del toque de las ánimas, el vehículo debía ir iluminado.
El teniente general Miguel Tacón, que gobernó la Isla entre 1834 y 1838 mejoró el alumbrado público e introdujo una figura que se haría legendaria en la noche habanera, el sereno, un vigilante nocturno que recorría el vecindario y de cuando en cuando y de viva voz anunciaba la hora y el estado del tiempo y que, si se daba el caso, debía atrapar al delincuente y conducirlo detenido.
Después del descubrimiento de los campos petroleros de Pennsylvania, comenzaron a difundirse en el mundo, y también en Cuba, las lámparas de hidrocarburos líquidos. Producían una llama estable y una clara iluminación. Como resultado salieron al mercado muchas variedades de petróleo que sirvieron de combustible a las nuevas lámparas. Entre ellos uno de marca Luz Brillante, término que todavía se usa en Cuba para designar al keroseno y otras sustancias semejantes.
En 1826, un norteamericano de paso por Cuba hizo una demostración del alumbrado con gas, sistema que no se impuso sino a partir de 1844. La Compañía Española monopolizó su distribución y lo elaboraba en sitos como Tallapiedra o el Rincón de Melones, donde desde1886 se fabricó todo el gas para el alumbrado. Con la instalación de este sistema, los faroles públicos se multiplicaron e hizo que se incrementara en La Habana la vida nocturna, tanto recreativa como cultural.
Con todo, era un alumbrado ineficiente y dañino para la salud. Mejoró notablemente cuando sus faroles pudieron modernizarse con la camiseta incandescente Auer. Esas camisetas llegaron al alumbrado habanero en 1904 y redundaron en una luz de mayor calidad. Pero la electricidad terminaría por imponerse, sobre todo a partir de la aparición de las lámparas incandescente con filamento de tungsteno, de potencia y eficacia elevada.
Las antiguas farolas de gas se adaptaron pata que asimilaran el nuevo sistema. Esas farolas transformadas no se encendían automáticamente. Surgió con ellas el farolero, un sujeto que valiéndose de un madero fino y largo conectaba la farola cuando empezaba la noche y las apagaba al amanecer. Dicen que hubo farolero hasta la cada de 1950, y no solo en La Habana Vieja. Los serenos duraron un poco más. Eran, generalmente, trabajadores por cuenta propia que ajustaban su trabajo con los inquilinos de las viviendas.
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Ciro Bianchi Ross
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