PASEO DE CARLOS III ( Ciro Bianchi Ross)

Ciro Bianchi Ross Paseo de Carlos III ¿Sabia usted que la Avenida de Carlos III se llamó en sus orígenes Paseo Militar y también Paseo de Tacón? ¿Qué en 1902, con la instauración de la República, se llamó Avenida de la Independencia? ¿Sabía usted que esa avenida lleva, desde 1974, el nombre de Salvador Allende? Nadie, sin embargo, la llama de esa manera. Para los habaneros y tal vez para todos los cubanos, Carlos III sigue siendo Carlos III, como la nombró la voz popular desde que se emplazara la estatua de ese monarca español al comienzo del Paseo, a la altura de la Calzada de Belascoaín. Un gobernante de mano dura como Tacón fue asimismo un constructor infatigable. Asumió el mando de la Colonia en 1834 y cesó en el cargo en 1838, cuando se vio obligado a regresar a España en calidad de “residenciado”. En esos cuatro años de gobierno, trazó nuevas calles, rotuló con sus nombres las vías existentes, puso número a los locales y, entre otras obras, se acometieron en su mandato la construcción del Gran Teatro, la Nueva Cárcel y el mercado de la Plaza del Vapor. Edificios todos que llevaron el nombre de este Gobernador y Capitán General. Con esa manía de perpetuarse a través de las obras públicas puso también su nombre a este paseo. La Habana ciertamente necesitaba de un paseo cómodo y hermoso que sirviera además de sitio de esparcimiento de los vecinos de la villa que crecía fuera de las murallas. Tendría además una función utilitaria: la de propiciar una vía más para llegar al castillo del Príncipe. El Paseo se iniciaba en la intersección de Belascoain y Reina, arteria esta llamada entonces de San Luis Gonzaga, atravesaba los sitios llamados de Peñalver y seguía hasta el Príncipe con una extensión de 1 210 metros y un ancho de 51. Esta ruta acortaba enormemente la distancia entre La Habana intramuros y la fortaleza pues antes de su construcción se imponía un rodeo por el camino de San Lázaro y la canteras. Escribía el propio Tacón al respecto: “Carecía la capital de un paseo de campo, donde se pudiera respirar el aire puro y libre, y me resolví a emprenderle desde el campo que llaman de Peñalver hasta la falda de la colina donde se halla el castillo del Príncipe. Quedó realizado el Paseo con arboleda, jardines, fuentes, cascadas y estanques que sirviéndole de adorno, hacen la atmósfera fresca y agradable y satisfacen a la concurrencia, que es siempre numerosa, particularmente en los días festivos”. Disponía el Paseo de Tacón de tres calles con una anchura de 60 varas y cuatro filas de árboles para dividirlas. Las dos calles laterales tenían bancos de piedra en sus intermedios, y la central, de triple ancho que las otras, se destinaba al tránsito de los carruajes. Lo embellecían cinco glorietas, trazadas a distancias distintas, rodeadas de verjas y con asientos circulares. Las dos primeras glorietas eran de sillería y las demás de banquetas de piedra. Todas adoradas con pinos de Nueva Holanda. La rotonda o glorieta más decorada erala primera, cerca de Belascoain, que era la que iniciaba el Paseo. Ostentaba a cada lado dos pilares de piedra que sostenían sendos leones tallados en mármol y que miraban al Oriente. Exhibía dos columnas dóricas, que se conservan, estriadas desde la base hasta las dos terceras partes de las mismas. Las remata un capitel sencillo y sobre el capitel un jarrón bien proporcionado. Fue en esta rotonda donde se colocó la estatua de Carlos III. Ciento cincuenta metros más allá se erigió la Columna o Fuente de Ceres. Le seguían, a prudente distancia la Fuente de los Aldeanos o de las Frutas; la Fuente de los Sátiros o de las Flores y la Fuente de Esculapio. L segunda rotonda estaba situada a la altura de la Calzada de Infanta. Y la última en el lugar donde arrancaba la Calzada de Zapata, único camino entonces para llegar al cementerio de Colón. Nunca se supo bien si fue una burla colocar la estatua, que representaba al dios de la Medicina, en el camino del cementerio. Como si estuviera allí para despedir a los que no pudo salvar. Sufrió el Paseo vicisitudes de diversa índole a lo largo de la historia republicana. En 1955 Carlos III fue víctima de un desaguisado urbanístico: se arrancó sin piedad su arbolado antiguo y frondoso y se le suprimieron las columnas, aunque algunas se restituyeron después. Sus estatuas y fuentes fueron desapareciendo con el tiempo. Hoy Carlos III sigue siendo una de las calles mas transitadas de La Habana. Importante nexo entre los municipio de Boyeros, Plaza y Playa con el centro dela ciudad. Algunas de sus edificaciones cambiaron de uso. El edificio de la mal llamada Compañía Cubana de Electricidad alberga al Ministerio de Energía y Minas. La mansión del millonario Alfredo Hornedo, muy maltratada, es la casa municipal de cultura. El antiguo mercado o plaza de Carlos III sigue siendo un concurrido centro comercial. l -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/ http://cbianchiross.blogia.com/

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