LOS GRIEGOS, LA AN, CONTRATOS DE TRABAJO Y EL AUMENTO SALARIAL(Eligio Damas)

Los griegos, la AN, contratos de trabajo y el aumento salarial Eligio Damas Bien sé que recordar a los griegos es casi un lugar común cuando se habla de arte, poesía, escultura, pintura, filosofía, política, etc. Pero no queda a uno otra alternativa, pese lo tilden de fastidioso o presumido -da igual-, que volver sobre los ilustres descendientes de Helenos y Pelasgos, cuando se trata de buscar los orígenes de muchas de nuestras instituciones políticas. Los griegos, en cualquiera de las ciudades expandidas por la parte continental europea, en el área peninsular que los clásicos llamaron el "Peloponeso" o en el sector asiático, no se andaban con remilgos o escondederas detrás de un lenguaje "balurdo" y presumido en el momento de mejorar su “democracia. Que era esclavista y con linaje, pero así y todo siempre le han llamado de esa manera por convencionalismos, pero sujeta a cambios frecuentes para resolver los enfrentamientos, eso que ahora solemos llamar contradicciones, entre quienes ellos admitían como ciudadanos. Y justamente por eso, que sólo amparaba a una parte de ese universo, le llamaron democracia. Y de esas ciudades griegas, la que más se destacó fue Atenas. Fue en ella, ubicada en el norte del "Peloponeso", en la costa oeste del mar Egeo, donde nació la figura del representante popular a los órganos del poder público con asignación pecuniaria del Estado; es decir, allí nació eso que hoy llamamos legislador con sueldo que el fisco nacional cancela puntualmente, sin retraso alguno. Como que ahora en Venezuela, según se dice, justamente para mantener los equilibrios, se les paga no sólo puntualmente, lo que no es una gran cosa, eso de pagarles a tiempo, sino sin sujeción a la dictadura que, sobre los trabajadores todos, ejerce una fuerza misteriosa y oculta, de quien todo el mundo sabe el nombre de su ejecutor, pero pasa desapercibido, quizás por su personalidad misma, como opaca, pero uno no sabe exactamente cómo y por qué, que llaman ONAPRE. Y es más, habiendo aquí, según dicen, quienes eso le conviene, hay dos gobiernos, uno legal, el de Maduro y el “interino”, puesto por EEUU, hay también dos AN, es decir, dos nóminas de representantes legislativos. Estos últimos, se dan el lujo de vivir en el exterior y de vez en cuando se reúnen “on line”, pero cobran al “brinco rabioso”, en fìsico y hasta más que los otros. A ellos todos, se les paga bien y con puntualidad, sin quitarle primas ni nada de eso; tampoco se da eso de pagarle en una quincena una determinada cantidad salarial y en la siguiente una inferior, sin haber motivos para ello. Como que tampoco creo les hayan quitado sus seguros de vida y de salud. Es decir, todo eso que al trabajar se le niega, a ellos no, porque, en buena medida, en este período, se ha descubierto que no es en las masas, como antes solían decir los revolucionarios, que se sustenta el proceso de cambio, sino en la satisfacción de la “vanguardia” y esta la forman, en primer lugar, los legisladores todos, legales o “nterinos”. Un interinato que tiene el extraño rasgo de ser eterno, pues a los otros los eligen cada período constitucional. Uno de esos tantos reformadores, que en Atenas los hubo en número apreciable, entendió un día que, era un ventajismo de los grupos económicos - nobles o plebeyos- que la representación en las asambleas encargadas de legislar y vigilar la conducta del poder estatal, no fuese recompensada con un salario decente. Pues si esto no se hacía, la representación popular, cuando recaía en verdaderos representantes del pueblo, faltaba a su trabajo y obligación de vigilar por carecer de los medios económicos para dedicarse con libertad a esa tarea. Pericles, Clìstenes o quizás otro - ahora mi memoria no precisa - decidió que cada legislador o representante a las asambleas del Estado debía percibir eso tan astringente que ahora llamamos sueldo. Entre nosotros, lo al descubierto es otra cosa, por lo menos en estos tiempos. Un poco aquello de “barriga llena, corazón contento”. Legislador que cobra bien, si es posible hasta en dólares, para que no le joda la inflación, estará feliz y no pasará de quejarse por no dejar. Para ellos, eso de “hay que esperar que aumente la producción para aumentar los salarios”, como pregona Farías, no funciona. Es al contrario, que menos hagan, sobre todo bulla, mejor. Por eso, hasta indexarle el salario al dólar, es lo mejor para la democracia y la “revolución”. Los legisladores interinos, los de Guaidò, son los más, diríamos que originales, por lo de muy, demasiado, extraños, porque ellos no tienen que preocuparse ni siquiera en fingir que hacen leyes. Pues nadie, ni ellos mismos, saben qué hacen ni donde andan, sólo cobran, fijo y en buena cantidad, porque si eso no se da, se pasan para la oposición que llaman “alacrana” o colaboracionista. Y los gringos tienen mucho cuidado que eso no suceda, por eso su pago es generoso y hasta “chinchín”. Para los griegos ejercer la representación en las asambleas, se fuese noble, rico o plebeyo, era algo mucho más que un honor. Allí debían ir los mejores. Y en verdad que muchos iban. El griego poco interés tuvo en la cuantía de la mesada aquella. Al rico poca falta le hacía esa cifra de dinero. Al pobre le bastaba para cubrir sus necesidades y vivir decentemente y con dignidad. Entre nosotros, la mesada si interesa. Lo que no hace falta es talento, cultura y menos preocupación por lo que alrededor suyo y en los espacios que representan acontezca. Nada de eso de sentirse portavoz por su región o gente, de lo que se trata es que aunque a alguien le duela, porque en este mundo hay de todo, “aguante callao”, se meta la lengua donde sea menester para que no moleste y menos hiera la “sensibilidad de nadie”. La medida griega fue considerada y lo es, de carácter popular y, para el regusto de otros, progresista. ¡Hágase un templo a la palabra! Se favoreció a los representantes populares, plebeyos pobres, pues a partir de ese momento pudieron dedicarse por entero a sus sagradas obligaciones. Y los gobernantes atenienses, arcontes les decían, para reformar cuanto había que hacerlo, no dudaban ni un instante, ni se diluían en viscosos caldos de palabras insustanciales. Y los representantes, con toda la sabiduría que atesoraban, no se halló entre ellos un analfabeta funcional, no evadían el cumplimiento de sus responsabilidades, ni se ausentaban del trabajo alegando la pequeñez del salario. No registra la historia de la legislatura ateniense que la presunta insuficiencia de la mesada, en todo caso tres y cuatro veces superior a la de un profesional medio, atiborrado de trabajo, hubiese sido causa para que el representante popular cumpliese sólo a medias su trabajo. Tampoco era usual entre los griegos, los legisladores fuesen a ejercer sus representaciones, como ya dijimos, carentes de los conocimientos necesarios, menos como los jugadores de béisbol, atentos a las señas que les diesen de las cuevas para decir o hacer lo que de allí emanase; como tampoco corrían el riesgo que de eso no hacer, fuesen defenestrados sin consideración alguna. Pues el hecho que cobrasen y bastante bien, no les imponía la obligación de hacer lo que ordenase el cajero, tampoco los jefes de bancadas que cuadraban sus asuntos en reuniones dudosas y a escondidas. Tampoco se ha sabido que los legisladores griegos se hubiesen valido alguna vez de su peculiar condición para hacerse aumentos pecuniarios excesivos, mientras otros trabajadores hasta se juegan la vida y si algo logran, generalmente es una miseria. El legislador griego, al parecer, en eso fue muy serio y respetable. Ellos mismos cuidaron que, trabajadores, como médicos y maestros, de importancia trascendente, como siempre lo han sido, fuesen bien pagados, pues de ellos depende, en gran medida el crecimiento y desarrollo de la sociedad. Si se sabía, hasta entre ellos, los griegos, que practicaron la esclavitud con los prisioneros de guerras, estos se volvían improductivos y no tan útiles como debían serlo, también conocían que no podían tener a maestros y médicos ciudadanos griegos de esclavos, pues eso poco entusiasma a ningún trabajador, pese pudiera haber ahora quienes creen eso un modelo digno e imitable. Tanto como creer que ese organismo que, hasta por su nombre, ONAPRE, parece un monstruo sacado de las cavernas, sea un mecanismo y sutil para alcanzar igualdad y equilibrio. La representación popular no es una profesión ni una ocupación mercantil, es un altísimo honor y como dijo alguien, “a mayor responsabilidad más deber y sacrificio". Y quien esto no entienda no debería ir a la AN. Y además, desde los griegos, los legisladores están entre los trabajadores que más ingresos perciben. Reply Reply All Forward

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