EL HOMBRE Y LOS DIOSES , LAS REVOLUCIONES, REVOLUCIONARIOS Y LOS DIOSES(Eligio Damas)

El hombre y los dioses. Las revoluciones, revolucionarios y los dioses Eligio Damas Los griegos tuvieron más dioses que gente. Los había para todo y cada vaina. Uno de la lluvia, el trueno, de los mares y como diría Joselo “y por allí te vas”. En La Ilíada y la Odisea, obras cumbres de la literatura universal, todos los dioses tienen cabida; como uno para cada cosa y hasta para cada quien. Pero también en las islas solitarias se podía encontrar a alguno que no le gustaba rejuntarse o no hacía honores a eso que llaman el gregarismo que, además sabían de toda vaina, a quienes llamaban oráculos, tipos que sabían y saben de todo y a todo, tanto que, hasta en veces, parecen rancios; saben de antemano que caballos van a ganar y hasta como andan hoy los puntos entre Maduro y Diosdado. Eran, en cierto modo, unos dioses menores que le marcaban el rumbo a mucha gente, como hay todavía mucho de esos que hasta cobran, si no por consulta, si una cosa que llaman el diezmo, que significa el 10 % de lo que recibas. ¿Dame lo mìo que es de dios!” Aquiles fue un héroe, heroico y casi invencible guerrero, que con su espada y lanza, se desplazaba a gran velocidad en el campo de batalla sin tocar el suelo; es el guerrero de los pies alados e hijo de la diosa Tetis. Fue el hombre del talón sensible y uno de los combatientes de la guerra de Troya. Pese ser dios, le agarraron por su punto débil, el talón. Lo que desde los griegos es valedero decir que cada quien tiene su caída. Pensando en aquello, uno que no cree que Platón o Sócrates puedan explicarnos eso a partir de la interioridad humana, del puro idealismo y la poesía, pues la Ilíada y la Odisea fueron esto y, por demás grandiosos poemas, concluye que tuvo que ver con aquello geográfico del archipiélago griego. Es decir, así como veían lo geográfico y la existencia en cada una de aquellas islas una ciudad, creyeron que también el cielo estaba dividido en islas y que cada fenómeno tenía a alguien que lo determinaba, lo controlaba y hasta pasaba el recibo mensual; así como ahora, a los españoles acoquinan con el de luz. No es como Platón dijo, que eso estaba dentro de uno, en el mundo de las ideas, que estas flotaban en la atmosfera y uno las agarraba; algo así como las opiniones e informaciones o desinformaciones corren por las redes y el tonto o interesado las atrapa, hace suyas y le da su propio impulso y dirección. El oráculo de Delfos era como el que más estaba cerca de la verdad, el futuro y las respuestas a las adivinanzas. Pero en cada isla griega, entre más solitaria mejor, había también su oráculo. Unos y otros competían por la preferencia de la gente. Y en eso, sin duda, más que el sólo gusto o deseo de la gente, lo determinaba el punto donde el oráculo hacía sus consultas. Como eso que llaman los puntos de ventas o comerciales exitosos. Pero también algo así como cuando las vírgenes de Coromoto, patrona de Venezuela y la del Valle, de los orientales, se dirigían desde Margarita a Carúpano a visitar a la virgen patrona de este pueblo. Habiendo llegado aquí la noticia que, un vendaval en alta mar, ente Margarita y Carúpano, estremecía y amenazaba con hundir al barco donde venían aquellas dos vírgenes, un hombre saliendo del santuario de este pueblo, se arrodilló en medio de la calle, volteó hacia la entrada de aquél, mientras mantenía la mirada y los brazos en alto e imploró: -“Virgen de Santa Rosa, protege a las virgencitas de Coromoto y el Valle”. Es decir, a cada quien le gusta el guarapo de su mamá. De todo aquello, de la épica griega, de ese divisionismo territorial, de las Ciudades Estados, de dioses para cada cosa, pudiera venir eso de las parcelas políticas. Donde líderes de una región, impuestos por sus reales o de quienes quieren tenerlo, hacen las paces o mejor se acuerdan con las de otras que a su vez tienen el mismo origen, para organizar una patota nacional que controle al país. Eso sí, siempre habrá una patota regional, que se convierte en centro, desde el centro, pero porque tiene a su disposición mayores recursos y, ya sabemos que, entre más masa más mazamorra. Dicho de otra manera, por muy patota que uno crea la de uno, siempre hay unas con más carburo en la panza que otras, como las caraqueñas que no sólo mandan allá sino que se reparten el control de las de menor jerarquía en el resto del país. Pero un buen día, en Macedonia, en la Grecia misma, un tipo que llamaron Filipo II, se percató que aquella dispersión no iba para ninguna parte y los hacía muy débiles e impuso su poder sobre todo el archipiélago griego y creó el Imperio Macedónico. Lo que no quedó allí, sino que tras suyo, su heredero, su hijo Alejandro Magno, llamado también El Grande, desbordó las fronteras griegas y creo un imperio de más amplitud, de gran actividad comercial, donde desapareció la esclavitud y los dioses se achicaron en número y muchos perdieron la licencia. Todo eso fue antes que apareciese el cristianismo y su idea de un sólo Dios para todo el mundo. Quizàs, digo, la obra de Filipo y su hijo Alejandro, de alguna manera, pudo influir en lo de un solo dios, solo que luego las religiones optaron òr pensar que esa era el suyo. O al mismo empezaron a llamarlo de manera diferente. Pasaron los años, llegamos a Hegel, quien tantos años después que uno se pierde en el camino y en la cuenta, que Heràclito de Efeso hablase del movimiento y el cambio, con aquello de “nadie puede bañarse dos veces en el mismo rìo”, hablò de la dialéctica, del movimiento y todos los factores o elementos que influyen en eso. O del cambio que implica un movimiento como integral que a las cosas mueve tanto y en tanta magnitud que se transforman en otra cosa y estas a su vez coadyuvan para el cambio de otras y el universo todo. Porque el universo está en permanente movimiento y cambio, según Hegel y también Marx. Ya no es que el río de ayer se fue completo por el precipicio hacia el mar, o lentamente, que es el morir, recordando a Jorge Manrique, o que las cosas que uno cree tener en la mano ya no son las mismas, sino que ellas cambiaron y cambian por distintos factores. Y al final aparece Marx y al movimiento, el cambio, por la lucha de contrarios hegeliana, le añade lo material o la lucha de clases, por la distribución de los productos del trabajo. Lo que se llama el materialismo dialéctico. Dios, si acaso queda como pendiente, pues el espacio es inmenso y no la aldea que creyeron quienes inventaron las religiones y la idea de Dios, por lo que viendo al mundo tan chiquito, quienes revisaron lo griego de casi un Dios para cada cosa y para cada quien, creyeron que con un Dios bastaba. Todo eso fue un cambio trascendente, tanto que aumentó el número de personas que negaron o niegan la existencia de Dios. Entre estos están eso que habitualmente llaman ateos quienes, oficialmente aparecen reconocidos como tales, por sus declaraciones y empecinamientos en el siglo XVIII, es decir un cerro de años después de Cristo. Lo coincidente en ambos bandos, es que ninguno de ellos exhibe prueba contundente. Sin embargo el tamaño del espacio, tanto que cada día más asombra, deja muchas interrogantes y más cuando a lo que uno accede por la simple percepción de los sentidos y mecanismos más complicados, observa que lo existente es como un enorme mantel, inmedible, donde cada puntada está dada con una precisión y racionalización tal, que la anterior y la siguiente están íntimamente relacionadas y en perfecta armonìa. Este misterio no resuelto deja y dejará, ¿quién sabe hasta cuándo? la interrogante acerca del origen del universo y como se manejan sus tinglados. Los Incas y aztecas para hablar de lo que todo el mundo habla porque sus misterios en buena medida fueron revelados y de los otros de este continente pocos se estudian, como si no hubiesen existido, creyeron, de una manera muy poética, racional, hasta sensata y agradecida que su dios era el sol. No hace falta justificar lo que ellos pensaron y hemos dicho. Era uno solo. Un sol. Los más aprovechados, en un momento, inventaron que uno de ellos era hijo de aquél y los demás, sus más cercanos y por ende, junto con él, formadores de la corte y el poder. Entonces, pareciera tener valor decir que, por casualidad, pero no es exactamente así, en estas culturas americanas también se admitió que el gobernante, hijo del sol, sólo podía dejarle el poder a su descendiente y no a alguien que no estuviese en la línea descendiente del dios padre o el astro rey. Por cierto, imitando a lo europeo, sin que la historia y la literatura descolonizadora se haya ocupado de desmentir eso, se dice que los gobernantes aztecas e incas, como lo mantuvo Garcilaso “Inca” de la Vega, en “Los Comentarios Reales”, esos gobernantes, hijos del sol, eran reyes. Por esto mismo, hasta las “materialistas dialécticos”, esos que dicen creer en un Dios, que en la vida social en gran medida le da sentido y orientación a los cambios, la multitud y particularmente la clase obrera, en verdad, en el fondo o por la espalda, viven rogando por la aparición de un Dios, uno que exista y tenga poder, que esperan aparezca, por aquello de “aquí lo hace falta es un dirigente, un hombre con bolas” que nos lleve a “asaltar el cielo”. Los trabajadores, las masas, pareciera que sólo sirven para llevarles al poder, cuando generan disturbios o mediante las elecciones. De allí para adelante, le entregan el poder al sobrevenido, así como también a quienes a èste acepten como tal, pues él necesita su corte. Y hay quienes a Marx tienen, no como un hombre genial, que en mi parecer lo fue, que pese todo alguna que otra vez se equivocó porque, para mal o para bien suyo, era humano, sino como alguien que dejó todo resuelto y engranado como el enorme mantel que es el mundo. Y hay líderes que, estando vivos son admirados y admitidos como dioses que se las saben todas, nunca se pelan, son como oráculos griegos, como pasó con Stalin. Los muertos también, solo que aquellos están en su cielo particular. Menos mal que Ali Primera, dijo sensatamente, Bolívar no es un santo para prenderle una vela”. Reply Reply All Forward

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