DE UNA CLASE Y UN SINDICALISMO DERROTADOS. EL ANCLAJE AL PETRO CONTRATOS Y LUCHAS SINDICALES
De una clase y un sindicalismo derrotados. El anclaje al Petro, contratos y luchas sindicales.
Eligio Damas
Es muy justificado el reclamo, angustioso, podríamos decir, de aumento salarial, pues el trabajador venezolano ha sufrido hasta ahora varias derrotas. Una de ellas ha sido que, por años, el salario de todos los trabajadores, sin excepción, ha sido casi congelado, mientras factores muy focalizados han acumulado como nunca antes. Las razones que se esgrimen para justificar esto no importan ni desmienten lo afirmado. Mientras una poca gente se ha enriquecido más y más, la mayoría ha soportado toda clase de privaciones, tantas que la pobreza extrema ha llegado a límites nunca antes alcanzados en Venezuela. Basta decir que, el salario mínimo ha sido, por años, el más bajo del mundo. Si alguien ha sido derrotado en Venezuela es la clase trabajadora. De eso no cabe la menor duda.
Además, sectores interesados en imponer sus políticas, aliados a personajes que poco tienen de venezolanos, si acaso la partida de nacimiento y la cédula de identidad, una militancia o simples respaldos confundidos, manejados por gente sin claro sentido del por hacer, utilizaron diferentes medios, como la llamada página “dólar to day” para desbaratar, casi pulverizar a una moneda otrora dura como el bolívar y hacer de la divisa estadounidense casi la moneda de curso legal en Venezuela, mientras los trabajadores cobran en la divisa nacional, pero los precios de las mercancías distintas al trabajo, se tasan en dólares. La única mercancía que no varía de precio según los movimientos cambiarios, es justamente la del trabajador. Un mundo como mandado a hacer para especuladores y agiotistas. Esto es casi una forma de esclavitud moderna.
En un intento de “proteger”, como suele decir el gobierno, el ingreso de los trabajadores, aquél apeló a los célebres bonos, lo que no han pasado de ser sino migajas que, de paso, no se han contado como componentes del salario y no han tenido repercusión en aguinaldos, vacaciones y prestaciones sociales. Por cierto, estas últimas dos palabras, definen una de las derrotas, atracos y humillaciones más grandes a lo largo de la existencia del capitalismo en Venezuela, pues lo que ellas definen, que forma parte del futuro y la seguridad del trabajador al final de su carrera, terminó vuelto una miseria. Que me lo pregunten a mí, quien recibió, mucho más de 5 años antes, lo que la más reciente medida de revisar lo equivalente a prestaciones en ese período no me favorece, una cifra miserable después de haber servido en el sector educativo estatal por largos años. Mis ahorros en el IPASME, cuando gestioné para cobrarlas no alcanzaban ni para comprar un kilo de carne, por lo que no me tomé el trabajo de retirarlos.
Otras de las derrotas trascendentes de los trabajadores, es haber perdido el derecho al cuidado de su salud, dado que el IVSS, IPASME y hasta los hospitales carecen de lo más elemental, hasta servicio médico especializado, para ese fin. Los seguros privados desaparecieron bajo la oferta de mejorar lo público, lo que como ya dijimos, terminó en una oferta incumplida y por la que nadie, empezando por la dirigencia gremial, reclama.
Ni siquiera el derecho a ser enterrado dignamente mantuvo el trabajador de las conquistas de antaño. Y esto se suma a las derrotas. Nunca antes en la historia nacional el trabajador había sido más explotado y dejado en peor estado de abandono e indefensión.
Uno podría continuar haciendo mención a una larga lista de cosas que muestran como el movimiento obrero ha sido derrotado y sometido a niveles tan deprimentes que casi llegamos a estadios inferiores.
Pero, desde mi humilde perspectiva, la mayor de las derrotas, pues ella desencadena las otras, es haber sometido a los trabajadores al control de una dirigencia sindical, que a su vez, no importa lo que ellos llaman lo ideológico o partidista, pues pudieran ser de allá o de acá, gobierno u oposición, como en efecto lo son, y quien esto escribe prefiere, como Ludovico Silva, llamarlo lo cultural, puesta al servicio de las clases dominantes y las dirigencias políticas.
Un sector sindical u otro, aunque parezcan opuestos, han terminado jugando el mismo rol. Hay aquél puesto al servicio de quienes han inventado de todo, hasta venderse vulgarmente al capital externo, los designios del gobierno estadounidense y de las clases dominantes a lo interno. Pero también quienes por defender al gobierno, mantener el control del mismo, han hecho concesiones a factores inmersos en la corrupción, especulación y explotación desmedida, a cambio de apoyo político; lo que pasa por someter a los trabajadores a salarios de miseria.
Si alguien aquí ha estado unida es la clase dominante, la que explota y se enriquece, jugando al vals que le toquen desde el gobierno o la oposición.
Una de las mayores derrotas infringidas a los trabajadores es haber puesto y mantenido al frente del movimiento sindical a personas que olvidaron sus compromisos de clase y se inmiscuyeron, como actores principales, exclusivamente en eso que, hasta el propio David Nieves, mi viejo amigo, refiriéndose a otro asunto, llamó “un conflicto interno de la clase dominante”. Hay distintos mecanismos y “esposas” para maniatar y cuando entre mucha gente se carece de la cultura necesaria, identificación profunda con la clase, interés colectivo y la historia nacional, a quienes aquello buscan, la tarea se les simplifica.
Otra de esas derrotas, resultado de algo que yo llamaría un gesto de buena fe, dada la abundancia de dólares que prodigaba la riqueza petrolera, pero contrario a los principios, fue que los “dirigentes” de los trabajadores, desde los tiempos de Chávez, se acostumbraron, a aquello de, que cada cierto tiempo, por disposición gubernamental, hasta sin exigencia, lucha, de la clase sindical y los trabajadores todos, se aumentase el salario, lo que a ellos mismos les restaba importancia, desdibujaba su rol, les disminuía fuerza, liderazgo, representatividad; no se percataron que eso pudiera terminar, como en cierta manera ha terminado, volver aquello una costumbre, pero pérdida de derecho y manera de acabar con todo el global sentido de luchar por el cambio y el ejercicio protagónico. Aquel gesto generoso y aplaudido rebajó las luchas populares, que siendo por imponer la justicia e impulsar el cambio, quedaron como inservibles y molestosas frente a un Estado que se mostraba bondadoso. El Estado se impuso por encima de la clase.
Quiero recordar, como en la década 70 aproximadamente, la izquierda militante del MIR, se opuso a la propuesta de “escala móvil de salario”, porque justamente significaba un peligro como mecanismo sustituto de la lucha sindical y un restar fuerza a necesidad de renovar periódicamente los contratos de trabajo y en general a la lucha de clases.
Ahora asoman la cara unos dirigentes gremiales o sindicales, anunciando por los medios, como llenos de gozo, como si eso fuese una conquista suya, cual si hubiesen estado incansables luchando en el campo de batalla, anunciando el aumento del salario mínimo a ½ Petro o lo que sería lo mismo, por disposición gubernamental, en 30 dólares. Según dicen, pero hasta advirtiendo, lo que los exhibe más tontos, que eso no fue convenido con ellos sino que se lo dijeron, “porque yo hice esa pregunta”, que el salario estaría indexado a ½ Petro ò 30 dólares, pero no subirá en la misma medida que esta moneda, sino que estará fija, como se ha dicho, hasta que se disponga otra cosa.
Pero el dirigente sindical, que no es ese sólo, son todos, estén en el gobierno o le hagan oposición, nada hablan de las tablas salariales, esas que la ONAPRE, organismo correspondiente al Ministerio de Planificación, pudiera, como ya lo hizo antes, no aplicarlas como corresponde, en la misma proporción del aumento salarial, sino como a quien allí preside se le antoja. Y este, su antojo, por algún misterio, siempre está indispuesto contra el interés de los trabajadores todos. Y los sindicalistas y sindicatos a ese organismo y quien lo preside, dejan que haga la vileza primera que se le venga en gana. Todo, porque nos despojamos del espíritu de lucha y dejamos todo en manos de la pusilanimidad y lo peor en manos del Estado. No es la clase, con sus reclamos y luchas lo primordial, sino la voluntad del Estado.
Y al final, para cerrar este asunto, venimos dejando en el olvido los contratos de trabajo.
“Como querer queriendo”, para decirlo como el Chavo o “hecho el pendejo”, como solemos decir los cumaneses, el modelo, empezando por el Estado, con la contribución de los sindicalistas, han echado al olvido los contratos de trabajo que es el modo de asegurar, en la medida de lo posible, un salario decente, acorde con la canasta básica, fortalecer en los trabajadores la idea que es un derecho suyo por el que están obligados a luchar y no una dádiva de nadie. Y no podemos ampararnos en crisis, bloqueos ni en nada, para justificar actos contrarios al interés de los trabajadores. Por supuesto, estaría por demás decir que, la clase dominante y la extrema derecha arrodillada ante el imperialismo y el capitalismo rapaz, de hecho, son consecuentes con esas prácticas y para defenderlas existen.
Todo esto y particularmente lo último, tiene un claro sentido, “claro como la luna llena”, llamar la atención, de la mejor buena fe, a los sindicalistas y a quienes forman el gobierno, que hablamos de principios simples, pero sublimes, que no podemos olvidar, aunque las dificultades nos agobien.
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