CADAFE , REAPARECIO ENTRE LOS MUERTOS (Eligio Damas)
CADAFE reapareciò entre los muertos, casi me da un infarto y no fue por un apagòn
Eligio Damas
No, no, no fue por un apagón de luz. Lo que sí sé es que casi me da un infarto. También que, al contrario de un apagón de luz, fue como si hubiese habido un chisporroteo, encendido de millones de luces de colores, en un espacio antes oscuro. El timbre y mi tensión arterial que tiende a tirarme celadas, me provocaron lo mismo que cuando un atracador a uno aborda y le grita ¡¡manos arriba!!, ella se me subió a lo más alto.
Acababa de escribir un artículo sobre el tema de la descolonización, cuando sentí el fuerte sonido del timbre de mi casa, una vaina muy de la colonización, pues los indios ni puertas tenían. Por lo fuerte que suena, pues quien me lo instaló, un cuñado, puso el que sonase más fuerte que halló “para que estos dos viejos escuchen desde dónde estén”, hizo que saltase y hasta se me cayese el tablero. Pero eso no fue nada.
Llevo unos cuantos años, no sé si 5 ò 6, que no pago luz. Por muchas razones, pues hasta la oficina u oficinas donde pagaba desaparecieron. Fueron desmanteladas. El servicio de la empresa eléctrica, a la que un buen día empezaron a llamar Corpoelec, a las redes y el alumbrado público también se acabó. Aquellos camiones especializados para las tareas eléctricas que, con frecuencia, uno veía abordados de trabajadores en la prestación del servicio, resolviendo averías y haciendo mantenimiento para evitar estas, se volvieron cosa del pasado y hasta, en la esquina misma de mi casa, dejaron de prestar servicio a los transformadores, tanto que de los tres, dos de ellos se averiaron y, cuando todavía se podía, recolectando entre vecinos, pudimos pagar a privados para comprarles e instalasen nuevos. Pero tampoco pagaría la luz y el agua si no gano para eso, pues mi patrón, el Estado, dueño de las empresas del agua y electricidad, casi me quitó el sueldo, pues me lo redujo al máximo, hasta por debajo de las tarifas eléctricas, ¿cómo podría pensar él que yo le deba algo? Y como dije, los vecinos llevamos años pagando por tareas de mantenimiento y resolviendo pequeñas averías de lo que antes se ocupaba la empresa estatal.
Igual pasó con el Aseo Urbano, como no pago luz, este tampoco, pues esto último lo cobraban en el recibo de aquella. Desde hace unos cuantos años, por mi casa no pasa un camión de esos. Debo, como en efecto haré dentro de poco, cada dos días, llevar los desechos sólidos que generamos y hasta los que los “descuidados” o malos ciudadanos tiran en los espacios de uno, a una esquina que queda unos 300 metros de mi casa, pese mis dificultades para caminar, a dejarlos allí. No sé qué hacen con eso. Lo que sí sé es que cada vez que llego a esa esquina con mi basura, hay gente deambulando a espera que esta llegue.
Como dije, cuando estaba de lo más embebido en mi tarea de escribir sobre el curioso concepto de descolonización que se ha impuesto, como que de repente a uno pudieran mandarle por las redes una nueva cédula con un nombre “descolonizado”, en momentos que se habla de una cédula digital, muy moderna y quizás con ànimo descolonizador, pese en él uno no se reconozca, más si le ponen unas plumas en la cabeza y tampoco lo reconozca nadie, porque seguro me seguirán diciendo Eligio, como a la montaña aquella siguen llamando, pese oficialmente tiene otro nombre, es la fuerza de la costumbre y la disposición de la gente a que no les impongan nada, hasta donde eso le es posible, sonó con estridencia el timbre. Estaba sólo, mi compañera había salido al abasto cercano a hacer unas escasas compras. Cuando volví en mí mismo, recogí el tablero caído a mis pies, grite desde donde estaba:
“¡Por favor, espere un momento!”
Me acerqué a la puerta y:
“¿Quién es?”
“Cadafe”, respondió una voz grave a mi pregunta.
“Cònfiro, ¿Cadafe? ¿Y esa empresa no está muerta y descolonizada, tanto que desde hace años se llama Corpoelec?
Así me dije a mí mismo. Me acerqué y miré por las rendijas de la puerta, se trataba de un señor bastante mayor, tanto como para ya estar jubilado.
Al escuchar aquello, ver al personaje, la tensión me avisó que subiría por aquel acontecimiento inesperado, como si estuviese viendo a un muerto saliendo de una tumba.
“Cònfiro hermano”, le comenté mientras empezaba a abrirle la puerta, “¿Y Cadafe no es el viejo nombre de la empresa que se llama Corpoelec? ¿Es que acaso resucitó un muerto y como doble, dos existencias?”
“Lo que pasa amigo, es que uno no se acostumbra. Igual me sucede con Hidrocaribe, todavía a esta altura, yo y mucha gente, le seguimos llamando INOS, a pesar que eso pasó hace años”.
Así me respondió aquel extraño e inesperado visitante.
“No se preocupe”, le dije, “lo mismo está pasando con quienes creen que descolonizar es sólo cambiar nombres; la gente, por lo menos en una generación y dos, seguirá usando los mismos. Los adecos, a la avenida “Presidente Medina”, le pusieron Victoria y todavía tienen ese enredo. En Pto. La Cruz-Barcelona, una que la gente llamó desde el principio Intercomunal, luego le pusieron Andrés Bello y al final Jorge Rodríguez, no ha habido forma que no la sigan llamando como al principio.”
Aprovechando que mi inesperado contertulio parecía gozar con mis comentarios, tanto que me dijo sonriendo, “esto mismo me lo han dicho en cuanta casa he llegado hoy en el cumplimiento de la tarea de tomar la cifra del medidor”, le añadí otro comentario:
“En tiempos de IV República, los partidos tan empeñados como ahora, en cambiar al mundo, cuando uno de ellos asumía un ministerio que había estado antes en manos de otro, lo primero y único nuevo que hacían, era cambiar el color de todo cuanto fuese posible, usando uno que aludía al partido de la nueva jefatura y hasta allí llegaba el cambio”.
“¿Y qué le trae por aquí? Pregunté al visitante que nada portaba que lo identificase con la empresa eléctrica, pues antes usaban una camisa con un letrero bordado por encima del bolsillo derecho y una gorra, de esas propias del béisbol, con la misma escritura en la parte frontal.
Este no llegó con nada de eso, sino con un pequeño paquete de hojas de papel de color un tanto gris, como muy viejas y escritas a mano. En ellas estaban los datos de cada una de las viviendas que debía visitar, entre ellas la mía. Tenía allí mi nombre, dirección de la casa, el que a esta identifica y más nada.
“¿Pues vengo a medir su consumo?”
“¿Y para qué se toma Ud. ese trabajo? Hace más de dos años llegó aquí un señor, quien usaba el uniforme de Corpoelec y una lista muy formal con la misma finalidad y más nunca, hasta ahora, salvo la luz, que en verdad últimamente por aquí poco se va, lo que no quiere decir que no se vaya, he sabido de esa empresa. Como mucha gente se ha ido fuera, hay demasiadas casas solas, el consumo ha disminuido y el poste y los transformadores poca vaina echan. Imagínese amigo que de 4 aires acondicionados que tenía, sólo me queda uno en funcionamiento y casi no tengo bombillos que encender, porque de estos, los que duran y no dañan los sócates y los cables, cuestan un ojo de la cara,
Por este último comentario mío respondió.
“Tengo entendido que, ahora empezarán a cobrar con nuevas tarifas, pues vienen aumentadas y quien no pague, como antes, le cortarán la luz”
Le respondí, “lo del corte no me incomoda, pues ya estamos como demasiado acostumbrados a los recortes y hasta olvidarnos de eso; pero ¿cómo hago para pagar, si no sé dónde ir y tampoco cómo, pues supongo eso me queda muy lejos? Y además, sacando cuenta, más bien el gobierno a mí me debe- Y lo que debería hacer es descontarme la luz y otros servicios de la deuda que conmigo tiene.”
“Pues hágalo por internet. Use su nombre y el número que en la empresa le corresponde”.
Fue la respuestas que me dio mi contertulio, no sé si por no entenderme o no meterse en “camisa de once varas”.
“Pues démelo y eso haré, hasta donde pueda.
“No lo tengo en esta lista”.
“¿No cree Ud. allí debería estar, para ser más preciso?
“Si, es verdad, pero aquí no me lo pusieron”.
Pero vaya, haga lo posible, pues pronto mandarán a cortar la luz a quien no haya pagado.
Le dije, “pero quedamos como en lo mismo, pues ¿cómo hago para ir hasta allá a buscar el dato requerido si no sé siquiera cómo y dónde ir?
Hasta aquí hablamos y ambos nos despedimos deferentemente.
Después de cerrar la puerta, me puse a meditar:
“¿Cuánto debo? Pues el señor me dijo que pronto van a aumentar las tarifas.”
“Es decir, no están aumentadas y por lo que aquí ha sucedido en materia monetaria, ¿cómo saber exactamente qué debe uno?”
Pero también me pregunté: “¿siendo yo docente jubilado y con lo que ha sucedido con mi salario y mi patrón el mismo dueño de la empresa eléctrica, yo le debo o él me debe a mí? Y esto sin olvidar que nosotros hemos pagado a privados por dos transformadores y cuanto accidente ha habido en las instalaciones de las líneas externas.”
Menos mal que estas meditaciones finales, me distrajeron e hicieron olvidar al muerto y la tensión volvió, como él, a descansar en paz.
Nota: Ayer tarde, después de este artículo estaba escrito, cuando estando sentado en el porche de mi casa con mi familia, oímos unos fuertes gritos:
¡¡Aseo urbano!! Desde un enorme camión, que se paró en la esquina de mi casa, abordado por 3 ò 4 señores, llamaban al vecindario a sacar la basura para estos recogerlas. Me ahorraron el viaje de hoy.
¿Será que esta semana de verdad, verdad, es santa?
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