ABRILES DE ABRIL( Ciro Bianchi Ross)

Abriles de abril Ciro Bianchi Ross ciro@juventudrebelde.cu Entre las fechas patrias, hay una de especial significación. Dos hechos de notable trascendencia tuvieron lugar en un día similar, pero con veinte y tres años de diferencia. El 10 de abril de 1892, José Martí, Apóstol de la Independencia de Cuba, finalizaba un proceso organizativo, de amplio vuelo democrático, y proclamaba el Partido Revolucionario Cubano que organizaría y conduciría contra el colonialismo español lo que el propio Martí llamó “la guerra necesaria”, que se iniciaría el 24 de febrero de 1895. También un 10 de abril, esta vez de 1869, se aprobaba la primera constitución cubana, la de Guáimaro, por el nombre de la localidad camagüeyana donde se sesionó el grupo de patriotas, encabezado por Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, que la elaboró. Allí nació la nación cubana. “No tuvo Cuba día más bello que el 10 de abril de 1869”, expresó el Héroe Nacional cubano que no por casualidad escogió una fecha como esa para fundar el Partido Revolucionario Cubano, constituido, se expresa en sus bases, “para lograr con los esfuerzos unidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la isla de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. Una organización que fundaría en Cuba “por una guerra de espíritu y métodos republicanos, una Nación capaz de asegurar la dicha durable de su hijos y de cumplir, en la vida histórica del continente los deberes difíciles que su situación geográfica le señala” EN CAYO HUESO Esas bases las redacta Martí durante su estancia en Cayo Hueso. Alguien que lo conoció en Tampa dijo maravillas sobre él en el Cayo y un grupo de jóvenes lanzó la iniciativa de invitarlo, sugerencia que no contó con el apoyo de gente veterana y que en buena medida eran líderes de opinión en el islote. Los jóvenes, sin embargo, insistieron, se constituyeron en comité y movilizaron las reservas de confianza y el dinero necesario para la visita. Llega al fin el invitado y la multitud que lo aguarda lo escolta hasta el hotel Duval, donde se alojará. Habla desde una tribuna improvisada y al final del discurso se ha ganado ya a la muchedumbre. Las tres intervenciones que hará esa misma noche durante el banquete que le ofrece la colonia cubana, le provocan una broncolaringitis que lo ata a la cama de su hotel. Aun así no descansa. Escucha con atención a los que lo visitan y responde con tacto a los patriotas viejos. “Aquí todo está hecho”, les dice para convencerlos de que todo está por hacer. Desde la cama explica sus razones y temores. Se extiende sobre el peligro de una guerra precipitada y carente de una cuidadosa preparación política, de la necesidad de trabajar, no solo para la independencia sino para la República del mañana, de la raíz amorosa y civil que tendría la contienda armada… Tres días emplea el Apóstol en esas conversaciones. Y es que en el Cayo perduran ciertas disensiones, resabios de las viejas rencillas entre los partidarios de Miguel Aldama y del general Manuel de Quesada, representantes en el exterior de la República de Cuba en Armas durante la Guerra de los Diez Años. Dice Jorge Mañach en su Martí el Apóstol: “La palabra ardiente de Martí lima aristas, dobla y junta criterios, calienta voluntades. Hombres que llevan años sin hablarse se abrazan en su cuarto de enfermo”. Redacta las Bases del Partido y las discute con veteranos como José Dolores Poyo y Fernando Figueredo, que estuvo junto a Maceo cuando la Protesta de Baraguá. Expresan ellos su conformidad y Martí exclama; “Entonces ¡a trabajar!”. Ya está listo el eslabón entre pinos nuevos y viejos. El 5 de abril veinte y siete patriotas, representantes de sociedades políticas de Cayo Hueso y Tampa, discuten ampliamente, bajo la presidencia de Martí, las Bases recién escritas y se le confía la redacción de los Estatutos, que quedan aprobados en esencia. En Tampa, de paso hacia Nueva York, obtiene Martí la aprobación de la Liga Patriótica. Había nacido el Partido Revolucionario Cubano. SOPLA EL VIENTO DE ABRIL, GRACIOSO Y LEVE Otros hechos memorables ocurren un 10 de abril a lo largo de los años. El 10 de abril de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro, en un acto con jóvenes del sector eléctrico, al aludir a la campaña contra Cuba orquestada por agencias de noticias, dijo: “Podrán aislarnos, regar el mundo de mentiras, pero la Revolución seguirá triunfando”. También en esa fecha comienza a aparecer la revista Verde Olivo, que tiene a Raúl, Camilo y Che como fundadores. Otro 10 de abril, ahora de 1961, se inauguran los primeros círculos infantiles bajo la conducción de Vilma Espín. En 1967, en un día como ese, cae en combate, en la confluencia de los ríos Iripití y Ñacahuasú, Jesús Suárez Gayol, El Rubio de la guerrilla boliviana. El 10 de abril de 1969 fallece el sabio Fernando Ortiz, tercer descubridor de Cuba. El 10 de abril de 2019, a ciento cincuenta de la Constitución de Guáimaro, se promulga en Cuba la Constitución vigente, aprobada por el 86,85% de lo votos. Sustituyó a la aprobada en 1976. ACUÉRDATE DE ABRIL En la mañana del 10 de abril de 1869 delegados de los tres frentes de lucha –Oriente, Camagüey y Las Villas— se reunieron en Guáimaro, capital simbólica de la Revolución, para dar vida a la República de Cuba en Armas. Quince hombres –todos blancos-- integraron la Asamblea Nacional que fue presidida por Carlos Manuel de Céspedes y tuvo a Ignacio Agramonte y a Antonio Zambrana como secretarios. Estuvieron de acuerdo los reunidos en puntos de trascendencia como la abolición de la esclavitud y la decisión de no entrar con el adversario en tratos que no contemplasen la total independencia de la Isla. Se proclamó la República y se confió a Agramonte y a Zambrana la redacción de la Constitución. Por la tarde del mismo día 10 se reunió nuevamente la Asamblea para conocer, discutir y votar el proyecto. Así se hizo en una sesión única. El texto estableció para la nueva República la división clásica de los tres poderes. El Ejecutivo radicaba en el Presidente de la Republica y sus secretarios de despacho. El Legislativo lo asumía la Cámara de Representantes, con múltiples funciones, entre ellas la de nombrar y deponer al Presidente, que era su empleado. El Judicial quedó sujeto a las prescripciones de una ley especial. El aparato militar, separado del poder civil, se centraba en un General en Jefe, que nombraba la Cámara, pero que rendía cuentas al Presidente. Era un aparato poco idóneo para la guerra. El Presidente se veía limitado por la fiscalización que la Cámara ejercía sobre sus funciones y el jefe del Ejército padecía de una doble subordinación. Tal situación ejerció un influencia nefasta en el curso de la guerra. La Presidencia de la República correspondió a Carlos Manuel de Céspedes, el iniciador de la Revolución. La Asamblea escogió la bandera de Narciso López, y no la de Yara, como enseña nacional. Al día siguiente, el 11 de abril, los funcionarios electos juraron sus cargos en un acto público. La mujer cubana, gracias a la camagüeyana Ana Betancourt, estuvo presente en Guáimaro y demandó de las autoridades revolucionarias el cese de la secular explotación femenina a la par que expresaba su disposición de combatir por la patria. De Guáimaro salió vencida la concepción cespedista del mando único, con la centralización de las funciones civiles y militares en una sola persona. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/

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