RODOLFO SORONDO QUINTANA (A LA MEMORIA DE UN CUBANO HONRADO Y PATRIOTA A CARTA CABAL( Raul Sorondo Quintana)

RODOLFO Nuestro padre murió siendo yo un niño. Tuve dos madres; mi santa madre María y mi hermana Emilia y la figura de un padre: mi hermano Rodolfo. Rodolfo me pagaba una escuela privada ya que yo no era muy tranquilo que digamos y él quería que yo estudiara. Siempre estuvo muy atento a mi vida social, sentimental y hasta mi limitada vida deportiva. Tampoco se despreocupó de mi salud en mi temprana etapa juvenil; se cercioraba que todo marchara bien. Todos los viernes me daba un peso, lo que me permitía,los sábados, ir al cine, para después ir a la frita de René, comerme un pan con papa rellena, tomarme un batido de fruta bomba y que todavía me sobrara unos centavos para el resto de la semana. Eran otros tiempos. Cuando llegué a los Estados Unidos albergó a mi entonces esposa Caridad y a mí por dos semanas en su casa, después nos alquiló un apartamento pagando el fondo y un mes por adelantado. Junto con mis otros hermanos sufragó todos los gastos de nuestros viajes, Cuba-México, México -Estados Unidos, mas nuestra estancia en México por más de 2 meses. Si le hablaba de pagarle por algunos de los gastos incurridos se ofendía. Mi hermano mayor Máximo, a quién todos admirábamos,queríamos y respetábamos, al morir nuestro padre, se convirtió en el jefe de la familia y ayudó mucho a mi hermano Rodolfo y sobre todo a mi otro hermano Leonel, pero esta es otra historia. Sin embargo, Máximo, cuando quería hablar algo íntimo o de suma importancia, buscaba a Rodolfo. Sabía que en él encontraría al hombre bueno, sincero y justo que lo ayudaría a dilucidar cualquier problema, ofrecerle su total comprensión o darle el consejo adecuado. Mi hermano Leonel era un hombre muy valiente, pero bastante rebelde, eso sí, con un corazón inmenso que no le cabía en el pecho. Leonel siempre encontró en Rodolfo al hermano en quién podía confiar y quién siempre haría lo imposible por protegerlo. Cuando nuestro hermano Omar llegó con nueve meses a nuestras vidas, lo consideró, como todos nosotros, un hermano más, sin distinciones. Siempre, siempre, de una manera constante, estuvo pendiente del bienestar, tanto físico como emocional, de nuestra madre y nuestra hermana Emilia. Su devoción hacia ellas fue incondicional, total. No puedo dejar de mencionar que todas sus cuñadas lo adoraban. Fue el paño de lágrimas de ellas en muchas ocasiones. Era el preferido de los sobrinos y sobrinas y hasta sobrinos y sobrinas nietos. Mis hijos lo querían como al tío maravilloso que siempre fue y con profundo dolor han llorado su pérdida, Empezó a trabajar en el laboratorio de la Quita de Dependientes siendo un jovencito y, en relativamente poco tiempo, llegó a ser jefe del mismo. Era muy dedicado, muy trabajador y siempre estudiando para mejorar sus conocimientos. En muchas ocasiones, cuando salía de su centro de trabajo, visitaba viviendas pobres del barrio para inyectar medicinas, algún antibiótico o sacar sangre para algún análisis necesitado sin cobrarles a quienes recibían sus servicios. Voy a contar una anécdota real que pudiera parecer frívola pero que destaca el carácter integro de Rodolfo. Yo era todavía un niño entrando en la adolescencia, cuando muchas mujeres vecinas nuestras me decían: si cuando termines de desarrollarte eres tan apuesto como tu hermano vas a ser tremendo pollo. Parece que solo había un Rodolfo en la familia. Cuento esto porque casi siempre los hombres muy bien parecidos son amados por las mujeres y odiados por los hombres, sin embargo, los hombres también apreciaban a Rodolfo. Era su carácter respetuoso y nada pedante que le ganaba la amistad y el respeto de ellos. Por sus actividades en contra de la incipiente dictadura comunista, denunciado, se vio obligado a salir de Cuba, la Patria que tanto quería y que nunca hubiera abandonado. Jamás lo escuché quejarse por sus desventuras o maldecir a sus denunciantes. Recuerdo, en mi niñez, que mis hermanos Máximo y Leonel, quienes también pertenecieron a la Brigada 2506, siempre andaban armados. Era una época traumática en la Cuba de entonces. Ellos eran hombres muy honestos con unsentido del honor y el deber intachables. Rodolfo nunca llevó con él, ni siquiera, una simple cuchillita, pero era poseedor de un valor extraordinario; el valor que surge de los principios, del concepto de dignidad, de la integridad del carácter, por eso, cuando fue necesaria su presencia en la Brigada 2506 para liberar a Cuba del totalitarismo impuesto, no dudó un instante en integrarse a esta Brigada, pero con la condición de que iría a Cuba no a matar sino a salvar vidas. Se alistó como sanitario. Estaba dispuesto a morir salvando vidas.De su participación en la lucha y después en prisión sus compañeros de lucha saben más que yo. No necesito preguntarles sus opiniones, las intuyo. Nunca lo escuché expresarse mal de un compañero o amigo. No era hombre de criticar a otros. Aceptaba a todos como eran, con sus propias opiniones aunque no las compartiera. Existen personajes miserables, pero estos nunca formaron parte de su círculo de amistades. Él era quién todos en la familia llamábamos cuando teníamos un problema, el consejero, el que sabíamos que nos iba a hablarcon claridad siempre tratando de ayudarnos. Sabíamos que nunca nos abandonaría, que nunca nos daría un mal consejo. Cuando mi hermana enfermó debido a un cruel e injusto derrame cerebral- estuvo 13 años semiparalizada en una silla de ruedas- Rodolfo no solo pagaba gran parte de sus gastos con una persona constantemente cuidándola, también le hacía los mandados y la llevaba a los médicos, pero lo que más apreciaba mi hermana era su casi diaria presencia. Era raro el día que no la visitaba. Aquí, en los Estados Unidos, se esforzó extraordinariamente y logró ascender a jefe de sección de diferentes laboratorios. Estudiaba con ahínco en un idioma que no dominaba y sacaba excelentes notas que vi cuando se tuvo que mudar a un “Adult Living Facility”. Se pasó los últimos años de su vida viviendo en un pequeño cuarto con una pequeña terraza que, por suerte, le permitía ver el exterior, Sufrió la ausencia de su compañera de sus últimos años, Gladys, quién al poco tiempo de verse obligada a separarse de él por motivos de salud, falleció y el no pudo estar a su lado en esos momentos, lo que le causó un profundo dolor.Quizás,no pudo disfrutar sus últimos años de estancia en este lugar a la plenitudque le permitía su salud porque tuvo que pasar casi todo el tiempo encerrado en su cuarto debido a la maldita pandemia del Covid. A este cuarto le llevaban el desayuno y las diferentes comidas. Fue estoico, hacía todo lo posible por pasarla bien, o al menos, trataba de demostrarles a los demás que él estaba bien para que no padecieran angustias por su situación. Él era así. Rodolfo tenía dos momentos semanales que lo hacían disfrutar enormemente: cuando lo recogían para llevarlo a jugar dominó con sus amigos de la Brigada –Gracias Bibi por recogerlo—y los domingos cuando yo lo recogía para llevarlo a la casa de su hijo y junto a éste y nuestro sobrino Maxito jugábamos dominó. Esos días él se transformaba. Cuando se casó con Ana, la madre de sus hijos, le comunicó su deseo de no evitar los embarazos. Todos los nacimientos, no importaran cuantos, serían bienvenidos. El destino no fue generoso con ese deseo suyo. Tuvo dos hijos: Rodolfo y Roberto. Pasó por el dolor inenarrable de perder a Roberto en su plena juventud debido a una enfermedad surgida en la niñez y para la cual todavía no hay una cura. Si nos apartamos de esta imperecedera pena, sin dudas, su mayor orgullo y alegríafueron su hijo Rudy y sus nietos Rudy Jr. y Alex. Sintió que tenerlos a ellos justificaba todas las vicisitudes por las que pasó en su vida y mucho más. La relación con su hijo Rudy fue única. El veía en Rudy la concreción de todos sus sueños, de todos sus anhelos. Sus Rodolfo era lo que llaman un hombre bueno, decente, honesto, justo y valiente. Él era un orgullo parala familia. ¿Era Rodolfo un hombre perfecto? No lo sé, pienso que nadie es perfecto, pero nunca he conocido un hombre mejor que él. Descansa en Paz Querido Hermano. Te recordaremos no con tristeza, sino con la alegría de saber que exististe.

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