LOS DUELOS (CIRO BIANCHI)

Ciro Bianchi Ross Los duelos Tal vez los lectores más jóvenes se sorprendan al saber que todavía en La Habana de los años 40 del siglo pasado no era rara la celebración de un duelo. En la Cuba de entonces el duelo no era en sí una figura punible, pero sí lo eran su concertación y sus consecuencias. Pese a eso, todo hombre de vida pública que se respetara, si se sentía ofendido, nombraba a sus padrinos y esos se dirigían al ofensor para plantearle “la cuestión de honor”. Si el ofensor acepta el reto, nombraba a su vez a sus propios padrinos y escogía el arma con la que se dirimía el incidente. Se fijaba la fecha y el lugar del lance y concurrían ofendido, ofensor, padrinos, jueces, un árbitro de campo, un médico por cada uno de los contendientes y hasta invitados especiales. No eran pocos aquí los que se sabían de memoria el Código del Honor de conde Athos de San Malato o el del marqués de Cabriñana, que marcaban pautas para los duelistas. Ya en los años 40 del siglo pasado los duelos no se pactaban a muerte. Ni siquiera a primera sangre. Bastaba que ofendido y ofensor se situaran frente a frente e intercambiaran unos cuantos sablazos o uno o dos disparos para que la cuestión personal quedara zanjada. Sin contar que durante el lance debían obedecerse las órdenes y voces de mando del árbitro de campo que imponía las reglas del duelo y lo mismo disponía su interrupción momentánea o lo suspendía definitivamente. Aunque en la práctica no resultaba siempre así, se suponía que en un duelo salía vencedor quien tuviese la razón. Se decía asimismo que, tras la celebración de un duelo, la ofensa quedaba lavada, fuese quien fuese el vencedor, y ambos contendientes debían reconciliarse. Aunque se batía mucha gente sin honor y muchos duelos, con sus balas de cera y espadas sin filo, no pasaban de la mera comedia, hubo en Cuba lances memorables. Como el de lo médicos Ricardo Núñez Portuondo y Pedro Palma en una clínica de Jesús del Monte y ante la curiosidad morbosa de 200 espectadores. Concluyó con la herida de 15 centímetros de largo que Núñez Portuondo con su sable propinó a su rival y que le tajó desde la frente hasta el pecho. La sangre corrió en el lance que en 1916 sostuvieron Susini de Armas, hermano del gran periodista que hizo célebre el seudónimo de Justo de Lara, y Eduardo Alesson, uno de los grandes de la esgrima cubana y que tuvo como árbitro a Pío Alonso, otra figura emblemática de la espada. Ambos contendientes estaban seriamente heridos al darse por finalizado el encuentro, que fue seguido de incidentes enojosos porque Susini pedía a gritos la reanudación del duelo y porque algunos espectadores atestiguaban que Alesson había herido a su rival después de haberse dado la voz de alto, y otros aseguraban justamente lo contrario, que fue Susini quien atacó a Alesson ya finalizado el lance. Parecía haberse aclarado la cosa cuando Pío Alonso, erguido, arrogante, enérgico, exigió una reparación a Alesson por haber dicho este días antes que no lo quería como juez de campo. Otro duelo sonado, el más sangriento, fue el de los periodistas Antonio Iraizoz y Gustavo Rey, en 1917, en un corredor interior del teatro Alhambra. Dejó cinco lesionados en total. Iraizoz quedó herido en el pecho y Rey con una herida grave desde el hombro hasta la mano. Resultó también herido grave el juez de campo al interponerse entre los contendientes y un espectador cuando el sable de Iraizoz salió disparado hacia el público. Antes de comenzar el encuentro se había herido uno de los médicos de los duelistas. Se llevó la yema de un dedo al revisar las armas que cortaban como navajas. Los libertadores también se batieron. En 1893, y en una casa de Guanabacoa, Juan Gualberto Gómez, en duelo a espada, puso fuera de combate al periodista Ignacio Sola, que lo ofendió en un artículo. Agramonte, siendo estudiante de Derecho en La Habana, se batió al menos en dos ocasiones con oficiales españoles, y una vez más en Camagüey. Maceo, en Jamaica, retó a duelo por ofensas a Flor Crombet. El Titán exigió un duelo a muerte. Se batirían a pistola, a 25 pasos y disparando al mando. Pero los padrinos de ambos acordaron que el lance se pospusiera hasta que ambos cumplirán su misión en la independencia de Cuba. Lo mismo sucedió cuando Agramonte, en plena Guerra de los Diez Años, reto a duelo a Céspedes. Más sereno, menos impetuoso, el Padre de la Patria dijo a los padrinos del Bayardo que esperaría a que terminara la lucha para reclamar a Agramonte la reparación de sus insultos. Martí implícitamente retó a duelo a Enrique Collazo cuando este en una carta pública lo acusó de rehuir el peligro y de haber servido a España. Decía Collazo: “Si de nuevo llegase la hora del sacrificio, tal vez no podríamos estrechar la mano de Ud en la manigua de Cuba”. Respondió Martí: “Si mi vida me defiende, nada puedo alegar que me ampare más que ella… Pero no habrá que esperar a la manigua, Sr. Collazo, para darnos las manos, sino que tendré vivo placer en recibir de Ud una visita inmediata, en el plazo y país que le parezcan convenientes…” Se repite que el hombre que más lances de honor sostuvo en la Isla fue Francisco Varona Murias. Se batió, dicen, unas cien veces, en ocasiones hasta cuando no le tocaba pues no era raro que se empeñase en reparar la ofensa que sufrían amigos y conocidos. Duelista famoso fue Manuel Secades Japón: participó en ocho encuentros y venció en siete. Los periodistas figuraban entre los mas retados. El ya aludido Antonio Iraizoz se batió 16 veces y salió vencedor en la mitad de ellos. El doctor Santiago Claret, director del periódico Información, sostuvo ocho lances. Pepín Rivero, director del Diario de la Marina, se batió dos veces, pero tuvo el valor reflexivo de no volver a aceptar los numerosos retos que le hicieron. Miguel Ángel Quevedo, director de Bohemia, rehusó batirse cuando Grau, ya presidente electo, lo desafió por una información aparecida en la sección En Cuba. Entre los políticos fue Eduardo Chibás el que más duelos sostuvo. Se batió nueve veces y, siempre en la sala de armas del Capitolio tuvo como rivales a figuras como Tony Varona, Alberto Inocente Álvarez y Paco y Carlos Prio Socarrás. Siempre salió derrotado. Luego de haberse enfrentado a sable con el senador José Manuel Casanova, el llamado Zar del Azúcar, el maestro Rivas, decano del Colegio de Profesores de Esgrima, dijo a Chibás que en un duelo no bastaba el valor personal, que al implacable fiscal de la corrupción le sobraba, sino que se requería además de un poco de técnica. Es preciso, arguyó Rivas, seguir con la vista la punta del arma del contrario. Mire, Rivas, esa será una preocupación del contrario porque yo, en lo que a ver se refiere, no veo ni la punta de la mía, respondió Chibás que padecía de una miopía bárbara y salió herido en casi todos sus duelos. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/ http://cbianchiross.blogia.com/ Reply Reply All Forward

Comentarios

Entradas populares de este blog

CUBA NO ESTA FRACTURADA, A CUBA LA QUIEREN FRACTURAR

NOTA DE DOLOR

MEXICO DEFIENDE SU INDEPENDENCIA ECONOMICA(Hedelberto Lopez Blanch)