EL PALACIO DE LOS GRITOS
APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross
El Palacio de los Gritos
La pelota vasca tiene carta de naturalización en Cuba después del cese de la dominación española. Se intentó introducirla durante la dominación colonial, pero se fue aplazando el asunto y cuando por fin llegó a La Habana ya se conocía y practicaba en Brasil y la Argentina, Italia, Egipto y, por supuesto, en toda España.
El comerciante Basilio Sarrasqueta logró que el general Leonardo Wood, el interventor norteamericano, que se convertiría en un fanático de ese deporte y llegó a practicarlo todos los días, se entusiasmara y aprobara el proyecto, incluidas las apuestas que se harían en los juegos. Movió entonces Sarrasqueta sus influencias entre el alto comercio español radicado en La Habana y, con el apoyo decisivo de Manuel Otaduy, agente general de la Compañía Trasatlántica Española, logró levantar un capital de cien mil pesos que permitieron la compra del terreno enmarcado entre las calles Concordia y Lucena, Marqués González y Virtudes. Allí se construyó el frontón, el llamado Palacio de los Gritos. Y, sin que el edificio contara aún, por falta de dinero, con todas las comodidades para el público, se celebró el primer partido el 10 de marzo de 1901. Fue un éxito superior al esperado.
Los promotores de los juegos, que advirtieron la facilidad pasmosa con que la gente se jugaba durante ellos las monedas de cinco pesos, comprendieron que un público así merecía lo mejor y que se le premiara con la posibilidad de admirar a los jugadores más connotados. Fue tanto el éxito que las figuras del alto comercio siguieron respaldando la iniciativa y en 1903 se introducían reformas y ampliaciones que mejoraron las condiciones del edificio.
La concesión para operar el frontón, que era por diez años, cesó durante la presidencia de José Miguel Gómez. El edificio pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de La Habana y albergó en sus dependencias al naciente Museo Nacional (1913). Pero en tiempos del presidente Mario García Menocal, fanático de la pelota vasca y de las carreras de caballos, se renovó la concesión a la empresa y el frontón volvió a abrir sus puertas en 1918. Los duelos de las parejas de pelotari movilizaban cantidades de dinero enormes y mantenían la tensión de los espectadores.
Mantuvo el Palacio de los Gritos una hegemonía absoluta hasta 1921 cuando concluyó la construcción del llamado Nuevo Frontón. Un edificio bellísimo, con muchas comodidades para los aficionados, pero en la prisa por terminarlo se cometió la equivocación de invertir la colocación de las piedras del frontis y del rebote.
Comenzó la competencia entre los empresarios de ambas instalaciones y jugadores del frontón de la calle Concordia, incluso figuras principales como Erdoza, Isidoro y Erguiluz, pasaron a jugar en el nuevo edificio, que se nutrió además de pelotaris venidos del frontón de Cienfuegos. Si al primero se le llamó El Palacio de los Gritos, el Nuevo Frontón sería El Palacio de las Luces.
El deporte del remonte y la pala no progresó en el Nuevo Frontón. Fracasó como empresa en 1923 y, aunque ya quebrado, siguió siendo escenario de algunas temporadas de pelota vasca hasta que cerró definitivamente tras los daños que en su estructura ocasionó el ciclón de 1926. Se convirtió entonces en Palacio de los Deportes hasta que fue adquirido por el movimiento obrero para ubicar allí la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC). Pensaban los líderes proletarios adaptar el edificio a sus nuevos fines, pero no fue posible ya que, comenzadas las remodelaciones, hubo derrumbes que advirtieron que su estructura no soportaría las reformas proyectadas. Fue entonces que se determinó la construcción de un edificio nuevo, el de la actual CTC. Y ríanse. Fue Alfredo Hornedo quien dio a Blas Roca el dinero para completar la obra,
Hubo otro gran frontón en La Habana, cuya construcción fue anterior a la del Nuevo Frontón. El Habana-Madrid, situado en Belascoaín y Sitios. Le llamaron La Bombonera porque su hermoso y ventilado local –contaba con 140 puertas y ventanas- se dedicó mayormente al juego de mujeres. Las jóvenes vascas que jugaron en sus predios hacían que se llenaran sin esfuerzo los 1 800 asientos de la instalación. Se dice que la pelota vasca es “deporte, arte, ballet y magia”. En 1932, la lucha contra Machado y la crisis económica marcaron el cierre del brillante ciclo de la pelota vasca en La Habana. Repuntará a partir de 1937 cuando España, a consecuencia de la guerra civil, sale del mercado.
Dice Juan Marinello que fue en el Palacio de los Gritos donde surgió el término de “botellero” para identificar a aquellos que cobraban un sueldo del Estado, del municipio o de alguna dependencia pública sin disparar un chícharo. Aunque en verdad la palabra “botella” identifica a un mal que viene desde la Colonia y que crece desmedidamente en los días de la segunda ocupación militar norteamericana.
Sucede que, durante los partidos de pelota vasca, algunos muchachos entraban al frontón para llevar botellas de agua fría a los pelotaris. Esos muchachos no abonaban la entrada y con el pretexto del agua, disfrutaban de casi todo el partido. De ahí, dice Marinello, viene el término de botellero.
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Ciro Bianchi Ross
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