LA RED DE INTELECTUALES EN DEFENSA DE LA HUMANIDAD SE TRUECA EN PERSEGUIDORA DE SALEM

La red de intelectuales en defensa de la humanidad se trueca en perseguidora de Salem Eligio Damas Un como abominable personaje, a quien no nombraré ahorita, porque produciría más alergia que los perseguidores de los brujos de Salem, solía decir que no había una vaina que gustase más a un intelectual que, un cargo en el área cultural del servicio exterior, un pasaporte, un boleto de avión, sobre todo con destino a Europa y una nada despreciable “fajita de dólares”. Le faltó decir, porque no sucedió con abundancia en su tiempo, ser invitado de honor y con demasiada frecuencia a un país distinto al suyo a dar sus pareceres y brindar su apoyo irrestricto al anfitrión, sin importar los detalles, ni nimiedades como la pobreza de la clase trabajadora y la excesiva acumulación de la dominante. Pero hay otras cosas que en ese mundo satisfacen el ego y las aspiraciones. No le agrada al intelectual, le ignoren, le da roncha. El sentirse ignorado, ese como ostracismo, al tipo, duele y mete miedo. Tener lo escrito en el ordenador, el archivo, sin que nadie brinde una oportunidad para publicar, recibir premios, honores, invitaciones, ser mandado aquí, allá y hasta más allá y hasta no ser invitado a venir y recibido como príncipe saudita, por ponerse de bocón a decir cosas indebidas o, mejor, pendejadas, es por demás doloroso y humillante. Y es, en veces, prudente callar, ni siquiera haber dicho ni esto, porque hay algo mejor, aunque eso sea unir a todos aquellos que se pueda, porque la causa de la humanidad no empieza ni termina en un tipo y tampoco en un proyecto que parece o dice ser una cosa y es otra. Y la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, es la misma por los trabajadores y su derecho a no ser explotados y engañados en ninguna parte, menos con consignas vacías que nada le dicen y para nada sirven, salvo para hacerles más pobres, mientras la casta dirigente arrima a su fogón y los egos se inflaman. Digo lo anterior, quizás por aquello, de que a quien le caiga la chupa que la agarre para él y porque lo que es igual no es trampa. No soy intelectual, ni mucho menos, porque cuando leo o escucho esa palabra pienso en Arturo Uslar, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, García Bacca, Luis Britto García y unos tantos que, en otras circunstancias, otro texto más realista, ajustado a la verdad, podrían estar allí, sería inútil seguir enumerando porque el lector tiene parte de esa lista, y la palabra tiene mucho de erudito y no es una cosa así tan maleable como para que, alguien se la ponga o se la pongan, como esos trajes o prendas talla única. Estrictamente hablando, un comentarista o eso que llaman pomposamente y de manera demasiado frecuente “analista político”, no por serlo, necesariamente es acreedor a ese calificativo de intelectual. Pero tampoco nos pongamos pepito por la palabra y no nos la tomemos tanto a pecho, porque pudiéramos herir la sensibilidad de alguna gente buena, pero si porque pudiéramos estar o quizás creemos estar aludidos en el texto de la carta que la “Red de Intelectuales” y, para más señas “en defensa de la humanidad”, envió al presidente Maduro y en el cual se dice: “Sabemos que no pocos y pocas le han abandonado y abandonaron a la Revolución, unas y unos por la vía de la traición, otras y otros por la vía mercenaria y otros, tristemente, por no "mancharse" con el chavismo que, también, ha sido demonizado planetariamente. Sabemos cuánto le duele. Uno se siente aludido, no por ser intelectual, pues un simple maestro de escuela en la Venezuela de ayer y de hoy, trabajador de la educación, con unos pocos y elementales instrumentos para ayudar al aprendizaje de los muchachos no puede soñar ser de esos. Y, en el país de hoy, además, mucho más que ayer, pese lo que hemos sido y poseemos, si no lo saben los “defensores de la humanidad”, más inmersos en la pobreza material, tanto que el salario está por debajo, muy por debajo, tanto que casi horada el suelo, del nivel que los organismos internacionales que se ocupan del caso, consideran “nivel extremo de pobreza”, lo que no se explica, como la decadencia toda de la economía venezolana, empezando por la industria petrolera, como lo demuestran hasta el cansancio los técnicos que todos los días escriben sobre el asunto, solo en las agresiones y sanciones del imperialismo gringo, al cual condenamos en todo los sentidos y creemos enemigo irreconciliable de la patria americana, esa que Bolívar llamó “antes española” e intentó unir. Y así están los trabajadores todos de Venezuela que, casi sordamente protestan, tanto que la “red defensora de la humanidad”, no les escucha. Y se siente uno aludido, no por haber abandonado una revolución que no existe, tanto que después de haber declarado enemigo jurado, sin saber exactamente cómo, hasta cuándo y quienes, dentro de ella, a Fedecàmaras, ahora andan buscándola y pidiéndole ayuda para que esa, su revolución, pueda continuar en pie o llegar al puerto más cercano que, como punto de tierra firme y continente adentro, ofrece muchas vías de escape hasta valiéndose de la simple locomoción humana. Pero sí, por el simplismo de esos envenenados dardos, no propios de intelectuales, esos que hablan de personajes que, “Pasaron a ser tibios, tibias, traidoras o traidores.” Según la Red de Intelectuales”, defensores de la humanidad, como ese Fantomas de Julio Cortázar, el enfrentado a las multinacionales, que viaja por el mundo con pasaporte, en aviones y todo despejado; cuyos miembros, por razones que ellos prefieren ignorar, para no meterse en camisa de once varas, ni ponerse a buscarle las 4 patas al gato, quienes no apoyan al gobierno, desde la izquierda, antimperialista, socialista, anticapitalista, en fin revolucionaria, sólo son una recua de tipos, con “Una muy despreciable reacción voluble”, que “ha enfriado, o silenciado, las que otrora fueron voces "fraternas", "solidarias", que juraron luchar sin fatiga y hoy son timoratas y timoratos temerosos.” Y a uno le llama la atención, que en esa lista, de “depredadores”, que sí son consecuentes con las luchas contra el imperialismo, el capitalismo, las agresiones de estos contra la humanidad, los trabajadores y particularmente de América Latina y Venezuela, aparezcan Luis Britto García, Pascualina Curcio y Pedro Calzadilla, de quienes uno no esperaba, por lo menos, esos calificativos deshonrosos contra los izquierdistas fuertemente críticos de las políticas del gobierno, sobre todo en materia económica y monetaria, como lo es la nombrada en segunda lugar, de lo que hay demasiadas evidencias. Tampoco Luis Britto, quien no deja de alarmarse y discrepar y hasta prender las alarmas, como cuando se promulgó la “Ley antibloqueo” y menos Pedro Calzadilla, de quien uno oye de sus amigos, hablar de distanciamientos e inconformidades. Y llama la atención porque a la Red toda, hasta por esa disposición por defender la humanidad, uno la espera ver buscando acuerdos, actitud de servir de intermediarios entre quienes por supuestamente coincidir en asuntos tan fundamentales como para luchar juntos, enfrentar al imperialismo y sus distintas formas de agresión y al capitalismo, lo que es estar de acuerdo en lo fundamental, en la contradicción sustantiva, no obstante, decide tomar partido y sumarse al gobierno para agredir y, de manera demasiado indelicada, cosa impropia de intelectuales y defensores de la humanidad, a quienes de él discrepan, calificándoles pedestremente de “traidores, timoratos y temerosos”. Y es triste que eso hagan, pues no sé si por eso pierden el derecho a se les califique de intelectuales, pues uno para eso no está capacitado, pero sí para poner en duda estén aptos para “defender la humanidad”. Y también incomoda que quienes condenen con justicia la injerencia y agresión imperialista contra Venezuela, que lo es determinantemente contra el pueblo, sin vivir los rigores de la vida cotidiana, los de unos trabajadores que perciben salarios hasta muy por debajo de lo que la ONU llama pobreza extrema, mientras una pequeña porción de la población, con la anuencia e impasibilidad gubernamental, acumula desorbitadamente, frente a este drama no emitan opinión. Como si lo hacen, practicando la injerencia que condenan, contra los revolucionarios venezolanos que discrepan y están, con sobradas razones, distantes del gobierno. Lo cierto es que, leyendo su comunicado, les vi dentro de una túnica, capucha, formando un grupo compacto y portando una antorcha en la mano derecha, para abrir la oscuridad e intentar hundir en ella a todo inocente y, hasta abnegado por las buenas causas, que discrepe y pretenda poner en duda todo el bienestar que emana de la fuente que, ellos “creen” y juran, a nosotros nos embargan. Y claro, siendo así, como ellos miran las cosas, es justo que aticen su hoguera y en ella a “los traidores, timoratos y temerosos”, más que todo por darle importancia al hambre, de la que ellos poco saben, lancen.

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