RECUERDOS DEL HOTEL MIRAMAR
APUNTES DEL CARTULARO
Ciro Bianchi ROSS
Recuerdo del hotel Miramar
¿Escuchó usted hablar alguna vez sobre el hotel Miramar? Se erigía en
una de las mejores esquinas de La Habana, en Malecón esquina a Prado,
y fue muy famoso durante los años iniciales de la República. Su
propietaria, Pilar Somohano, lo era asimismo del hotel Telégrafo, en
Prado esquina de San Miguel, y fue ella la que regaló al mayor
general José Miguel Gómez la silla que usaría durante su mandato
presidencial. Por eso se decía en Cuba que nuestros mandatarios se
sentaban en la silla de doña Pilar.
Corrían los años iniciales del siglo XX. En La Habana, los hoteles
importantes eran, además del ya mencionado Telégrafo, Pasaje e
Inglaterra, Sevilla y Almendares. El hotel Miramar estaba entre los
más caros: diez pesos la noche en una habitación con baño. Era un
establecimiento pequeño, pero confortable y lujoso, que hacía gala de
una limpieza y un orden extremados. Su restaurante, con chefs
franceses, clasificaba asimismo entre los mejores de la ciudad. Fue
allí donde por primera vez en Cuba se prohibió el uso del bigote a
cocineros, ayudantes de cocina, sirvientes, mochilas… y se implantó
para empleados y empleadas el uso obligatorio de la redecilla en la
cabeza. Fue también el primer hotel en Cuba en que camareras y botones
lucieron uniformes elegantes.
Contaba este hotel con un sistema de transporte mapificado a
disposición de sus huéspedes; organizaba excursiones y paseos por la
ciudad y sus alrededores y garantizaba a sus clientes el acceso a los
baños de mar en los lugares habilitados para ello y que la extensión
del Malecón iría desplazado. Las personas alojadas en el hotel tenían
el privilegio de disfrutar desde sus balcones de los conciertos que la
banda de música del Estado Mayor del Ejército ofrecía en la glorieta,
situada frente a la instalación hotelera.
Prado y Malecón, la primera esquina de La Habana, tenía, sin embargo,
mala sombra. Los negocios que se montaban en ella no prosperaban pese
a la excelencia de la posición. El hotel Miramar se descomercializó en
1920, como también se descomercializó hotel Telégrafo. Si bien no
triunfó, el establecimiento hotelero hizo popular esta cancioncilla:
«Cuando vayas a La Habana/ a cenar al Miramar, verás a los
dependientes / sin bigote y delantal…».
No es mucho lo que se conserva acerca de la historia de este hotel.
Este cronista, de sus caminatas habaneras de los años 60, recuerda el
caserón que ocupó oscuro y vacío hasta que el día en que se vino
abajo por el peso del tiempo o fue demolido.
El poeta nicaragüense Rubén Darío, en 1910, durante su última estancia
en La Habana, salió de su restaurante, luego de haber comido
opíparamente con amigos, entre ellos el poeta Mondelo, embajador de
Italia en Cuba, para perderse en la noche habanera hasta recalar en el
único sitio que, ya de madrugada, encontró iluminado, un «círculo de
hombres de color», recordaba el poeta, donde se le declaró «negro
honorario».
Conoce también este cronista que en uno de los locales de lo que fue
hotel, radicó la oficina de Sergio Carbó, director de la revista La
Semana y uno de los periodistas más populares de la Cuba de entonces,
siempre con más éxitos empresariales que profesionales. Carbó fue,
tras el golpe de Estado del 4 de septiembre 1933, uno de los cinco
miembros de la Comisión Ejecutiva o Pentarquía que se hizo cargo del
poder. Para entonces andaba en el automóvil blindado que fuera del
dictador Gerardo Machado, mientras que el ya coronel Fulgencio Batista
se movía en el auto también blindado del general Alberto Herrera,
jefe del Estado Mayor del Ejército hasta el 12 de agosto del año
mencionado. Al dejar de funcionar como hotel, el Miramar fue escenario
de no pocos topes de boxeo.
En los bajos del edificio de lo que fue el hotel Miramar funcionó
durante muchos años el Centro Vasco. Su fundador fue Juan
Azerzabaitoria y la casa gozó del favor de los pelotaris de todos los
frontones habaneros. En un momento dado, este restaurante, famoso no
solo por sus comidas típicas sino por su extensa carta de vinos, se
trasladó al Vedado, en específico a la calle Tercera esquina a 4,
donde funciona la asociación de vascos en Cuba.
Comentarios
Publicar un comentario