MADURO "CON EL GRUPO HASTA LA PARED DE ENFRENTE" AGROPATRIA Y LO PARTICIPATIVO Y PROTAGONICO
Maduro “con el grupo hasta la pared de enfrente”. Agropatria y lo participativo y protagónico
Eligio Damas
¡Cómo es verdad, que eso de lo participativo y protagónico, en boca de quienes heredaron a Chávez, es como un viejo poema, de aquellos que solían llamar “negroides”, “sólo son cosas pa`conversà”! Pero no se quedan en eso, hay mucho más.
Demos una muestra contundente. Agropatria, una empresa que antes, de manera irracional, apresurada, actuando bajo viejos impulsos dogmáticos, fue estatizada, ahora mismo, con igual premura, se ha vuelto a privatizar, lo que confirma lo que acabamos de decir. Medida que, dada la experiencia, lo acontecido con esa y tantas empresas estatizadas bajo el mismo espíritu y dogma, tiene pertinencia, no obstante, fue tomada sin consulta alguna con sus trabajadores, quienes de repente se encontraron con una situación de hecho y un mandato, “ustedes nada tienen que decir”. Y eso que el gobierno discursea de otra manera y hasta llama “socialismo” esa morisqueta estatizadora emanada de su anquilosada escuela.
Era muy frecuente, ante cada circunstancia, al tener que salir a enfrentar algo, sin tener a disposición lo más elemental, que a uno le dijesen para darnos ánimo y levantar la moral:
- “Vete tranquilo, no te preocupes, a nadie le falta Dios”. Y luego, como para darnos más seguridad, “en el camino se emparejan las cargas”.
Como quien aquello nos decía lo hacía más para animarnos que por otra cosa, uno terminaba por agradecerlo y emprendíamos el camino, no teniendo otra cosa que hacer. En todo caso, lo que habríamos de hacer sólo era competencia estrictamente nuestra y únicamente nosotros sufriríamos los efectos, si “Dios por uno no metía la mano”. Más nadie tendría que ver en eso.
Y emprendíamos el camino con la cabeza fresca y vacía esperando aquello, que “en el camino se emparejara la carga” y en cada trance Dios nos metiese la mano; como que hubiese bastantes matas de mango y gente buena dispuesta a atender nuestros siempre muy discretos “ruegos”. Generalmente todo salía mal, muy deficiente, pero como uno tampoco podía ponerse “pepito”, en espera que fuese lo contrario, no teniendo nada que aportar, se conformaba con lo sucedido, en todo caso, sólo uno era afectado. Y por eso nadie saldría a protestar, montar guarimbas, vería perdido el empleo o caído su salario. Pero como nadie tampoco tenía autoridad moral para reclamarnos por las desidiosas, insustanciales respuestas nuestras, todo quedaba en el olvido y en “esa vaina no importa”. Y hasta en “otro día será”.
Cuando Maduro asumió la presidencia, muerto Chávez, le imagino preguntándose qué hacer. Quizás alguien le dijo que esa interrogante, a comienzos del siglo XX se la hizo Lenin, aunque tampoco tuvo necesidad de pensar en eso, más si no hubo quien de eso le hablase, sino que actuó por simple reflejo o eso que llaman el sentido común.
“¿Qué hago con esta responsabilidad que se me vino encima de repente?”
Es probable, porque así era uno, se dijese, “no tengo otra que hacer sino pa´ lante es pa´allá y pa´ lante con los faroles. Aquí no hay otra cosa que hacer sino profundizar la revolución”.
Y mientras así pensaba seguía más o menos con la misma reflexión y respuesta, “esta vaina es como mucho camisón pa´ Petra, pero ya que estamos montados sobre el borrico, no hay más nada que hacer, sino darle quiña a la cuestión” y “en el camino se emparejan las cargas”.
Haber sido Canciller fue una buena experiencia, pero allí la cosa no fue tan complicada. El presidente venía desarrollando una política muy marcada, nada sinuosa y complicada. Había trazado como una raya que decía, “acá, de este lado, están los amigos y del lado allá los enemigos. A los de acá se les sonríe, abraza y dice si a todo lo que ellos digan y soliciten, a los de allá, no se les sonríe, sino que la cara se les medio amarra para que sepan a qué atenerse”.
Cuando hubo necesidad de ir a escenarios como la OEA, la tarea tampoco fue nada complicada, sólo había que reunirse con los de acá y a los de allá sacarles el cuerpo. Al momento de hablar en las plenarias bastaba con recordar los discursos del presidente y repetirlos de memoria, sobre todo aquellos domingueros de “Aló presidente”.
En la vicepresidencia la cosa fue todavía más mantequilla, pues la figura presidencial era tan envolvente y ágil para estar en todo y en todas partes, responder por todo y hasta no habiéndose acostumbrado a delegar, que entonces ese cargo era un solo estar al lado del presidente y mover la cabeza de arriba abajo ante todo lo que dijese y saber sonreír en los momentos oportunos.
Cuando murió el presidente, no tuvo mucho esfuerzo que hacer. Aquél lo había dejado como heredero. Para eso pidió a todos aquellos que venían votando por él, lo hiciesen por quien dejaba en sustitución suya. Para sus subalternos inmediatos, aquello fue una orden. Ganó las elecciones, pero no muy fácil que digamos, porque buena parte de los votantes no atendieron aquella solicitud. Y eso no fue un comportamiento extraño, no es fácil dejar esa herencia completa. Los votantes en veces, buena parte de ellos, son como muy selectivos.
A todas estas, con la enfermedad del presidente, muchas cosas fueron dejadas en manos de sus ministros, justamente porque el vicepresidente no estaba en condiciones de hacerlas, no sentía el liderazgo para ponerse a conducir, carecía de muchas cosas, nada sabía de aquellos asuntos complicados y necesitaba además que, en un momento dado, lo apoyasen; entonces los subalternos comenzaron a hacer, deshacer y hasta dejar de hacer; más no habiendo quien les impusiera lo contrario y tampoco sería conveniente. Y a él, al inicio, tampoco le convenía meterse mucho en vainas y no atizar la candela.
Luego de presidente electo, empezó hacer lo que siempre supo y fue norma en los espacios donde se formó. Había que jugar cuadro cerrado con los leales, íntimos de la vieja cofradía y con quien debía compartir el poder. Esto lo supo dese el principio, aunque nadie se lo dijese. La herencia no era sólo suya, estaba obligado a compartirla por distintos motivos. Eso sí, “tenemos que deshacernos de quienes no son herederos, no aceptan nuestro liderazgo heredado, discuten todo y también de quienes se han creído, por haber estado largo tiempo en posiciones importantes como PDVSA, donde formaron sus comanditas y tienen sus negocios aparte, que esa vaina es de ellos.”
“No importa si los leales saben o no de una vaina o están dispuestos y competentes para administrar y dirigir, pero ellos estarán al frente porque lo importante es que el poder no se diluya”.
Si algo aprendió en su vieja militancia fue a manejar eso que llaman la lucha interna. “El mejor método, pues eso viene de allá del fondo, de los tiempos de los viejos maestros, para enfrentar eso que llaman lucha interna, que no es más que llevarle la contraria a quienes debemos decidir porque para eso somos los jefes, en este caso los originales herederos, es buscarle la caída y echarlos del partido. Entonces no importa lo que cada quien haya hecho; es insustancial si lo hizo bien o mal; lo fundamental es se someta al liderazgo, a la disciplina y lealtad y no pretenda que hay que compartirlo con él o ellos. Entonces les echamos o les hacemos la vida imposible para que se vayan. Quien se manifieste leal se le santigua y todo pecado queda borrado de la lista. Y ser leal significa entre otras cosas no andar buscándole cuatro patas al gato”.
Así se consolidó el liderazgo interno, porque en el externo se encargó de ayudarle la oposición toda, empezando por Ramos Allup, luego Guaidó y hasta Trump mismo, con esas metederas de pata a diestra y siniestra y en cada circunstancia.
Por lo que hubo que pagar para asegurarse poder y liderazgo a su modo, dejando a un lado lo que en verdad tanto necesitaba de atención, la que de hecho él tampoco sabría darle, no había tenido tiempo de prepararse para eso y las sanciones de Trump, Venezuela terminó en una “ratonera”, espacio donde el moho y la herrumbre hicieron su madriguera. Y se nos vino lo que todo el mundo conoce y el venezolano sufre. Y para más vainas, de repente, también se nos vino encima la pandemia.
“En el camino se emparejan las cargas”. Y la pandemia, lo dice uno, no porque él lo haya dicho, sino viéndole tan entusiasmado y aferrado a ella, tanto que hasta pudiera estar deseando contaminarse con el Covid-19 para sentirle más íntimamente y agradecerle haya venido como a emparejarle la carga y decirle al oído, “gracias me caíste como pedrada en ojo tuerto”.
Vivimos, según el discurso de Maduro y sus más altos colaboradores, en el mejor de los mundos. Aquí lo único que hace falta son ganas, porque de todo tenemos. No hay absolutamente nada de qué preocuparse, pues todo está resuelto y hasta para cada cosa tenemos una repuesta “por sí las moscas”.
Con las elecciones del 6D, si algo le faltaba, llegó al máximo de la felicidad por lo menos “por ahora”. Como ningún presidente nunca antes lo hizo, se metió en campaña, tanto que pareciera candidato, obviando toda acusación bien fundamentada de ventajismo y hasta abuso; y no es tanto que eso haga falta para impactar los resultados, sino porque no sabiendo qué hacer, y habiendo de eso tanto, opta por lo único que cree saber y por su apegada concepción que debe estar al mando y en el control de todo, por algo es el jefe y jefe es jefe….
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