DE STALIN A MAO, FIDEL, AL CAPITALISMO DE TRUMP, HAY COMO UN ENREDO Y "REALISMO MAGICO"

De Stalin a Mao, Fidel, al capitalismo de Trump, hay como un enredo y “realismo mágico” Eligio Damas Los cubanos entendieron que su socialismo debía hacerse más o menos como lo hicieron los soviéticos y luego los chinos, en la época de Mao. Debía empezarse, según ellos, por abolir la propiedad privada, individual y esta adosársela al Estado, sobre los medios de producción radical y totalmente. Entendieron que esto incluía, salvo lo personal, íntimo o la pequeña propiedad que no producía renta, ni beneficio, todo lo demás. Además, que tal decisión debía hacerse en lo inmediato, para eso se contaba con la fuerza militar en la cual apoyar aquello. Vicente Piñate, creo ahora ministro del trabajo, en un programa radial justificaba el proceder de quienes estaban en el gobierno, en lo relativo a la construcción del socialismo, en lo que admitía dificultades, en “que ellos no habían llegado al poder por las armas sino por otra vía”. Pareciera querer decir que, si así hubiese sido, habrían “hecho el socialismo de un solo taparazo”. Pasó por alto que si algún apoyo tiene este gobierno es en el sector militar. Lo que mucho habla de su confusión, para no decir otra cosa. Aunque no sea Piñate una referencia importante, política e intelectualmente hablando, si sirve para darnos una idea de lo que piensan quienes gobiernan. Creyeron o mejor no sólo lo creyeron, sino que “convencieron” a todo el mundo que era mejor que todo eso estuviese en manos del Estado y éste bajo el control de los “camaradas”. Como que mi papá, pase lo que pase, tiene el derecho de administrar la renta que me dejó mi abuelo y yo, por menor de edad y por lo tanto “incompetente”, no sólo debo admitirlo sino con agrado. Algo así como una orden sacerdotal muy respetada, sabia y ajena a esos resabios del capitalismo, como sacados del limbo, antes que el anterior Papa a éste cerrase, se encargaría de hacerle el socialismo al resto de la gente. No quedó muy claro, el status de la gente, la multitud a quien le atribuyeron el derecho a dirigir, protagonizar y hasta mandar, pero en el discurso y exposiciones diletantes. Esa concepción se creyó tan “generosa” y hasta abnegada, que la multitud podía dedicarse a pasear, ir a la playa, al campo y donde se le ocurriese, mientras aquellos monjes se consumirían pensando y diseñando el construir la nueva sociedad. Ellos se encerrarían en sus cubículos, más o menos ampliados, donde cupiese el grupo ungido, pero desvinculado de todo agente perturbador y hasta contaminante. Algo más o menos parecido a los tibetanos, con quienes nadie se mete. Pero los tibetanos, por lo menos dicen que el Dalai Lama, tiene un tercer ojo, que no es sino la capacidad de mirar más allá de donde miran los demás mortales y hasta ver y estudiar el aura de cada quien. Ellos mismos, los monjes aquellos, no estos últimos citados, se imaginaron como unos finos artesanos y hasta artistas, orfebres, dedicados a modelar cada cosa, de manera que de sus cabezas y manos saliese un traje enorme que sirviese para acobijar a todos. Tan bello y ajustado, que la gente se sentiría feliz, al ver extinguida la explotación capitalista y los campos hermosos y prodigando cuanta cosa fuese necesaria. Las empresas industriales brotarían de la tierra y los obreros irían allí a trabajar como hermanos, dispuestos a dar el todo por el todo y hacer contraloría y no aquello de ¡qué me importa si esa vaina no es mía! y la producción llegaría a niveles tan altos que la felicidad misma empezaría a desbordarse. Por eso los líderes viven de pálpito en pálpito, atisbando el futuro. En la URSS de Stalin, en la China de Mao y en la Cuba de Fidel procedieron de la misma manera. Pues hubo un manual o plan común que germinaría por igual en cualquier parte. Bastaba con abrir un pequeño hoyo en la tierra, dejar caer la semillita, ni siquiera tomarse el trabajo de apuntar bien, regarla por unos pocos días y nacerían millones de flores. Creo que Mao, en uno de sus poemas, hablo de mil solamente. Así pues, hasta un cuchitril, una barbería, panadería o cualquier negocio por pequeño que fuese, siendo un “medio de producción”, había que estatizarlo, para que los camaradas encargados del Estado, adornasen de prosperidad todo aquello. Había que invertir los términos, que “el caballo engordase al ojo del amo”. Si no se hacía esa inversión y el ojo del amo sigue engordando al caballo, estaríamos sujetos al vil capitalismo y el proceder sería puro reformismo. Es decir, todo había que entregarlo a la iglesia y los sacerdotes que, si no sabían nada de eso, estaban en contacto con Dios, quien se encargaría de ponerlos en sintonía con el mundo real. Para esto estaba el gran jefe de turno, con toda la sabiduría y perspicacia para manejar el ritmo de los tiempos y saber qué hacer en cada caso. El pueblo, pese el discurso dijese lo contrario, como de ser participativo y protagónico, sólo debía quedarse quieto y esperar todo, hasta sus bonos. Pero esa concepción, “ayudada” por la guerra de quienes no quieren al pueblo al frente ni metido en sus asuntos, intereses de clase o negocios, como los capitalistas, en todos esos países condujo justo a dónde debían llegar. El Estado no se siente dueño de nada. Sencillamente porque él está impregnado de las concepciones y hasta vicios de quienes le crearon. Quienes acceden a su control tampoco se sienten dueños de los negocios que deben manejar y por eso lo hacen con desidia, conducta burocrática y hasta se los roban. Esa es la razón más frecuente por la cual las empresas estatales quiebran o se hunden en la ruina y el moho. Estúdiese todos lo relativo al montón de empresas del Estado venezolano, fábricas, abastos, fundos, etc., unas creadas por él, otras expropiadas por distintas razones y hasta compradas con todas las de ley, cerradas y hasta pagando nómina y se hallarán los mismos motivos. O mejor el principal motivo, por culpa de la desidia, incompetencia, descuido del Estado, lo que incluye la corrupción y la burocracia. A esta altura de mi vida, no creo en lo inmediato, ni siquiera a mediano plazo, se pueda construir en sociedad alguna el socialismo al estilo clásico. Esto significa decir que en una donde el Estado sea el propietario de todo, hasta de los cuchitriles, allí no hay socialismo. Quienes gobiernan en Venezuela saben bien estamos en capitalismo y no es de Estado, sino del de las clases propietarias con muy elevada acumulación y con otra particularidad, una explotación del trabajo, del asalariado, sin límites. Pero en Venezuela, ya no es Maduro y alguno de sus seguidores solamente quienes hablan de un socialismo en construcción, el que según ellos va como muy avanzado, sino hasta Diosdado. Pues el de “El Furrial”, de un tiempo para acá la ha cogido con ese tema o consigna, como para no quedarse atrás y perder el “contacto con las mayorías”. En estos días, el presidente Maduro se largó en elogios sobre el “socialismo” chino. Eso no es sino un cuento chino. Pues allá hay un sistema capitalista clásico, con sus millonarios, inversionistas y una inmensa masa de trabajadores bajo relaciones de esa naturaleza; quizás sea menos rapaz, con sus controles o, por ser altamente productivo, tiene como repartir para producir un alto nivel de bienestar. Es decir, hay un capital y dos clases que juegan distintos roles. Sucede que la palabra socialismo en China perdió el significado que le dieron los clásicos y se adoptó otro. Así como hizo el PSOE español y tantos otros. China, como Vietnam, se percataron que la construcción del socialismo requiere unos ingredientes que no se consiguen en ninguna parte todavía y el tiempo de cocimiento del brebaje o alimento es más largo de lo que mucha gente imaginó. ¿Pero cómo decirle eso a la gente y esta se vaya y hasta caliente contra uno? ¿Cómo va uno a sentirse si eso dice y escucha se le llame vil reformista, si esta palabra la hemos concebido como el peor insulto que puede dársele a un hombre? Por eso, se hace una cosa, posiblemente lo que debe hacerse, me refiero a China y Vietnam y le llaman socialismo. Algo como aquel cuento de mi amigo Vladimir Acosta del “cochino llamado chigüire”. En los últimos días de “la gobernanza”, como dicen ahora, aproximadamente en el 2010, de Fidel Castro, a fuerza de realidad, los cubanos comenzaron a meter una vaina que llamaron, siempre para disimular, “cuentapropismo”. No era otra cosa que abrirle espacio a la actividad privada. A legalizar relaciones de producción que antes habían extinguido. Pero eso no se podía decir de esa manera. La majadera y hasta obstinada realidad, les llevó a la conclusión que la vaina no era como ellos creían. Pues las costumbres, los hábitos, aspiraciones, como las creencias religiosas y otras, no se imponen a través de leyes. Y al Estado no lo cambia nadie de un día para otro y tampoco el solo transcurrir del tiempo; puede maquillársele y hasta hacerlo menos ortodoxo. Si cambiarlo y cambiar a la gente fácilmente fuese posible, el mundo sería una mantequilla, pero es más complejo. Por eso, siempre he dicho que es muy bueno eso de las Comunas, pero ellas no se crean por leyes sino deben ir naciendo por decisión de la gente, orientada por las vanguardias, que deben dejar existan y actúen y esperar se desarrollen y demanden por aquellas, las leyes. Es decir, es al revés. Aunque también juegan duro, factores inherentes a la economía y relaciones mundiales que el Estado de un país, más si es pequeño, no puede manejar a su gusto. La prensa cubana acaba de informar cosas como estas: “Las nuevas regulaciones comprenden la reorganización de la lista de comercios independientes, en las que ahora se incluirán otras labores como, los arrendadores, panaderos, bares, restaurantes. Así como la eliminación de licencias gubernamentales para realizar este tipo de actividades”. No es que el “socialismo” cubano venga en retroceso o comience a caminar como el cangrejo, sino que la dirigencia ha comprendido que no era como ellos habían creído. Obsérvese como se abren a la participación del sector privado o mejor, estimulan y permiten el derecho a la gente a emprender sus propios negocios y tomar iniciativas privadas. Uno pudiera pensarlo como insignificante frente a la China de ahora, pero de alguna manera se empieza y no obstante enseña que empiezan a tomar el mismo rumbo. Pero también lo siguiente: “se establecerán nuevas normas tributarias para la expansión comercial, con ingresos que permitan el empoderamiento económico de los empresarios privados, sin generar desigualdad económica.” https://www.aporrea.org/internacionales/n327930.html Esto tiene un significado trascendente y es una invitación a muchos a meditar sobre esa extraña cosa que es la misma, pero nos empeñamos en verla de manera muy personal, llamada realidad. Y al mismo tiempo, una invitación a quienes constantemente en Venezuela lanzan amenazas u hacen ofertas como “profundizar el socialismo”, sobre la calidad, pertinencia y sentido de ellas. La propuesta cubana contempla incentivar la actividad privada, sólo que como sucede en países no llamados socialistas, se aplicarán impuestos para evitar la acumulación excesiva y una mejor distribución del ingreso. Así mismo, vale la pena meditar, como el capitalismo de hoy, que hasta ahora mismo había venido reclamando “libertad absoluta en las relaciones comerciales”, apegados aquello de “que el Estado se aparte”, como exige el ALCA y los tantos tratados que han impuesto en muchos casos, comienza a cambiar frente a lo que ahora acontece. Trump, el presidente de EEUU, la potencia del capitalismo clásico o mejor rapaz, ahora acude a las medidas proteccionistas para defender sectores de la economía estadounidense, pasando por alto como afecta a otros de su mismo país. Leamos la interesante información por siguiente enlace: http://deeligiodamas.blogspot.com/2018/07/economia-de-california-afectada-por.html Esto todo revela que el mundo, como suelo decir, no es como uno se lo imagina y lo sueña, sino que él es, que todos cuentan y para cambiarlo hay que partir de esa realidad.

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