CIRO BIANCHI ROSS/VIDA Y OBRA(El memorialista)

CBIANCHIROSS/VIDA Y OBRA Ciro Bianchi, el memorialista CBIANCHIROSS - 06 DE SEPTIEMBRE DE 2013 - 04:31 - OPINIÓN Ciro Bianchi, el memorialista Laidi Fernández de Juan Este periodista habanero nacido en 1948, se ha convertido, sin duda alguna, en uno de los escritores más prolíficos de los cuales tenemos noticia. En su afán por conservar la memoria de tiempos idos, carga en su haber de escritor cerca de diez libros, la mayoría de los cuales está integrada por sus entregas periódicas a la prensa. De igual forma, este cronista del ayer hace gala de su generosidad al facilitar que circulen en formato digital sus escritos, bajo el irresistible anuncio de “Ciro te recomienda”. No solo los cubanos y las cubanas que permanecemos de este lado del mundo esperamos la llegada de sus mensajes: muchos de quienes se encuentran en otras latitudes lo hacen periódicamente, entre otras razones porque todos y todas sentimos que gracias a sus investigaciones, a su memoria, y a su empática forma de contar, permite descubrir hechos y reencontrarnos con el país donde nacimos. La densidad de algunos libros de Historia; la franca parcialización de sus autores, o simplemente la extensión desmesurada de los textos, provoca cierta resistencia en el público lector, sobre todo el más joven. Nada de esto ocurre con las lecciones de Ciro Bianchi, caracterizadas por la ligereza, la simpatía, el buen gusto, y también, ¿para qué negarlo? son muy aceptadas popularmente porque devela misterios, descubre noticias secretas tanto de personas como de momentos, de avenidas y de construcciones, en fin, de todo un universo integrado por el país que fuimos. Ciro Bianchi logra transportar al televidente (cabe elogiar el Programa Como melo contaron, sustentado también por las dotes narrativas de este periodista memorioso) y al lector, hasta tiempos que parecen remotos, pero cuya impronta está al alcance de todos, sin que lo sepamos. De esta forma, revisitamos aquellos sitios que nos parecían carentes de atractivos, o revaloramos a figuras históricas de antaño que dormían injustamente, sin que nadie les reconociera sus méritos o sus desmanes, para al cabo, darnos cuenta de cuán rico es nuestro pasado. A pesar de que los textos de Ciro ya forman parte de nuestra cultura inmediata, en el sentido de que hemos incorporado su lectura a nuestra realidad cotidiana con la misma naturalidad con que escuchamos las noticias diarias, cuesta trabajo, sin embargo, clasificarlos. ¿Cómo se le llama a un texto escrito hoy, acerca de un hecho ocurrido hace, por ejemplo, ochenta años? ¿Qué nombre recibe quien reseña un suceso de un siglo atrás? No digo que tenga importancia delimitar estos términos, es solo que resulta curiosa la pobreza del lenguaje en estos casos. Es evidente que no estamos en presencia de un cronista, si nos ceñimos al concepto de que una crónica es un artículo de prensa sobre temas de actualidad, ni tampoco sería correcto afirmar que Ciro es un escritor puramente costumbrista, ya que la costumbre de un país, o sea, el conjunto de sus inclinaciones y hábitos, varían con el paso del tiempo. Entonces, si tenemos en cuenta que el diccionario señala una palabra que se acerca a lo que hace este autor, no me queda más opción que decir que se trata de un cronicón (crónica antigua). La fonética de dicho vocablo no ayuda, lo reconozco, porque dan deseos de decir: Más cronicón serás tú, pero esto es lo que se ajusta a sus amenísimos escritos, académicamente hablando. En pocas palabras, parece que Ciro hace cronicones según el uso correcto del vocabulario, pero entre nosotros, identificamos sus páginas como estampas del ayer, aunque parezca el anuncio de una noveleta radial. Estoy segura de que los grandes estamperos cubanos, estarían más que satisfechos al ver el nombre de Ciro al lado de los suyos. Pienso en el Emilio Roig de El caballero que ha perdido a su señora, del año 1923, en el Jorge Mañach de las Estampas de San Cristóbal, del año 1926, y en el Eladio Secades de lasEstampas, de 1941 a 1958. Es una suerte para Cuba contar con un memorialista como Ciro Bianchi. Muestra de su tenacidad, es que solo en el pasado año 2012, vieron la luz dos nuevos libros suyos: Viendo La Habana pasar, por Ediciones Boloña, que contiene cien anotaciones históricas al pie de igual número de dibujos hechos por Evelio Toledo, y Contar La Habana, compilación de ochentas seis de sus más recientes artículos, publicados por Ediciones UNION. Además de la ya señalada amenidad en las páginas “cirobianchescas”, otro aspecto que destaca es la capacidad de provocarnos asombro. Cuando ya presumimos de conocer los recovecos, las interioridades y la vida profunda de nuestra Habana, si es que alguna vez caemos en la tentación de hacerlo, aparece una nueva historia antigua salida de esa mezcla de estudio serio con gran dosis de gracia criolla que parecen ser las armas fundamentales de Ciro Bianchi, y el resultado es la enseñanza de algo que ignorábamos. Respetando aquello que pertenece a la imaginería popular, como pueden ser las historias de La casa de las tejas verdes, la de Marcolina o los suicidios en La Manzana de Gómez, este periodista traslada las versiones de ayer para mostrarnos de dónde venimos, cómo éramos, y así, sin que nos demos cuenta, labrarnos el mapa de nuestras más ocultas verdades. Sean bienvenidas estas nuevas entregas de artículos en forma de libros, y loado sea el autor que las regala, llenándonos de conocimientos y de humor. Fuente: La Jiribilla, nro. 642 Facebook Twitter Email 0 COMENTARIOS Ciro Bianchi: el cronista de una Cuba que pocos recuerdan CBIANCHIROSS - 25 DE JUNIO DE 2012 - 04:30 - OPINIÓN Ciro Bianchi: el cronista de una Cuba que pocos recuerdan 12:51h. Fuente: NOTIMEX La Cuba que muchos desconocen, muy pocos recuerdan y otros quisieran sepultar en el olvido, es una obsesión en la narrativa del veterano periodista cubano Ciro Bianchi Ross. Columnista del diario Juventud Rebelde, con tres programas de radio y uno de televisión, su labor es elogiada por quienes admiran cómo rescata temas arrinconados en el imaginario popular. "Lamentablemente, la historia (de la república de 1902 a 1958) ha sido mal contada, hay personajes que han sido maltratados, escamoteados, casi borrados del escenario nacional", señaló en entrevista con Notimex. "Ahora surge en los jóvenes un interés por saber quiénes eran, qué hicieron, por qué los han relegado. Ayudarlos en eso a mí me satisface mucho", agregó el también colaborador de varias revistas cubanas. “Yo tengo ejemplos de eso. Estar en un parque y ver a muchachos de 17 y 18 años que están practicando deportes y me dicen ‘maestro cuénteme tal cosa’”. De acuerdo con estadísticas oficiales, siete de cada 10 de los 11.2 millones de habitantes nacieron después del triunfo de la Revolución en 1959 y sólo conocen el sistema socialista instaurado por Fidel Castro tras llegar al poder. Las crónicas de Bianchi, de prosa directa, abordan temas por lo general omitidos por la historiografía oficial, que prefiere insistir sobre los "males que aquejaban al país” del pasado pre revolucionario en la llamada "Cuba semi colonial". Sus trabajos, de acuerdo con el escritor Leonardo Padura, autor de "El hombre que amaba a los perros", profundizan en "historias, personajes, situaciones peculiares, singulares, olvidadas o marginadas". Ha escrito anécdotas, con datos inéditos, sobre personajes, sitios y aconteceres de la historia de la Cuba republicana que, como todo lo cubano, tiene defensores y detractores a ultranza. "Yo siempre pensé escribir para el cubano de a pie, yo quería un lector que fuera mi vecino, el bodeguero, el taxista, he buscado siempre ese lector", confiesa el también autor de varios libros. Nacido en La Habana en 1948, durante años escribió para revistas que circulaban fuera de Cuba, pero desde 2001 hizo realidad su deseo de comunicarse con sus connacionales cuando comenzó a escribir en el diario Juventud Rebelde. En la actualidad aparece en un programa semanal de la televisión cubana ("Como me lo contaron te va") y en las estatales Radio Rebelde y Habana Radio, así como en una emisora de la ciudad estadunidense de Miami. "Yo creo que el programa de televisión tiene impacto porque llevo a la gente a los lugares y señalo: ‘aquí estuvo, aquí fue, aquí se hizo, aquí ocurrió’. Entonces la gente empieza a verle a La Habana otra dimensión", indicó. "Mi interés es lograr que el oyente o televidente pase un rato agradable y a la vez le transmito algo que no sabía. Si además de eso lo incito a interesarse, a ahondar, a polemizar, pues entonces considero que el objetivo está plenamente logrado". En su labor como cronista, que deja a los hechos hablar por sí mismos, sin editorializar, se apoya en su memoria, las entrevistas a testigos de los hechos y la consulta obligada de fuentes históricas. En tiempos más recientes se ha dedicado a hurgar en temas de la farándula, como el afamado teatro Shanghai, del barrio chino de La Habana, "que la gente solo ve como un teatro pornográfico, de coristas, donde se decían palabras obscenas". "La crónica cubana está llena de agujeros negros. Oyes hablar mucho del Floridita (refugio de Ernest Hemingway), y de Tropicana, nadie le quita sus méritos", expresó el investigador que gusta contar la visión íntima de los acontecimientos. "Pero existieron otros lugares de recreación como el cabaret Sans Souci, el Montmartre, el bar Sloppy Joe, el Panamerican y tú te preguntas ¿bueno, y la historia de esto dónde está?". Bianchi comentó que recibe muchas llamadas telefónicas y correos electrónicos, porque "la gente agradece el rescate de una historia que se perdió (...) y te cuenta cosas que te van ayudando a conformar una historia". Ha sido jurado de varios certámenes periodísticos y literarios, y ha visitado como periodista y/o escritor México, Colombia, Perú, Nicaragua, Bulgaria, Estados Unidos y Puerto Rico. En 1992 obtuvo el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí y ha sido acreedor de otras condecoraciones. Es considerado un maestro de la entrevista y el reportaje. Entre sus obras más conocidas figuran "Voces de América Latina" (1988), "Tras los pasos de Hemingway" (1993), "Pasaje a La Habana" (1997), "Así como lo cuento" (2004), "Memoria oculta de La Habana" (2005) y "Yo tengo la Historia" (2008). 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La frase, en apariencia sencilla, encierra todo el lapidario conocimiento de una persona que ha dedicado más de la mitad de su vida al rescate material, espiritual, histórico y social de la ciudad que tantas veces ha sido elogiada, maltratada y vuelta a querer: La Habana. Nadie como él para hacer el elogio del libro que considero el mejor regalo de la temporada. En primer lugar, es menester ensalzar el cuidado que en general tiene Ediciones BOLOÑA. Desde sus inicios, destacan el esmero y el buen gusto de dichas publicaciones. Viendo La Habana pasar, de la colección Cornucopia, contó con el diseño de Jorge Martell y el oficio de la experimentada editora Iris Cano, cuya profesionalidad es ya proverbial. El resultado de dicha combinación es la hermosura impecable que el público no tardará en difundir. Luego de la impresión casi paralizante que causa tanta exquisitez reunida en un solo objeto, en este caso, el libro-catálogo, nos adentramos en el deslumbrante mundo que los dibujos de Toledo conforman. Arrastrando un hábito desvergonzadamente infantil , es la visión de partes habaneras (Los Castillos, Las Plazas, Los Palacios, Los Monumentos , y también El Túnel, El Malecón, Coppelia, La esquina de Tejas, y muchos más hasta llegar a cien), lo que ocupa nuestra primera atención. Es así el orden: El disfrute visual de las imágenes que nos sorprenden por la precisión y la meticulosidad de los trazos, roba un poco de tiempo a la lectura de las palabras. Acto seguido, y ya con los retratos pintados en nuestras mentes, recorremos nuevamente las páginas, para aprehender la historia que tiene para contarnos el maestro Ciro Bianchi Ross. En esta segunda lectura nos concentramos en los textos, siempre de cinco líneas, como un pentagrama que explica en teoría la melodía que ya habíamos escuchamos en la práctica, o como diría un joven actual, en la vida real. Estas anotaciones, breves pero reveladoras, precisas y amenas, ofrecen la información justa que se necesita para la ubicación temporal de la obra arquitectónica que estamos presenciando. Nada queda fuera de lugar ni de época en la medida en que se recorren las ubicaciones que ambos artistas, el dibujante y el historiador, seleccionaron para esta entrega. Cada lector o lectora, una vez concluido el camino de las páginas ilustradas, acude a su propia memoria afectiva, y queda sumergido(a) en el recuerdo de lo ya conocido, o el disfrute de lo recién aprendido. ¿Será posible atrapar a La Habana en cien dibujos, e historiarla mediante quinientas líneas? Claro que no, pero siendo como es nuestra ciudad un hervidero en constante ebullición, donde la historia de ayer apenas deja espacio al suceso actual que a su vez es ya pasado, donde la añoranza se mezcla con el necesario deber de protegerla, es loable el intento de mostrarla tal cual es. Nadie es capaz de encerrar ni a La Habana ni a ninguna otra capital universal. Ni en fotos, ni en textos, ni en dibujos ni con palabras puede sentirse el clamor de los lugares, pero el acercamiento que logran los autores de Viendo La Habana pasar, bien merece nuestro más encendido aplauso. Harta de la visión turística que muchos dedican a expandir, felicito a quienes muestran su gran respeto por La Habana a través de la autenticidad sobrecogedora y el amor que se respiran en las páginas de este libro. Y me apunto a la aseveración que hiciera Leonardo Padura en su reciente volumen La memoria y el olvido: “:…La Habana somos también cada uno de los habaneros…” (p.31), porque considero que además de exigir el cuidado del pedazo de planeta que nos tocó en gracia habitar, hay que mostrar un poco de humildad reverenciando a aquellos que intentan mejoramientos de todo tipo a través del empeño de su arte, y en algunos casos, como es el de Eusebio Leal, con la entrega de toda la fuerza vital. Cubaliteraria, marzo, 2012.

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