UN MINISTRO LLAMADO ALEMA (Ciro Bianchi)
--APUNTES DEL CARTUARIO
Ciro Bianchi Ross
Un ministro llamado Alemán
En Cuba, “bicho” es sinónimo de astuto, de vivo, de trapacero. En la vieja política cubana en la que hubo tanto bicho, nadie, salvo Batista, parece haberlo sido más que José Manuel Alemán. ¿A cuánto ascendió su fortuna o, mejor, cuánto se robó del Tesoro de la nación? Nadie lo sabe con certeza, pero el suyo es el caso más sorprendente de enriquecimiento súbito que se recuerda en la Isla. Claro que en una era de sangre y pillaje, Alemán no es una excepción. Lo que señala su carrera, escribió el periodista Fulvio Fuente, “es el alcance fabuloso de sus malversaciones, el desenfado con que actúa, la ostentosa exhibición de sus desafueros y, sobre todo, el clima de absoluta impunidad que lo rodea”.
Como un artista enamorado de su obra, Alemán mostraba sus depredaciones con un sentimiento de orgullo. Mientras otros ladrones con cara de “yo no fui”se cubrían con túnicas de vestales, él, ufano de sí mismo, se jactaba de sus habilidades y escamoteos y llegaba incluso a rectificar a la prensa para ofrecer la justa dimensión de su aventura. Un periodista le preguntó una vez que cómo se las había arreglado para llevarse tanto dinero y Alemán le dio una respuesta que fue un escopetazo. Le dijo:
---En maletas.
Y nada de papeles. El Ministro de Educación del presidente Ramón Grau San Martin, cuy influencia, como un cáncer nefasto, se extendía por todo el aparato del Estado, tomaba, sencillamente, la plata con las manos. A sus sargentos políticos les pagaba, sin contar los billetes, por pulgadas. Hacía sus transacciones en efectivo y nunca andaba con menos de 40 000 pesos en la cartera. “Para mi regalar ahora mil pesos es como antes regalar diez centavos”, decía, y los daba realmente. Cuando en 1947, por discrepancias con el general Genovevo Pérez, jefe del Ejército, se vio obligado a salir de Cuba, llegó a Cayo Hueso, a bordo de su yate Chantaclair, con varias valijas enormes repletas de dinero.
---Pero, José Manuel, ¿cuánto traes ahí? ---le preguntó un amigo.
---No sé… Recogí al bulto.
José Manuel Alemán fue dueño de Cayo Biscayne y del stadium de pelota de Miami, considerado en su tiempo el más bello de los Estados Unidos. Del central azucarero Portugalete y de una compañía de aviación. Del club Marianao, de béisbol, y de vastos terrenos en La Habana del Este. De numerosos edificios de apartamentos y de hoteles en la Florida y de un número no precisado de empresas varias. De la finca América ---donde hoy está el Parque Lenin--- y de manzanas enteras en la llamada Costa de Oro de Miami Beach. Unos 1 500 empleados, distribuidos en decenas de oficinas, atendían us intereses.
¿Quién es ese hombre? ¿De dónde surge? ¿Cómo se las arregló para llegar a ser quien fue?
ARTÍFICE DEL INCISO K
Alemán llegó al Ministerio de Educación de la mano de su padre, que ocupó esa cartera en el gobierno de Machado. Cuando falleció el general José Braulio Alemán, su hijo se hizo anti machadista y lo despidieron. Retornaría al Ministerio como jefe del negociado de Personal, Bienes y Cuentas, a la caída de Machado, en 1933. Los que lo conocieron hablan de su carisma y simpatía, y de su indudable competencia. Era, ciertamente, ducho como nadie en el manejo de nóminas, créditos y transferencias. El tiempo transcurría y los ministros cambiaban, pero Alemán permanecía intocable en su cargo. El año de 1943 vio acrecentarse su influencia. La Ley 7 de esa fecha estableció, en su inciso k, la forma de pagar el sueldo a profesores de Segunda Enseñanza que. aun ejerciendo, esperaban por su nombramiento oficial. La cifra original era de 15 000 pesos mensuales, unos 180 000 al año. Bien pronto esa tímida cantidad se elevó a casi tres millones de pesos y abrió un campo amplio para el reparto y el soborno. Batista era el Presidente de la República, y Anselmo Alliegro, el Ministro de Educación, pero el artífice de la cogioca, el mago de los números era José Manuel Alemán que, hombre previsor, salpicaba también a políticos de la oposición y que llegarían al poder con Grau San Martín.
El 1 de junio de 1944 Grau gana la Presidencia y Alemán se tambalea en su puesto. El periodista Enrique de la Osa lo recomienda al nuevo Ministro, Luis Pérez Espinos, y el insigne pedagogo, aunque desconfiado, lo respeta. Sabe tanto acerca del Ministerio, es tan diligente y eficaz, que llega a hacérsele insustituible. Mientras Espinos, como parte de su campaña de “Todo por el niño”, recorre el país repartiendo caramelos y fotografiándose junto a los escolares, delega cada vez más funciones en el avispado subalterno, que, por obra de la casualidad, llega a estrechar relaciones con Paulina Alsina, cuñadísima del Presidente y Primera Dama de la República. Las clientelas electorales se olvidan del Ministro. Tallan directamente con José Manuel Alemán; resuelve siempre.
“Fino sicólogo y atento observador, el nuevo favorito analiza el carácter complejo de Grau San Martín, sus fobias y filias, sus preferencias y resentimientos. Aprende a interpretar su lenguaje esotérico y epigramático, a leer como un libro abierto en el chispazo malicioso de sus ojos. Donde otros se enredan y cofunden, Alemán siempre está en la onda. Se sabe de memoria al Viejo”, escribía Fulvio Fuentes.
Y el Viejo, con la oposición de Diego Vicente Tejera ---Dieguito--- nombra a Alemán Director General de la Enseñanza Politécnica. “Esto vale más que un Ministerio; es una verdadera mina de oro”, dice a sus amigos. Pero quiere más. Quiere ser Ministro. Paulina lo apoya y Grau firma el nombramiento, pero surge un escollo: miembros de los grupos gansteriles que giran en la órbita de Dieguito, se atrincheran en el Ministerio para impedirle la entrada. Alemán, otra vez, resuelve: respetará y aumentará las prebendas de que disfrutan los pistoleros. Bien pronto los cabaleros del gatillo alegre se moverán en torno al BAGA, el Block Alemán-.Grau Alsina, maquinaria política urdida por el Ministro y el sobrino del Presidente,
CAÍDA Y MUERTE
Con Alemán de Ministro, el inciso k se eleva a 32 millones. Roba, pero reparte. No olvida nunca la tajada de Palacio y, en especial, la de Paulina. Su influencia es enorme y sus facultades casi omnímodas. Es la eminencia gris del régimen. El superministro. Sus tentáculos están donde quiera que haya dinero, ya sea en Hacienda o en Salubridad. Los grupos de pistoleros ---enemigos entre sí--- se ponen de acuerdo bajo sus órdenes. Un día se plantea interpelarlo en el Senado y, a manera de protesta, come candelas a su servicio tirotean el Capitolio. “Se investigará el incidente, pero advierto que aquella tarde todo estaba muy oscuro”, declara Grau como forma de asegurar a su favorito que no le pasaría nada.
Se liman las desavenencias con Genovevo Pérez que lo obligaron a salir de Cuba, regresa, y Grau, ante la multitud que se agolpa en la Plaza del Pueblo, lo estrecha en un abrazo enternecido en la Terraza Norte de Palacio. Ya no es Ministro, pero aún es Alemán y mantiene intactos sus vínculos con el presupuesto. Sus testaferros están en todas partes y a través del inciso k sigue manando a raudales el dinero. Llegan las elecciones generales de 1948 y el BAGA paga a veinte pesos las cédulas electorales. “Es que aumenta el poder adquisitivo del pueblo”, comenta, alborozado, el presidente Grau.
Apoya Alemán la candidatura presidencial de Carlos Prío, pero este, ya en el poder, no le nuestra gratitud, y pese a que resultó ,electo Senador, su influencia se eclipsa con el nuevo gobierno. Además, está enfermo ---Mal de Hodkings--- y no tiene otra alternativa que dedicar su tiempo a los negocios particulares, mientras gasta miles y miles de pesos en el intento de superar el cáncer en los ganglios que lo va matando, pese a los cuidados del doctor Nicolás Puente Duany, eminente cancerólogo. En dos años acude una sola vez al Senado. Entre idas y venidas a Miami lo sorprende la muerte en La Habana, el 24 de abril de 1950. Dada su condición de Senador fue enterrado con honores del Teniente Coronel muerto en campaña. Tenia 45 años de edad,
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