COMO WARANDOL DE A PESO
Ciro Bianchi Ross
Como warandol de a peso
Hay frases y palabras que se usaban mucho cuando yo era niño y que no
escucho desde hace largo tiempo.
Cuando se decía, por ejemplo. “se armó la de Pancho Alday”, ya se
sabía que la cosa había terminado en tragedia, gritos, fajazón.
Equivalía a “acabó como la fiesta del Guatao”, aunque nadie sabe con
certeza qué pasó en dicha localidad.
En un excelente reportaje, publicado en la revista Carteles en los
años 50 del siglo pasado, el periodista y narrador Gregorio Ortega
trató de precisar que pasó realmente en aquella famosa fiesta del
Guatao y allegó en su pesquisa mil y una versiones sin que supiera al
final cuál era la verdadera. Como tampoco se conoce qué pasó en un
pueblo de la provincia de Matanzas que dio pie a la no menos famosa
frase de “a correr, liberales de Perico”, aunque leí en alguna parte
que el creador de la expresión fue el político machadista Aquilino
Lombart.
Palabras que ya no se escuchan tampoco son “flus” —corrupción de
flux— por traje, juego de pantalón y chaqueta, terno. Ni “abombada”,
por tibia. “Con kile” cayó también en el olvido como sinónimo de
mucho: comió “con kile”, corrió “con kile”. Y también “habitante” por
infeliz, menesteroso, desposeído, olvidado de la fortuna.
Cuando yo era niño escuchaba decir: “Fulano es un habitante”, y no
encontraba el sentido del asunto porque pensaba que todos éramos
habitantes de algún sitio. Solo mucho después, como quien dice ayer,
hallé la explicación del uso que se daba a ese vocablo. En la Cuba del
siglo XVII había vecinos y habitantes. Los primeros, esto es, los
vecinos, tenían entre sus derechos elegir a los alcaldes y a los
regidores y de disfrutar de tierras para edificar, labrar y criar
ganado. Los habitantes carecían de esos privilegios.
“Encartonado “o “acartonado” es palabra también en desuso. Se decía
de quien, curado de una tuberculosis, lucía débil y pálido de por
vida.
Hubo aquí “acartonados” famosos, como Alberto Garrido, el popular
negrito del vernáculo. Y Carlos M. Palma, político, abogado —el
abogado de las mujeres, como se le conoció— y director de la revista
Show, dedicada a la farándula y en la que aparecía la foto de Palmita
en todas y cada una de sus páginas.
El prominente abogado era un fotomaníaco. En su casa de Infanta
esquina a Humboldt, en los altos del bar Celeste, cuidadosamente
enmarcadas, autografiadas y colgadas en las paredes, había fotos de
Palma con Perón, Hemingway, Batista. Frank Sinatra, Tongolele, Pérez
Prado, Kid Gavilán… y hasta una foto de Palma solo con una foto de
Palma al lado.
A lo que iba: Palma, que fue amigo de todo el mundo, se pasó
cincuenta años tosiendo y murió, ya muy viejo, de otra cosa: lo
atropelló una guagua en la calzada de Infanta.
Otro “encartonado” ilustre fue Carlos Márquez Sterling, presidente de
la Asamblea Constituyente de 1940 y candidato presidencial en las
elecciones espurias de noviembre de 1958.
Hay otras voces y frases cubanas en pleno desuso. Ya no hay
“aprendices de carpeta” en los departamentos de contabilidad y los
contadores ocupan el lugar de los “tenedores de libros”. No se pide en
el mercado una “burena” de huevos, sino una decena, y no se habla de
“toñada” para aludir al grupo de pichones en el nido. Apenas se
escucha la frase: “No doy avío” para significar que no se da abasto,
como tampoco aquella otra de que a fulano lo pusieron como “botija
verde” con los insultos que le propinaron en la calle.
Ya no hay escolares “modorros”, aunque puede haberlos desaplicados.
Ni “mesiteros o mesilleros”, palabras con la que se designaba a los
que ante una mesa vendían su mercancía en un paseo o lugar público. Se
les llama ahora merolicos y también catreros porque no es raro que
exhiban su mercancía en catres. Tampoco hay ya “cantinas”; hay bares.
Y al penoso no se le llama “ciscado”, sino inhibido.
Toda una serie de términos se fueron perdiendo en la repostería
criolla. Nadie recuerda un dulce cubanísimo como la “cafiroleta”. Ni
el “atropellado”. Dejo para el final la frase que da título a la nota
de hoy. El warandol es una tela buena, ancha y barata. Tenía gran
demanda entre los sectores más populares. De ahí que cayó “como
warandol de a peso”, era algo bien recibido.
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Ciro Bianchi Ross
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