DE TIRO RAPIDO
De tiro rápido
Ciro Bianchi Ross
ciro@juventudrebelde.cu
Conversaba el escribidor en días pasados con un equipo de la
televisión francesa que acometía en La Habana y Santiago de Cuba un
reportaje sobre Graham Green en Cuba, y como es casi de rigor cuando
se alude al autor de El poder y la gloria y El revés de la trama,
entre otras muchas novelas, surgió el tema de los cocteles cubanos.
El gran escritor británico, que fue, al decir de García Márquez, un
inventor de cocteles diabólicos, era fanático del ron añejo, palabra
que, en su español chapurreado, pronunciaba así: “aniejo”, una bebida
que, afirmaba, sabía a madera de barco, a viaje por mar.
Se refirió el escribidor, en su diálogo con los periodistas
franceses, a la amplia gama de la coctelería cubana y a sus diez
cocteles estrellas: daiquirí, mojito, saoco, Havana Special, Mary
Pickford, presidente, mulata, Cuba libre… Tienen detrás, por lo
general, una historia o una leyenda y en ocasiones no resulta
imposible mencionar el nombre de su creador y el lugar donde
surgieron.
Si el daiquirí ---surgido un poco al rumbo en las minas de hierro de
ese nombre, en Santiago de Cuba, y perfeccionado en La Habana por el
barman catalán Constantino Ribalaigua---, es el rey de los cocteles
cubanos, el Cuba libre es el más vendido. Aseguran especialistas que
se venden setenta Cuba libre por segundo en todo el mundo.
Esa agradable combinación de ron blanco, refresco de cola y zumo de
limón, enfriada con dos o tres cubos de hielo, surgió en La Habana
hace ya no menos de 120 años.
Todavía a fines del siglo XIX no se conocía en Cuba la palabra
coctel. La ginebra superaba al ron en el gusto de los bebedores y se
hablaba de compuestos, achampanados y meneados. La intervención
militar norteamericana puso una nota de modernidad en los bares
cubanos, y ron, refresco de cola y hielo hicieron una mezcla de
campeonato. Cesó la soberanía española, la Isla quedó bajo la égida de
Estados Unidos y nació una república mediatizada. Pero la gente, con
una buena dosis de ingenuidad, levantaba su vaso y decía: Cuba libre.
En 1902 surgía el bar La Florida que, con el tiempo, pasó a ser
Floridita, y existían ya entonces el American Club, en Prado y
Virtudes, que quebró y reabrió después, y la cantina que daba servicio
a las tropas norteamericanas destacadas en el campamento de Columbia.
Existían ya el Dos Hermanos, surgido en 1892, y el Castillo de Farnés,
en 1896. Se habla asimismo de un bar Americano, que el escribidor no
ha podido localizar, si es que existió. En cualquiera de ellos pudo
surgir el Cuba libre.
La leyenda insiste, sin embargo, en que fue en ese The American Bar
donde un parroquiano, un poco al azar, hizo la prodigiosa combinación
que despertó el interés de los otros clientes del establecimiento que
se aprestaron a brindar por Cuba Libre.
CONSULADO CUBANO EN MIAMI
Villa Paula es una magnífica mansión de los años 20 del siglo pasado,
de estilo neo-clásico, con un distintivo sabor cubano en su diseño y
decoración interior. Cuenta con diez habitaciones, dos baños, techos
de 18 pies de alto, baldosas y columnas toscanas pintadas a mano. La
Villa fue construida con ladrillos amarillos, y estuco blanco llevados
de Cuba. La mansión está ubicada en el corazón de Little Haití, en el
5811 de North Miami Avenue, en Miami, Florida.
Villa Paula fue construida en 1925 para ser sede del primer consulado
de Cuba en Miami, por el Oficial Consular Superior Domingo Milord, y
su esposa, Paula, cuyo nombre se le dio al inmueble. Seis años después
de que la feliz pareja se instalara allí, Paula murió por
complicaciones tras la amputación de una pierna.
El residente siguiente de esta casona fue Reardon Muriel, que vivió en
ella durante más de 30 años. Después de tener una variedad de
propietarios, la mansión se convirtió en un hogar de ancianos. En 1974
se encontraba ya en mal estado y quedó como un refugio de vagabundos.
Afortunadamente, se rescató Villa Paula mediante la compra de la
propiedad por parte del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano.
Luego de invertir miles de dólares en la restauración, la casa logró
recuperó su grandeza original.
Al poco tiempo de su restauración, se descubrió que existía más de una
manifestación paranormal en ella:
Constantemente llamaban a su puerta de entrada de forma intermitente,
para luego no encontrarse a nadie que provocara el llamado. Existía
además una “personalidad espiritual” que odiaba a los gatos. Tres
gatos domésticos murieron aplastados por una puerta de hierro. No
había viento para que la puerta se cerrara y golpeara a los gatos, por
lo que se cree que una presencia invisible esperó el momento en que un
gato pasara por la puerta, para cerrarla violentamente, como una
trampa (se sabe que uno de los antiguos propietarios, Reardon Muriel,
realmente odiaba a los gatos, ¿será él?)
La puerta de la habitación que perteneció a Paula tiende a cerrarse
también violentamente. Según un anciano, Paula acostumbraba hacerlo
cuando ella tocaba el piano.
Se suele oler un fuerte aroma de café cubano proveniente de la cocina,
así como el olor fragante de las rosas en el comedor, durante la
temporada cuando las rosas no están en flor. También se oyen sonidos
de tacones lejanos en el camino de piedra del patio trasero.
Además, en el pasillo que lleva a las habitaciones, se ha visto a una
mujer de apariencia cubana, de pelo negro recogido en un moño, que
silba alegremente mientras lo recorre. Luce un vestido largo, pero
antes de que se esfume, se nota claramente que tiene sólo una pierna…
Algunas de las manifestaciones de la villa han demostrado ser
agresivas: en una oportunidad, un fantasma en su rabieta, tiró platos
y cubiertos por toda el área de la cocina. Además, la lámpara del
porche se soltó una vez de manera inexplicablemente.
Una sesión de espiritismo, realizada en 1976, reveló que no sólo Paula
se manifiesta en la mansión, sino también otros cuatro espíritus.
Según el espiritista, Paula era demasiado tímida para identificarse,
pero expresó que ella amaba moler el café colombiano, y que adoraba a
tocar el piano y poner rosas alrededor de la vivienda…
También se percibió un hombre delgado, que llevaba un sombrero de
copa, una señora bastante pesada, que lucía un vestido rojo, una mujer
llorando porque estaba preocupada porque había perdido una medalla en
el jardín, y había asimismo el espíritu de una mujer joven, muy
desdichada, que estaba buscando la sepultura de su hijo ilegítimo, que
se encontraría enterrado en algún lugar del recinto de Villa Paula o
en sus inmediaciones. Tal vez fuera criada en la Villa, o había vivido
en un lugar cercano.
La villa quedó libre de avistamientos, ruidos y disturbios por algunos
años, después de la sesión de espiritismo, lo que calmó los ánimos y
posibilitó la venta de la mansión. Sin embargo, en los años 80, la
actividad fantasmal volvió con fuerza, incluyendo las apariciones de
Paula. Los gatos volvieron a ser liquidados por la infame “puerta de
la muerte”. En 1989, The Miami Herald nombró a Villa Paula como la
casa más embrujada de Miami. A principios de los 90, la mansión dejó
de ser vivienda para convertirse en el consultorio de un médico, lo
que hizo que la villa quedara en poder de sus habitantes fantasmales
durante las horas de la noche, lo que al parecer ha sido un cambio
bienvenido por los espectros que moran en lo que fuera el consulado
cubano en Miami.
(Esta historia me la contó mi amigo Max Lesnik, director de Radio
Miami y presidente de la Alianza Martiana en esa ciudad. Si no la
reclama ahora, el escribidor se la adjudicará como propia.)
VIVIR COMO CARMELINA
Durante años y años se dice que vive como Carmelina aquel que lleva
una vida muelle y regalada, sin penas, carencias ni limitaciones.
Para muchos, esa mujer no es otra que Carmelina Arechabala, de
Cárdenas, integrante de la acaudalada familia propietaria de la ronera
Arechabala y de una corredora y almacenes de azúcar, de una terminal
marítima y astilleros, así como de fábricas de levadura y confituras.
Una descendiente directa de dicha señora dijo al escribidor que
Carmela, hija de José Arechabala Aldama, fundador de la dinastía, casó
con su primo José Arechabala Saínz, y de esa unión nació Carmelina que
contrajo matrimonio en primeras nupcias con su primo Miguel Ángel
Arechabala. Esa es la Carmelina a la que se atribuye la frase.
Añadió que era una joven hermosa, de pensamiento abierto para su
época, bondadosa, simpática y alegre que causó grata impresión en
cuantos la conocieron, pero también una mujer muy sufrida por la
invalidez que aquejó a dos de sus hijas.
La Carmelina de la frase no es la cardenense. Debe ser española.
Parece que es en España donde se originó la frase.
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Ciro Bianchi Ross
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