UN FAQUIR EN LA HABANA (Ciro Bianchi Ross)
APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross
Un faquir en La Habana
No fue tranquilo aquel verano de 1949, hace ahora 74 años. Por entonces, el presidente Carlos Prío maniobraba para hacer pasar un empréstito por 200 millones de dólares que endeudaría más a la nación. Había congelamiento de salarios y cesantías masivas; miles de empleados públicos quedaron sin empleo en un solo día, el 3 de julio. Se decía que el carro de la basura de la ciudad de Caibarién caminaba con leche porque eran los lecheros, y no el municipio, los que pagaban el combustible que consumía. En Varadero, la casa de socorros no tenía personal y si lo tenía no se notaba, y en Regla los bomberos protestaban por la carencia de agua, lo que los hacía inoperantes en caso de incendio. Un médico, vecino de San Nicolás, 103, en La Habana, con equipo de Rayos X moderno y laboratorio clínico completo, que trabajaba personalmente ambas especialidades y también la de medicina general, ponía un anuncio en los periódicos con la esperanza de conseguir una plaza de médico en un central azucarero.
En ese verano disminuyeron sensiblemente los divorcios a causa, se decía, del sello por valor de 50 pesos que exigía el Colegio de Abogados para el documento notarial. Mientras, la renombrada Diosa del Misterio, con domicilio en la calle K, 102, una casa de esquina a dos cuadras de la calle Línea, se ofrecía para hacer predicciones sorprendentes a los políticos, y el cabaret Montmartre, donde en ese momento se presentaban los Churumbeles de España, avisaba que a partir del día 15 de agosto dispondría de aire acondicionado en su local de la calle P, en El Vedado.
Es en ese ambiente cuando, el 21 de julio de 1949, arriba a La Habana el faquir Urbano. Se le definía como el ayunador más grande del mundo, lo llamaban el astro del hambre y quería en la capital cubana permanecer dentro de una urna de cristal durante 25 días sin comer ni beber. Hasta entonces, en Santiago de Chile y en Buenos Aires, en Lima, Caracas y Bogotá había resistido solo 24. Había cosechado éxitos además en Río de Janeiro y Montevideo, y esperaba repetir triunfos en Ciudad de México y Nueva York tras su salida de La Habana.
Urbano, que venía acompañado por la faquiresa Elvira, se tomó un descanso largo en la capital de la Isla. El comienzo de su demostración se anunció para el 4 de agosto, a las siete de la tarde, cuando en el vestíbulo del Teatro Martí, exponentes de la prensa escrita y radial y una representación del público asistente sellarían la urna en que se encerraría y que contaría con un acondicionador de aire marca Frigidaire, uno de los patrocinadores, aunque no se decía abiertamente, del espectáculo.
Antes, a las seis, se ofreció en el Martí un coctel que estuvo a cargo del restaurante Miami, de Prado y Neptuno. La emisora Unión Radio, que monopolizaría la trasmisión que se haría sobre el faquir, nombró a Urbano artista exclusivo.
El doctor Francisco Alonso, el llamado Médico de los artistas, y que asumió la asistencia de Urbano, declaró a la prensa: “Estamos en presencia de un espectáculo pocas veces visto en nuestro medio y que cuenta con todas las garantías de seriedad. Así lo constatarán todos los que aquí vengan, tanto de día como de noche…” De inmediato, Alonso dio a conocer el parte médico del ayunador: Temperatura: 36 grados. Presión arterial: 118/80. Pulso: 80 por minuto…
El acceso al espacio donde se hallaba situada la urna se mantenía durante las 24 horas del día y la entrada costaba 30 centavos. De más está decir que Urbano el faquir, que dejaba de comer para ganarse la vida, superó su propia marca en aquella Habana del ya lejano y duro verano de 1949. Veinte y cinco días sin comer.
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