DEL PD A AD . DEL BETANCOURT JOVEN A LA AD DE RAMOS ALLUP(Eligio Damas)

Del PDN a AD. Del Betancourt joven a la AD de Ramos Allup. Del Caracazo, 4f, MVR al PSUV. Una historia que va y viene Eligio Damas Allá en Cumaná, un buen número de muchachos, por la acuciosidad de clase y herencia familiar, leíamos textos con versiones o comentarios filosóficos y, en eso, nos hallamos aquello de Heráclito de Efeso, “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”. En la Plaza 19 de abril, ahora Andrés Eloy Banco y en el parque Ayacucho, el dedicado al Mariscal de América, nuestro “Toñito”, solíamos discutir sobre el significado de aquello. Nos impactó sobremanera aquella frase, la que nos llevaría después, más “curtiditos”, a leer a Hegel y su dialéctica, hasta llegar a Marx. Y ese asunto del cambio incesante, permanente, nos embargó la vida y creó la costumbre de andar jorungando, curucuteando, buscando sus signos y manifestaciones, en apariencia en veces ocultas e imperceptibles, hasta ahora mismo cuando el hombre tiene mecanismos de medición por demás precisos, que alcanzan lo que pareciera inalcanzable y miran hasta por detrás de las paredes. Hallar en las contradicciones lo que motoriza el movimiento y el cambio, hasta llegar a la justicia, se nos volvió una obsesión. Más que vivir, hemos pasado el tiempo intentando interpretar la vida y ella, quizás por lo escurridiza, siempre se nos escapa, pues no basta saber por dónde viene el lanzamiento sino es necesario reaccionar adecuadamente para conectarlo con precisión. Y por eso mismo nos volvimos demasiados quisquillosos, aparentemente díscolos y poco dignos de confianza con quienes quedaban como embrujados o alelados con las órdenes de arriba o eso que llaman la línea. Por eso mismo nos calificaron de “más molestosos que un incordio”, lo que ahora parecieran llamar “deslealtad”. Y es que, pese no sea cierto, la vida pareciera repetirse, como la película que vimos ayer es la misma de hoy. De lo de la lucha de contrarios y de ella como motor del cambio, ese que Heráclito anunció de manera mecánica, supimos luego que podía producirlo en distintas circunstancias, en cantidad, calidad, forma, etc., y hasta supimos que, la muerte misma, no es más que un cambio inducido por la lucha de contrarios que conforman la parte material del humano y en donde en veces, hasta el sentir, pensar, que en aquella composición se generan, se meten en medio de la confrontación que impulsa incesantemente el movimiento. La muerte puede llegar por depresión, esa que pudieran provocar la ruina material y la miseria. Por eso, en los libros y con muy buenos maestros, tanto en el Liceo Antonio José de Sucre como en la UCV, sobre todo aquel español que se llamó Federico Riu, porque más fue la biblioteca y la fortuna de, habiendo llegado a Caracas a estudiar, entablar amistad estrecha joven con personajes como Lautaro Ovalles, hermano menor de Caupolicán, con éste mismo y haber estado muy cerca por largo tiempo de Moisés Moleiro, Américo Martin y tantos estudiosos compañeros, aprendí un poco más de eso y sobre todo se me pegó la mala maña de leer y empaparme de esas cosas, como también la de aficionarme por la narrativa. Digo mala maña, porque ahora, los abundantes “pensadores de la revolución venezolana” de este siglo, del cual apenas han transcurrido 22 años, con sus prédicas, según las cuales, uno más bien debe volverse emprendedor, en lugar de leer y escribir, hacerse docente u otra de profesión que creíamos entonces equivocadamente nobles y hasta generosas; pero según ellos no es así, lo pertinente es ponernos a hacer y vender chicha o cachivaches o simplemente comprar lo hecho y revender, de donde he concluido que estos maestros son mejores y viví equivocado. Pues pareciera que tienen razón; uno se pasa la vida leyendo, estudiando y algunos llegan a escribir cosas que casi nadie lee, porque para eso están los celulares y los millones de mensajes cursis e insustanciales que por ellos transcurren. El sólo pensar que de eso, el escribir, se pudiera vivir, más siendo uno como es, un “incordio”, es toda una insensatez. Ni “suplicando” a los “amigos” que “contribuyan” comprando lo que uno escribe, para ayudarle a salir de un grave trance, logra atraer el interés o la atención de muchos. Menos mal que, por la dialéctica misma, siempre entre tantos, hay alguien que, como diría Renny Ottolina, “se sale del rebaño” y actúa de manera diferente, interesada en lo escrito, generosa y con uno colabora. Quiero, aunque parezca un disparate o una distracción propia de un viejo, dejar constancia aquí que, aquel MIR que fundamos en 1960, más que un partido, parecía un enorme equipo de intelectuales, de gente ansiosa de serlo y hasta monjes; pues entre nosotros, la política parecía un ejercicio marginal con respecto al estudio, lectura y discusiones periódicas, donde las conversaciones y debates sobre poesía y narrativa asumían un rol más importante que los temas políticos propiamente dichos. Quizás por esto mismo, al inicio nos dejamos embaucar con aquel “heroico, romántico y èpico” cuento de la lucha armada. Para la revolución de ahora, los intelectuales son unos estorbos, como siempre en verdad lo fueron para los dirigentes políticos pedestres, en quienes el deseo de poder y mando ha obcecado sus preocupaciones. Pero, para esta revolución de ahora, no sólo pesan y molestan los intelectuales que no se callan o pasan al retiro y se van allá “lejos del mundanal ruido”, sino hasta los trabajadores todos; por eso les recomiendan que, además de trabajadores al servicio del capital, estatal o privado y el estudiar, pensar y escribir, deben volverse emprendedores en su tiempo libre y en el que no también, sobre todo cuando se trabaja con el Estado, por aquello que dicen en Cuba, refiriéndose al gobierno que es el patrón, “ellos hacen las veces que nos pagan y nosotros las que trabajamos”. Además sería una manera de distraerse o evadirse de sus verdaderas luchas. Con el tiempo pues, de los buenos amigos y los libros, aquello como poético del gran pensador griego, de la sentencia sobre el río que transcurre transformándose, en la medida que corre hacia el mar “que es el morir”, como dijo Jorge Manrique y para quien no sólo, “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir”, sino que además, “Allí van los señoríos, derechos a se acabar y consumir”, se nos volvió una idea irrenunciable, del constante movimiento, lo que todo cambia y que el hoy es distinto al ayer y, el mañana , en nada se parecerá a lo que ya pasó. Pero si volvemos al título de este artículo y pensamos todo lo que él significa y contiene, sobre todo si comparamos nuestro pasado reciente con lo que ha ocurrido en los años finales del siglo XX y comienzos del XXI, uno pudiera creer que, estamos como viendo una película vieja y respuesta en este teatro que es la vida nuestra. Es decir, que pudimos haber cambiado, pero los hechos del pasado vuelven a repetirse como una manera de cambiar. Quizás, uno concluya que, aquella frase del Conde Salinas, en El Gatopardo, de Lampedusa, “Hay que cambiar para que nada cambie”, tiene un valor mayor del que le otorgó el escritor italiano y uno creyó cuando leyó aquella novela que se volvió una lectura indispensable y hasta obligada. Toda esa perorata antes leída viene a cuento por lo que significó el pasado. Este específico y concreto que habla del nacimiento del PDN (Partido Democrático Nacional) de cuya disolución nació AD. Partido de izquierda de aquellos años; antiimperialista, de la clase obrera y en consecuencia socialista, sin que esa meta apareciese en sus documentos oficiales por razones de táctica. Fue el partido no sólo de Betancourt, lo fue de Valmore Rodríguez, Andrés Eloy Blanco y un conjunto de profesionales, estudiantes y trabajadores revolucionarios. Esa AD, en buena medida, está definida en su himno, letra de Andrés Eloy Blanco, en el cual se canta, “Adelante a luchar milicianos. A la voz de la revolución. Libre y nuestra la patria en las manos de su pueblo, por fuerza y razón. Sin señor, sin baldón, sin tiranos. Con la paz, con la ley, con la acción”. Fue el partido que en tiempos de Medina y transcurriendo la segunda guerra mundial, se mantuvo en lucha por la defensa de los salarios de los trabajadores, empezando por los del área petrolera, el espacio del capital de las “siete hermanas”, las operadoras petroleras que manejaban el negocio, mientras el PCV contenía aquellas luchas por creer que de esa manera servía a los “aliados” en aquella confrontación bélica. Como que ahora tengamos que contener las luchas por el salario como manera de ayudar a “construir el socialismo”. Y esa diferencia de posición, hizo de AD un partido con un enorme poder en el frente de los humildes y los trabajadores. Pero esa AD, que se va transformando, por esa manía de las contradicciones, en este caso de clases e intereses que se mezclan, como se mezclaron los inherentes a Estados Unidos, se mete en el golpe del 1945 para tumbar a Medina y con ella, llegamos hasta 1948, estando el maestro Gallegos de presidente, cuando Pérez Jiménez, por esas mismas contradicciones se alza, depone al presidente y monta su dictadura por 10 años. AD había dejado de ser aquella que venía siendo desde el PDN, antiimperialista, de izquierda y se fue transformando en un partido de derecha. En lucha clandestina contra Pérez Jiménez, AD jugó un rol fundamental, protagónico, de primera línea; fueron muchos los héroes adecos de esa jornada. Y quizás, por lo duro de la lucha misma, la entrega, hizo que el partido, dentro de Venezuela, en el frente de batalla, fuese quedando en las manos de los mejores, hasta llegar a Leonardo Ruiz Pineda. Con él y quienes le acompañaban, AD retorna a sus viejas raíces, las del PDN y la letra del himno de Andrés Eloy. Caído Pérez Jiménez, habiendo sido asesinado Leonardo por la policía política de la dictadura, AD emerge bajo la dirección de un grupo de jóvenes de izquierda, como Simón Sáez Mérida, Héctor Pérez Marcano, Gumersindo Rodríguez, Américo Martín, Moisés Moleiro y un número muy grande expandido por el país todo. Al regreso de Betancourt del exilio, pues nunca se atrevió a entrar al país a asumir la lucha clandestina, pero reconocido su liderazgo, retoma sus planes acordados y elaborados con su amigo Nelson Rockefeller, entonces la máxima figura del capital gringo y los demás integrantes de la “Pacto de Nueva York”, que se convirtió luego en el “Pacto de Punto Fijo”, con los cuales AD regresó a su rol de partido de derecha en los niveles oficiales, por que muy pronto empezaría, por ese volver al pasado, una serie de divisiones, con el nacimiento del MIR, PRIN, MEP, hasta llegar a consolidarse, con la salida de aquellos, como una organización de la extrema derecha, hasta llegar a la de Ramos Allup. Y esa historia de AD, pese la dialéctica, la hegeliana y la marxista y hasta la misma de Heráclito de Efeso, pareciera repetirse si nos ponemos a contar, narrarla, comenzando con el Caracazo de febrero de 1989, el alzamiento de Chávez en 1992, las formaciones del MB-200, el MVR, el Psuv y todo lo acontecido hasta hoy, diciembre de 2022, cuando el hacer y movimiento en Venezuela, ese resultante de las contradicciones detectadas por el pensamiento dialéctico, están ahora marcados y determinados los acontecimientos, por Fedecàmaras, el capital nacional e internacional y el gobierno de Estados Unidos. Mientras lo anterior ocurre, nos dicen que esperemos que la producción, la que controla el capital privado, llegue a su máximo nivel, para que podamos recoger algo de migajas. Reply Reply All Forward

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