CON DOS DEDOS (Ciro Bianchi Ross)
CON DOS DEDOS
Ciro Bianchi Ross
Márquez Sterling, Robreño y el digestivo Mojarrieta
La buena amistad que existía entre Manuel Márquez Sterling, uno de los grandes del periodismo cubano, y el actor, periodista y narrador Gustavo Robreño ---padre de Eduardo, el autor de Cualquier tiempo pasado fue…--- estuvo a punto de romperse a causa de un broma.
Corrían los años iniciales del siglo XX y don Manuel daba a conocer un libro cuya contraportada mostraba una franja roja en diagonal en la que se leía, en grandes letras blancas “Tome el digestivo Mojarrieta”, de seguro porque el laboratorio productor de dicho medicamento había contribuido al pago de la impresión de la obra.
Márquez Sterling envió su nuevo título a la redacción de todos los periódicos habaneros, en busca del consabido comentario, y lo remitió también a La Política Cómica, que dirigía Ricardo de la Torriente, el célebre caricaturista de Liborio, un semanario que contaba solo con dos redactores: Pedro González Muñoz y Gustavo Robreño.
Torriente, fiel a los deberes del compañerismo, encargó a González una nota sobre el libro, y este, que presumía de ser copropietario del periódico, pasó el encargo a Robreño, que se resistió a cumplirlo porque hacerlo equivalía a meterle el diente a una obra de más de cuatrocientas páginas cuando el tiempo apremiaba y hacía falta para cosas menos serias y más en consonancia con la línea editorial de La Política Cómica.
Insistió Torriente en su determinación de que se diera a conocer el comentario, aunque convino al fin de que un juicio crítico y más de una obra como esa, no encajaba en el perfil de su publicación. Aun así, quiso que se publicara el acuse de recibo y confió a Robreño, como lo había hecho González Muñoz, la tarea de redactarlo.
Robreño, que escribía a mano, mojó su pluma en el tintero y escribió:
“Hemos recibido la última obra del ilustre escritor Manuel Márquez Sterling, cuya lectura aplazamos por falta de tiempo…” Levantó la pluma del papel, vaciló un instante y añadió enseguida una mentira piadosa: “pero de la que nos ocuparemos más adelante”,
Releyó Robreño lo escrito y le pareció demasiado frío e impersonal. Volvió a mojar la pluma, la pasó lentamente por los bordes del tintero a fin de escurrirla de tinta, y añadió:
“Una pregunta.
“El Digestivo Mojarrieta que se anuncia en la contraportada del volumen, ¿hay que tomarlo antes o después de leer el libro?
Años más tarde Robreño confesaría que esa broma digestiva indigestó a Márquez Sterling, que la atribuyó a falta de compañerismo y llegó a enfurruñarse con él durante más de un año. Pero ---manos dadas y pelillos a la mar--- el disgusto pasó y un día, al encontrarse de manera casual en la calle, don Manuel tuvo el buen gusto de no recordar el incidente y reanudaron la amistad. Cuando Márquez fundó, en 1913, su periódico Heraldo de Cuba solicitó la colaboración de Gustavo Robreño, que publicó en sus páginas la sección humorística “Aquelarres del sábado”.
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