LOS ZAPATOS DE MANACHO SON DE CARTON , LOS DE BIDEN PUDIERAN SER DE LATON. SILBANDO IGUANAS(Eligio Damas)
Los zapatos de Manacho son de cartón, los de Biden pudieran ser de latón. Silbando iguanas
Eligio Damas
Hace 10 minutos accedí a “Últimas Noticias” y leí de mi viejo amigo Vladimir Acosta su trabajo “Los zapatos de Biden”. Antes, haciendo una referencia inmediata, he leído “Geopolítica I, II y III”, estos 3 artículos, uno tras otro y luego, “Afganistán I y II”.
En el primero de los nombrados, leído ahorita mismo, en el cual habla de la decadencia del imperio estadounidense, Vladimir dice “Y mientras tanto, sus líderes amenazan con guerras y sanciones. Ayer lo hacía a diario Trump, hoy lo hace Biden, desteñida copia suya, solo que aquel gritaba sin parar y este se duerme entre amenaza y amenaza.”
Es la conducta de la fiera herida, acosada por sus crisis, el aumento de la pobreza y, hasta como el mismo amigo dice, de una sociedad con “sus millones de pobres, sus ciudades llenas de tiendas de campaña, sus estados rebeldes pensando en secesionar, sus odios sociales y raciales desatados, y su enorme cifra de población sumida en la droga, el alcohol y la violencia armada.”
A Vladimir, la conducta de Biden, que le sugiere a un imperio, no en decadencia, incapaz de dar respuesta a las necesidades colectivas de su propia gente, pero donde el capital se concentra en demasía, sino sin sustento ni fuerzas, le lleva a recordar la vieja canción, hecha un éxito por el Gran Combo de Puerto Rico, “Los zapatos de Manacho”.
Y agrega Vladimir “Uno podría imaginarse a Biden, dormido en medio de un discurso en Nueva York, con sus tremendos zapatos, y a Blinken, su secretario de estado, que se le acerca para decirle:
¡Manacho, despierta!
Está lloviendo fuerte. Y esto se nos va a inundar.
Tienes que quitarte los zapatos.”
Uno, admitiendo lo difícil que significa confrontar a alguien de tanto nivel intelectual como Vladimir Acosta, quien de paso es nuestro amigo y por quien, además de afecto fraternal, sentimos enorme respeto y admiración, podría coincidir con él en eso de la decadencia, descomposición de un modelo que está demandando cambios y estos podrían hallarse en la agresión y apropiación de espacios y recursos que ahora no son suyos, pero no tanto como para creer que Biden esté metido dentro de los “Zapatos de Manacho”. No es como para que uno “se vuelva a reconciliar”, con aquella expresión de Mao Zedon, según la cual “el imperialismo es un tigre de papel”.
Y mucho menos creer que, al modelo todo, el capitalismo, llegado a la etapa imperialista, esté por desaparecer, hundidos sus pies en el lodo por habérsele deshecho los zapatos, lo que significaría crear un espejismo y darle aliento a quienes nada claro ven, pero se empeñan en creer la realidad distinta a como es. Hasta como creer que el imperialismo es EEUU solamente y en el mejor de los casos, hay uno bueno y uno malo y un capital rapaz y otro en disposición de construir el socialismo y que, deshecho los zapatos de cartón de Biden, “florecerán mil flores”.
Pero yo también tuve un recuerdo, algo real, asociado a mi vida, está escrito en un viejo trabajo de hace unos 40 años, referido al gobierno de Medina Angarita. Estudiaba yo primer grado en una escuela que, creo se llamaba “Sucre”, su director era un maestro de apellido Freites, cuando llegó de visita a Cumana, mi ciudad natal, con motivo de unas festividades relacionadas con el Mariscal, el presidente de la república. Mi padre, quiso le acompañase al sitio donde estaría el presidente y con ese fin, me puse unos zapatos nuevos que, a todos los alumnos de la escuela, habían donado por cuenta de aquel alto funcionario.
Ese día había llovido intensamente en las primeras horas de la mañana. Es más, comenzó a llover de madrugada. Las calles estaban llenas de agua o de bastante humedad. Cuando el presidente empezó a hablar y mi padre me pidió prestase atención, vainas de aquel viejo extraño, lector incansable, experto en derecho, poeta y escritor, comencé a sentir mis medias empapadas, humedad en mis pies, miré hacia ellos con discreción para que el viejo no se percatase me estaba distrayendo y observé, no sin asombro que, lo que en mi pueblo solíamos llamar, las “suelas” de mis zapatos, se habían desecho por la acción del agua. Medina me había regalado, unos zapatos de cartón. Creo que todavía, ni siquiera, el “Gran Combo de Puerto Rico” existía.
Casualmente, poco tiempo después de aquello, se produjo lo que pomposamente, para impactar al imaginario, sus promotores dieron en llamar la “Revolución de Octubre”, que no fue más que un miserable golpe de Estado contra Medina, aupado por el gobierno de EEUU y entre aquellos estaba Betancourt y el joven oficial Marcos Evangelista Pérez Jiménez, quien poco tiempo después se haría “dueño” del poder por unos largos diez años, por lo que uno pudiera pensar que no tuvo zapatos de cartón.
Es decir, prefiero ver la vida como es y, como ella es, narrarla. Creerme y decir que el imperio y fuerza de EEUU están desvanecidas, que es lo que implica expresar que los “zapatos de Biden son de cartón”, hubiera llevado a aquel niño que fui, a seguir usando aquellos zapatos tal como estaban y creerlos capaces de cumplir todas sus funciones que, no es sólo caminar estando dentro de ellos. Quizás Medina y la mal llamada “Revolución de Octubre”, que no es la única en ese como pregón bullicioso y vacío, sí tuvieron “zapatos de cartón” y cualquier zapatero y hasta persona puede jorungar en el pasado y saberlo.
El capitalismo está en crisis, pese mis limitaciones pudiera decir que viene sufriendo de ese mal, esos vértigos, desde 1929, pero ante cada una de ellas, pues son cíclicas, se repiten hoy y mañana, suele salir como más repotenciado. Y hay ahora, digámoslo así por conveniencia, lejos de disolverse, el capitalismo muta y lo hace de manera inimaginable y sorprendente. Ahora, la China de Mao y la Rusia de la URRSS, se le han unido para mantenerle vivo y para esto juegan con unas reglas diferentes, como las del joven fornido, educado y hasta respetuoso que no se sale de sus reglas al momento de entrarle a la conquista.
La geopolítica, lo de Afganistán, aunque lo parezcan, no son asuntos ajenos a mi espacio, están dentro de él y me tocan y jorungan y, el imperialismo, “bueno y malo”, me buscan, me ansían y quieren atraparme o mantenerme atrapado. Uno, como el viejo amante que se cree con derechos pese no haber sabido brindar solidaridad y respeto y exige demasiado y hasta a la fuerza y otro que, como escoba nueva, da muestras que bien barre.
Frente a eso debo dar respuestas, revisarme y revisar. Cuidar que los míos hagan lo que deban hacer y no lo contrario. Y para eso debo mirar a mi entorno y a quienes dentro de él actúan y advertirles, reclamarles, aunque se calienten y aplaudirles de ser necesario o justo. No puedo evadirme, ignorar como la realidad me toca y hasta me trata. Y debo unir lo que es pertinente a lo que creo o digo creer y no espantarle, pues estaría haciendo lo contrario.
Porque pudiera ser que, los zapatos de Biden no sean de cartón. Claro, tampoco de acero ni de cobre, como eternos, pero sí de latón y entonces más duraderos y resistentes al ambiente y el tiempo que los de Manacho. Sin hablar del capitalismo e imperialismo que son como el gato, tienen 7 vidas y cómo que resucitan.
En Cumaná, solíamos decir de quienes miraban para todos lados, sin mirar a nadie, ignorando el paisaje, porque les convenía, hasta de buena fe, porque según ellos “ese es y debe ser mi rol”, ignorar la realidad, el escenario y la obra, parados en una esquina, con sus zapatos de suela, “fulano está silbando iguanas”.
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