QUE HAY DISTINTO ENTRE BETANCOURT Y MADURO? DE UNA IZQUIERDA MOMIFICADA(Eligio Damas)
¿Qué hay de distinto entre Betancourt y Maduro? De una izquierda momificada
Eligio Damas
En el común de la gente de izquierda, esa que todavía queda, en la cual me incluyo, lo que significa una definición primordial contra toda forma de imperialismo y en la búsqueda de formas que hagan posible el socialismo o por lo menos contribuir a introducir elementos en el modelo dominante para que, de él emerjan, porque tiene que ser dentro del existente y no en un estado de cosas inventado o imaginado, formas nuevas en las relaciones de producción, las que, según algunos analistas hasta están emergiendo sin que la izquierda haya aportado mucho para eso, pero también darle prioridad a lo participativo y protagónico, eso que está en nuestra constitución, pero a lo que nadie le para y menos le interesa, persiste la idea que la imagen del gobernante o dirigente político autoritario, está representada en Rómulo Betancourt y eso se fortalece cada vez que recurrimos a aquello de “Dispara primero y averigua después”.
Por lo anterior, cabe decir, además que, estamos entre quienes, a esta altura de la vida y del conocimiento que se tiene acerca de cómo las sociedades han cambiado de un modelo a otro, no creemos que tal tarea sea inherente al Estado, con toda su parafernalia y fuerza, sino a la sociedad toda y este, en función de ella y los cambios, a estos va consolidando. Si alguien se empeña, maniobra y pone trabas para que la sociedad no cambie como debería hacerlo ese es el Estado, porque lo diseñò en detalles, la clase que domina. Le pusieron, crearon, justamente para eso. La élite suele llamarle el árbitro que media entre las clases o grupos que viven en medio de grandes contradicciones. Pero es un árbitro como los tradicionales de la FIFA, para quienes sólo los equipos pequeños incurren en faltas graves, más si estas significan penalti.
Las revoluciones inventadas o aquellas que se intenta hacer a los cimborriazos, porque lo único que falta es Estado y “echarle bolas al asunto”, esas mismas de las cajitas de comida y mientras menos se trabaje mejor, terminan ensartadas en su propia trampa y las que le pone el enemigo y quienes las promueven se conforman con quejarse y, si tienen que pasarse toda la vida en eso, están conformes, al fin y al cabo, la clase dirigente no pasa trabajo.
No hubo un partido o un Estado que cambió la sociedad del modelo esclavista al de los trabajadores supuestamente libres. Por ejemplo, cuando Lincoln, lanza su célebre decreto de abolición de la esclavitud y en el discurso dijo, dirigiéndose a los esclavos declarados libres, “vayan y reclamen un salario justo”, palabras más o menos, no lo estaba haciendo dentro de un sueño, un poético deseo de justicia, sino un reclamo del modelo que emergía, que demandaba trabajadores, mano de obra, mercado para el consumo interno de lo que ya estaba produciéndose y cuando el modelo esclavista había terminado siendo improductivo. Es decir, Lincoln, como buen pensador, político para el cambio, con aquel decreto, recogiò lo que la nueva situación demandaba e imponía; no fue eso un invento ni imposición suya, arrastrado por la buena fe,
En Venezuela, como resultado de las guerras de distinta naturaleza, en la que los esclavos tuvieron participación y por la destrucción del aparato productivo por aquellas mismas, sin que naciesen en buena magnitud formas nuevas, la abolición terminó en dos cosas, en quitarle un peso de encima a los propietarios, quienes hasta abolían por su cuenta por no poder soportar aquella carga y en muchos casos, de hecho, la esclavitud, siguió subsistiendo hasta muchos años después de la formulación del decreto por Monagas. Además, el esclavo dejó de ser una mercancía, ¿quién entonces compraba esclavos?
Ese Estado, no es sino un reflejo de lo que acontece y un mecanismo de la clase que domina para ir administrando los cambios a su gusto y conveniencia.
Entre gente de la izquierda, quizás desde la Comuna de Paris, tan idealizada, se forjó la idea que bastaba apoderarse del Estado para cambiar la sociedad, por eso se habló de “tomar el cielo por asalto” y que la revolución era un “simple asunto de acumulación de fuerzas” y esto se entendió mecánicamente, como que bastaba tener el apoyo de las masas y del ejército para que el mandado estuviese hecho, como un asunto también puramente cuantitativo.
Y en verdad, desde Betancourt hasta hoy, cuando han pasado 62 años, todavía en la izquierda prevalece la misma concepción acerca de la naturaleza y fines del Estado, que en aquel gobernante y los suyos prevaleció. No obstante, vamos a ver, como el “brujo de Guatire”, tuvo más claridad y coherencia con sus compromisos y alianzas verdaderas, en el concepto que tuvo de los roles del dirigente y el Estado.
AD, como todos los partidos socialdemócratas de entonces, también los comunistas, tenían estampado en sus estatutos aquello leninista del Centralismo Democrático, donde las bases, por razones de operatividad, más que muchos de ellos, eran y fueron clandestinos, cede a la dirigencia el derecho a decidir en asuntos de gran trascendencia, entre un congreso y otro. La representatividad o lo representativo, eso socialdemócrata incorporado a las constituciones republicanas, que tanto repudio tuvo en el discurso de Chávez, es una expresión del Centralismo democrático.
Inmediatamente, por debajo de la Convención Nacional o Congreso, máxima autoridad del partido, estaba el CDN o Comité Directivo Nacional que tomaba decisiones puntuales, entre un congreso y otro, y en base a lo dispuesto en este. El CEN o Comité Ejecutivo Nacional, organismo compuesto por la alta dirigencia escogida en la Convención, más reducido que el CDN y con menos atribuciones que este, como su nombre lo indica, se encargaba simplemente de ejecutar lo que los organismos superiores antes mencionados establecían como líneas de comportamiento del partido todo. No había pues en ese partido socialdemócrata, hablo de los tiempos de Betancourt (1959), un presidente con todos los poderes, como para componer y recomponer a su gusto los órganos dirigentes. Estas decisiones, no sólo estaban fuera de su alcance, sino señaladas a organismos específicos. En lo formal, la AD de entonces, era mucho más democrática que cualquier otro partido de entonces y hoy.
Pero se dice, que quien hace la ley hace la trampa. Betancourt se aprovechó de los errores nuestros, particularmente en el manejo de las alianzas a lo interno, para imponer, sin tener fuerzas para ello, sino por su enorme capacidad de maniobra, un CDN y CEN que le fueron aliados incondicionales, particularmente en los momentos que la lucha interna, que quienes formamos el MIR planteamos equivocadamente, como una contra todos, hasta contra exactamente “posibles” aliados, como lo demostraron los hechos posteriores.
Y por esa alianza circunstancial, con sus enemigos, como lo fue la gente del Grupo ARS de Ramos Jiménez y de quienes poco tiempo después formaron el MEP, factores del poderoso Buró Sindical y hasta el movimiento campesino de Ramón Quijada, Betancourt halló la salida para deshacerse del control del partido y desarrollar desde la presidencia de la República, un programa contrario a aquél y sus mayorías, lo que llevó a la veloz incursión del capital externo de manera abierta, ventajosa y aceleró la fragmentación de aquella organización en esa coyuntura.
¿Y cuál fue esa salida?
Pues Betancourt, poniéndose un hábito e intentando pasar como quienes son del oficio, vendió al público todo, al del mundo, de Venezuela y su partido, la falsa idea que quería despojarse de la influencia y control del partido, sobre todo de aquel Congreso y CDN, que le eran adversos, “para actuar con equilibrio y más en sintonía con el pueblo todo”. Es decir, él “no sería el presidente sectario, de un partido sino de todos”. Esa fue la imagen que vendió con éxito, pues fue muy aplaudido. Y para eso, solicitó al CEN del partido, que no tenía atribuciones para eso, lo “despojase de la obligación de solicitar a las instancias de la organización autorización para la ejecutoria de sus políticas”; es decir, pidió lo dejasen libre para, en el gobierno, hacer lo que creyese conveniente, aunque eso contradijese la visión y línea de AD frente a la coyuntura y el futuro.
Aquello fue muy aplaudido y bien visto por mucha gente, hasta quienes en el partido eran despojados del derecho a controlar al gobernante y garantizar que este actuase en función de los programas y metas del mismo. Betancourt, por esa vía, alcanzó lo que Maduro ahora dispone y hasta más. Porque este, sigue teniendo, lo que Betancourt no pudo tener a discreción, el control a lo interno del Partido, por lo menos, mientras quienes formarían luego el MIR, la gente del ARS, de Prieto y Paz Gallarraga estuvieron dentro de AD. Y en verdad, no pudo lograrlo nunca, tano que tuvo que valerse de una ilegalidad para negarle el triunfo electoral a nivel interno al Dr. Prieto para dárselo a Gonzalo Barrios y eso, al final, les costó perder el gobierno y de nuevo la división de AD.
Es decir, AD, el partido en el cual nosotros militamos y del cual nos fuimos a fundar el MIR, fue más democrático y hasta participativo y protagónico que lo es el Psuv. Y Betancourt tuvo mucho menos poder e influencia dentro de él que lo que ahora tiene Maduro en el suyo.
En la lucha interna, pese nuestra tenacidad y hasta fogosidad, en mi caso como secretario Juvenil en Cumaná, no se nos expulsó y tampoco marginó del cargo que por elección desempeñábamos, sino “nos dimos el lujo de salir por la puerta grande”, la de nuestro gusto, aunque no fue la mejor salida ni era tampoco la única.
Reply Reply All Forward
Comentarios
Publicar un comentario