LA ENORME PERO INFANTIL ESTAFA DEL POLLO (Eligio Damas)
La enorme, pero infantil estafa del pollo, sin patas, molleja e hígado, pero con bastante agua.
Eligio Damas
¡Qué molleja primo! Así dicen los zulianos ante asuntos como este que ahora abordaré, sujetándome a la demanda que uno denuncie, aunque esto sería como llover sobre mojado, porque el asunto es de tal magnitud y descaro que, denunciarlo, es como “descubrir” el agua caliente o la colilla de cigarro.
Uno, desde niño, soñaba con comer patas y mollejas. Es cierto, en mi barrio, eran muy pocas las veces que uno comía gallina, porque pollo nunca, y era esa una presa exquisita y soñada, tanto que se usaba mucho un refrán que decía “¡como gallina o muero arponeao”, que se aplicaba cuando se tiraba una parada azarosa o a lo loco.
Por eso cuando uno llega a la carnicería y le dice al tipo que le atiende, ¡cònfiro chamo, dame un pollo!, se entiende, pues es además lo acostumbrado, como suele decir la gente, “desde que el mundo es mundo”, estamos pidiendo y por eso pagamos, un ave que antes le llamaban de corral, ahora no sé si el término es valedero, que tiene patas, molleja e hígado. Quien lo vende exige un precio que él mismo pone, el que le salga del forro, pues el Estado, en eso de Precios Justos y Acordados tiró la toalla, sobre todo cuando descubrió que, primero Arreaza y luego Tareck El Aissami, no servían para eso, sino, el primero, para la cancillería, porque de lo del oro por algo lo sacaron prontamente y el segundo para manejar a PDVSA.
Se supone que, al pesarlo, comprado el pollo muerto y desplumado, valdría lo que pese, incluyendo sus patas, molleja e hígado, que deben estar en el abdomen del animal.
De no estar esas patas, molleja e hígado, porque por alguna razón, quien beneficia o vende el animal, optó por convertir eso en otro negocio, ese pollo debería pesar menos, dado que el espacio donde eso colocan usualmente, estaría vacío o lleno de aire que poco o casi nada pesa. Otra opción, dado que sea necesario, cargarlo de tanta agua, sería bajar el precio por kilo proporcionalmente.
Cuando uno hallaba, porque nuestra madre se cuidaba de ponernos de esas piezas, pata o molleja, las escasas veces que comíamos un sancocho de gallina, la alegría era inmensa y el placer hasta superior.
Luego supe que las patas tienen un alto valor nutritivo excepcional, sobre todo por su enorme contenido de gelatina y al parecer, es hasta bueno para mejorar las vías respiratorias. Para ilustrar sobre esto, que no es mi fuerte, recomiendo leer el trabajo al que lleva este enlace:
https://www.eluniversal.com.mx/menu/para-que-sirve-comer-patas-de-pollo
Lo cierto es que, los empresarios del negocio del pollo beneficiado, pasado el tiempo, descubrieron que en patas, mollejas e hígados tenían otro sustancial negocio, como una mina de oro, para lo que debían retirarles de las aves beneficiados para venderles aparte, en veces a precio hasta más alto que el kilo de pollo.
Pero no se contentaron con eso; su avaricia les llevó más lejos, contando con un Estado que, temeroso le sigan acusando de “Comunista” y entrometido, entorpecedor de la libertad que demanda la economía para que ella funcione bien, llegaron a estafas, engaños que, en ningún país capitalista, empezando por EEUU, se atreverían, o no les permitirían hacer, sin verse sancionados severamente.
El asunto al cual me refiero es por demás conocido, tanto que pasa desapercibido, como el poste de la esquina, el banco de la plaza o el loco del pueblo. Es de esas cosas de cuya existencia, por lo común, como el aire, nadie le presta atención. Y nos hemos acostumbrado tanto a esa estafa, robo descarado, con la anuencia e indiferencia oficial, que nadie protesta. Es, como si nadie de eso se percatara o todo el mundo, en un secreto acuerdo, desde los victimarios hasta las víctimas, se hicieron cómplices y acordaron secretamente ignorarlo
Y porque esto viene siendo así, al fin, después de haberle venido pensando, en nuestro caso, hemos optado por lo menos por hacer este comentario. Como quien escribe una crónica. A lo mejor esto no es siquiera un reclamo, porque todo reclamo debe tener fundamento y este pareciera no tenerlo. Puede que abunde quienes esto lean, digan y pregunten o se pregunten: “¿Y qué?” “¿De qué cosa este se queja?” “Dónde está la anomalía que denuncia?”
Las empresas que benefician el pollo y lo venden en el mercado de mayoristas, antes de introducir las piezas en las bolsas plásticas en las cuales lo envían al mercado, les colocan en grandes tanques llenos de agua sometida esta a muy baja temperatura. Allí les conservan, pues deben estar un relativo largo tiempo y desde luego, ese parece ser el propósito, las hidratan al máximo con lo que aumentan de volumen y peso. Ya por allí, le venden al consumidor final más agua por carne de pollo. Pero eso no es suficiente. Siguen.
Antes, a esas aves beneficiadas, les han retirado patas y extraído las vísceras, incluyendo las comestibles, como hígado y molleja, que destinan al otro negocio. Esto no sería nada malo y menos censurable, si estas no las sustituyesen por agua, para aumentar el peso del ave, como si allí siguieran; y de esta manera hacen más voluminosa y descarada la estafa.
En efecto, el espacio vacío que dejan las vísceras, le llenan con agua, la que luego congelan, por lo que el consumidor termina pagando como carne o hueso de pollo, pata, hígado y molleja, aparte de la antes introducida en los tejidos del ave durante el tiempo que esta permaneció sumergida en el tanque. Por lo que uno o quien en casa pica el pollo, primero debe botarle la enorme cantidad de agua que en la bolsa trae y la enorme “piedra” de hielo del abdomen.
No sabría decir exactamente, pero no sería exagerado pensar que, el agua adicional introducida a los tejidos en el proceso de hidratación en el tanque y la agregada en el espacio en el que antes venían patas, hígado y molleja, alcance un peso equivalente a un cuarto de kilo. Esto sin contar, el agua en la que viene sumergido el pollo dentro de la bolsa. Y esta agua la paga el consumidor como si fuese pollo. Y si a quienes manejan el ramo les piden bajar el precio de su producto, pegan el grito en el cielo y repiten las letanías del libre mercado.
Es decir, no es que los productores, por su cuenta, porque eso les salió de “su real gana”, decidieron retirar del ave beneficiada que venden al público, lo ya antes mencionado y, en consecuencia, al vender el pollo, lo hacen con la disminución de peso que eso conlleva, sino que, al contrario, lo aumentan con agua. De manera más sencilla y directa, lo que le roban al comprador del pollo, se lo venden de nuevo y hasta más caro cuando pide patas, molleja e hígado adicional. Y hay algo más, el peso del agua que acumulan en el espacio donde debería estar lo sustraído es superior al de este. Como que un tipo nos atraca, quita reloj, celular, cadena y de inmediato, todo eso nos lo ofrece en venta y uno acepta aquello como valedero. Y esta actitud asume porque la conducta del Estado, su indiferencia, termina por hacernos creer que eso es pertinente, es válido ese proceder.
Es difícil uno crea que el Estado eso desconoce, pues si así fuese el escándalo sería mayor. ¿Qué pensar de un gobierno, ¿un Estado, de la mejor buena fe e intenciones, en el que uno debe confiar, víctima de un engaño que tanto ruido hace? ¿Cuánto significa, en términos de dinero, dado el volumen de aves que se benefician y venden en el país diariamente, la estafa de la cual estamos hablando?
No obstante, lo anterior, cuando el gobierno, en aquella curiosa y hasta extraña gestión que se llamó los Precios Justos y Acordados, que se llevó por delante dos ministros, menos mal para ellos que, también extrañamente en lugar de destituirles les ascendieron, intentó que se contuviese el ansia especulativa de ciertos productores y comerciantes, entre estos los del pollo, estos a aquél acusaron de “entrometido”, violador de la necesaria libertad que demanda la actividad económica. Y mediante esa usual táctica, no sólo se quitaron de encima la molestosa vigilancia del gobierno para aumentar sus precios a su libre albedrío, sino que lograron que este, ni siquiera les reclamase que a las aves les dejaran sus patas, hígado y molleja, no se las robaran y de paso aumentaran el robo sustituyendo el peso de esas piezas por agua.
Sé que esta denuncia pudiera parecer innecesaria, pensar lo contrario sería subestimar a las instancias del gobierno encargadas de manejar asuntos como este, pero no está demás hacerla, dado que el público, víctima de tal estafa, parece haberla aceptado tranquilamente y eso es muy grave. No por ella en sí, sino por todo lo que significa para los efectos de lo concerniente al interés colectivo y nacional.
Nota final: Ayer compré un pollo y además de lo ya arriba comentado, hallé que, entre él y la bolsa con los detalles inherentes al productor, envolviéndolo, había un material también plástico, que absorbe más agua. ¿Cuál es la finalidad del mismo? Pues también aumentar el peso. ¿Quién podrá defendernos?
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