EL FRACASO Y LA FALTA DE LIDERAZGO DE TRUMP NO SON LAS VERDADERAS RAZONES DEL DESASTRE DE LA COVID-19

El fracaso y la falta de liderazgo de Trump no son las verdaderas razones del desastre de la Covid-19 Por Max J. Castro Actualizado Sep 25, 2020 ShareFacebookTwitterEmailGoogle+ CORTESIA DE PROGRESO SEMANAL MIAMI. Acontecimientos trascendentales dan lugar a grandes malentendidos, mitos fantásticos, explicaciones imaginarias, teorías de la conspiración, paranoias de todo tipo, mentiras maliciosas. La Covid-19, causada por un tipo de coronavirus mortal y previamente desconocido, es un objeto ideal para afirmaciones audaces e ignorantes, chivos expiatorios, rumores descabellados y racionalizaciones transparentes para acomodarlas a una preferencia política o a una necesidad de coherencia psicológica. Históricamente, la desinformación ha sido un campo de juego para los fanáticos y aquellos a los que solíamos llamar extremistas. Hoy en día, la línea entre los extremistas y el reino de la razón se ha difuminado. QAnon, quizás el principal proveedor de ideas paranoicas y extravagantes, afirma que una vasta camarilla de políticos y celebridades demócratas está llevando a cabo un enorme y clandestino abuso sexual y físico infantil alimentado por la trata, y que a veces culmina en el canibalismo. La acusación, sin una pizca de evidencia, sería ridícula si no fuera por el hecho de que hay un número pequeño, pero no insignificante, de personas que lo creen, algunos con el fervor suficiente como para cometer violencia. El extremismo solía comenzar en el fondo. Hoy en día, la locura comienza en la cima, lo que la hace más peligrosa. Este fin de semana, Donald Trump soltó quizás la más grande y obscena de sus miles de mentiras. Dijo que el Covid-19 “no ha afectado a casi nadie”. Ya hay más de 200 000 “nadies” muertos, y probablemente habrá 400 000 para fin de año. Eso es un montón de nadies, demasiadas personas que murieron en agonía y solas. Los muertos ya no sufren, pero sus familias y amigos, 200 000 multiplicado por muchos, todavía sufren y lo harán durante largo tiempo. Una legión de trabajadores de la salud ha quedado emocionalmente traumatizada y físicamente agotada. Ellos también sufrieron a menudo la separación familiar al tratar de evitar llevar el flagelo del hospital al hogar. Los trabajadores de la salud y el presidente Trump, una historia de heroísmo versus crueldad En este artículo, presto atención al mito principal afirmado y repetido en los principales medios de comunicación de prestigio, más que a los de los chiflados como QAnon y los engañadores profesionales como Trump, Fox News y el Partido Republicano. El mayor mito de los principales medios de comunicación acerca del Coronavirus proviene del intento de responder una pregunta inevitable: ¿por qué? “¿Por qué, como país, no hemos podido detener o incluso reducir la propagación y el número de víctimas mortales del virus, mientras que otros países como el nuestro lo han hecho?” La respuesta generalmente se convierte en una descripción de fallas individuales centradas en la gran incompetencia y falta de liderazgo de la administración Trump. Esta explicación es fundamentalmente engañosa, simplista, errónea. Trump es incompetente y practica lo opuesto al liderazgo. Si hubiera sido él quien hubiera tratado de guiar a los niños atrapados en un laberinto de cuevas en Filipinas, los habría guiado en la dirección opuesta a la salida. El fracaso es el concepto equivocado para entender el papel del presidente en este fiasco. Solo se puede juzgar el éxito o el fracaso en relación con un objetivo común. Personas como ustedes y yo asumimos que la vida es el objetivo supremo. Pero hay aquellos para quienes la vida no es el valor más alto y preservarla no es la máxima prioridad. ¿Quiénes son esas personas? El error fundamental en los principales medios de comunicación es asumir que el objetivo de la administración Trump ha sido aplastar el virus y salvar vidas. Pero ese no es el objetivo de Trump o los republicanos; nunca lo ha sido, y no lo es incluso ahora, cuando 205 000 estadounidenses han muerto a causa del Covid-19. Durante más de una generación, el objetivo del Partido Republicano ha sido transformar la sociedad estadounidense de una prosperidad ampliamente compartida, aunque desigualmente distribuida, a una utopía hipercapitalista en la que las ganancias del avance tecnológico, el aumento de la eficiencia y el crecimiento económico corresponden casi exclusivamente a los más ricos. La pandemia no ha cambiado esto en absoluto. De hecho, ha aumentado la desigualdad. Las contrarreformas republicanas de los impuestos han proporcionado ganancias que aumentan a medida que se pasa del diez por ciento superior de la distribución de la riqueza y los ingresos al 0,001 por ciento superior, que ha obtenido la mayor parte. A medida que baja por la escalera mecánica de privilegios, las ganancias son mínimas o inexistentes. Aquellos en el 80 por ciento inferior, la gran mayoría, son un excelente ejemplo de los perdedores según Trump. Los que están en el medio se mantienen a flote, mientras que los que están más cerca del fondo tratan de no ahogarse y, a menudo, fracasan. La pandemia solo ha magnificado y puesto de relieve las consecuencias para las vidas humanas del abismo socioeconómico creciente y de larga data en Estados Unidos y las prioridades políticas del monstruo Partido Republicano-Trump que lucha ferozmente por mantenerlo. Preservar y expandir esta contrarrevolución acelerada contra el proyecto de justicia social, racial, económica, de género y sexual lanzado en la década de 1960 es mucho más importante para los republicanos que salvar vidas. Esta es una contrarrevolución vengativa, un duro giro a la derecha en respuesta a décadas de reformas graduales y moderadas. En conjunto, muchas personas de la mayoría dominante, los estadounidenses blancos, llegaron a ver estas leves reformas como una revolución radical que amenaza la hegemonía ideológica del capitalismo de laissez-faire y la supremacía de los euroestadounidenses nativos. Para ellos, Trump es el único político dispuesto a enfrentar, sin límites, la lenta deriva hacia la diversidad y la igualdad. En esto, él no muestra ningún fracaso o falta de liderazgo. Para aquellos que habían estado esperando a un líder nacional dispuesto a llamar a las cosas por su nombre, Trump es su líder. Por eso no puede equivocarse. Él canaliza el resentimiento de ellos por la posible pérdida de un estatus privilegiado basado en lo único que tienen: una piel blanca y una ascendencia europea. Trump canaliza y normaliza su odio hacia aquellos como Barack Obama, que triunfó a pesar de carecer de un pedigrí euroestadounidense a fuerza de inteligencia, educación, trabajo duro y empatía. Para Trump y el Partido Republicano, mantener el poder político para continuar y expandir el hipercapitalismo y la contrarrevolución contra la diversidad y la justicia es lo más importante, más importante que hacer retroceder una pandemia letal. Para el Partido Republicano de la era Trump, la interferencia electoral rusa, el gobierno autoritario de Trump, incluso una pandemia mortal son problemas superficiales en comparación con el liberalismo o la socialdemocracia. La amenaza de lo que caracterizan erróneamente como socialismo no es un gobierno marxista, sino uno que permitiría a negros, latinos e inmigrantes, y todo el catálogo de “otros”, alcanzar un estatus y una oportunidad a la par del pueblo elegido de esta nación, los euroestadounidenses. Eso es lo que quiso decir el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, en relación con las medidas de salud pública que reducen las actividades económicas para prevenir el contagio: “hay cosas más importantes que vivir”. Ese es el principio implícito en el manejo de la pandemia por parte de la administración Trump. La economía es más importante que salvar vidas, pero solo una parte de ella realmente importa. El éxito del mercado de valores, que representa las ganancias de los ricos, es más importante que la economía en su conjunto o que salvar vidas. Reelegir a Donald Trump es más importante que salvar vidas. Es un error atribuir este último enfoque únicamente al ego gigantesco y malévolo de Donald Trump, aunque es una parte importante de la ecuación. Los republicanos están subordinados a Donald Trump no solo porque le temen políticamente, aunque eso es una parte importante. La principal razón de su adulación es que una presidencia de Donald Trump es una garantía para la continuación de la contrarrevolución y el hipercapitalismo. Los líderes republicanos y la élite empresarial conservadora —la base real del partido— forman directa e indirectamente la gobernanza minimalista republicana. El minimalismo republicano no es una forma de arte. Es una ideología en la que menos siempre es mejor, en lo que respecta al gobierno y las funciones que desempeña, salvo en lo que respecta a la represión del crimen y la disidencia en el país y el ejercicio violento del poder en el exterior. El minimalismo republicano se aplica a los impuestos, la regulación corporativa, la protección ambiental, la redistribución progresiva de ingresos, la provisión de atención médica, el control de armas, de hecho, cualquier cosa que promueva una sociedad más justa y amable. El credo de gobernanza mínima es la Biblia republicana, el Corán y la Torá en uno solo. Proporciona convenientemente al Partido Republicano el acceso a los vastos recursos corporativos y personales de los ricos y egoístas, un club informal que abarca a la mayoría de los ricos —los ricos generosos son promocionados con fines de relaciones públicas, pero son la excepción—. Para los ricos egoístas, dar dinero a los republicanos es una inversión con una alta tasa de rendimiento. Pero hay más en el apoyo de este sector para los republicanos que el balance económico anual o la factura fiscal del año. Más importante es mantener la hegemonía ideológica a largo plazo y el poder político, para que la mina de oro pueda ser explotada permanentemente en favor de esta minúscula clase de millonarios y multimillonarios. El objetivo final es hacer irreversible la contrarrevolución de la desigualdad económica y la supremacía blanca. Donald Trump no inventó esta mentalidad, pero es natural para él. Cuando se trata de avaricia, crueldad hacia los “perdedores”, Trump es un triunfador incluso entre los republicanos. Él los inspira hacia logros cada vez mayores en la cruzada hacia una sociedad cada vez más cercana a una sociedad de dos castas: tienen mucho más de lo que nunca podrían necesitar de casta y casi nada de castos. Esta es la utopía republicana y, como todas las utopías, no es totalmente alcanzable. Una casta que no tiene nada no sobreviviría para proporcionar beneficios y comodidad para los que lo tienen todo. Pero un ideal tan retorcido proporciona un horizonte hacia el cual el Partido Republicano puede aspirar y marchar. Y el Partido Republicano ha marchado, cada vez más cerca de su objetivo. Esta elección puede ser la última oportunidad de desviar el arco de la historia, que durante décadas se ha inclinado hacia la injusticia, y situarlo en la dirección correcta. Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal. Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se identifique la fuente original y el autor. Síganos en Facebook, en Twitter @ProgresoHabana y en Telegram

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