LOS ACUERDOS ENTRE OIT , FEDECAMARAS Y GOBIERNO? HONOSR A QUIENES , COMO VLADIMIR ACOSTA, HABLARON DE HIPERLIDERAZGO(Eligio Damas)

Los acuerdos entre OIT, Fedecàmaras y gobierno? Honor a quienes, como Vladimir Acosta, hablaron de hiperliderazgo Eligio Damas Creo que lo dicho en el título incita a un análisis detenido, sensato y juicioso, con el espíritu mismo de quienes se asoman a la política, historia, con seriedad, en gran medida, influidos por las ciencias sociales y en consecuencia buena fe y, de ese resultado o proceder, producir respuestas que sirvan para orientar las luchas por venir. Los valores anteriormente señalados no eluden los intereses de clase de cada individuo, porque los hay, tanto que por ellos existen los conflictos. Y ellos, los intereses de la clase, no son ajenos ni pueden desligarse de las tantas dificultades, conflictos y hasta acciones terroristas que, ciertos grupos, en la Venezuela de hoy, plenamente identificados, ocasionan. Menos de la ferocidad con la que los gobiernos de EEUU, obedientes a la fuerza del capital, han atacado a los venezolanos todos. Es verdad que el salario y la lucha por el mismo demanda la atención y máximo esfuerzo de la clase trabajadora. Como es mentira, lo han demostrado Pascualina Curcio y otros más, lo relativo a las tesis del monetarismo, según la cual es necesario aumentar la producción primero para darle fundamento al aumento de la circulación monetaria y en consecuencia al salario. Pues la economía nunca crecerá si no hay consumidores. Es el monetarismo una manera de ver las cosas al revés que sólo justifica la explotación, el estancamiento y fortalece la contradicción entre quienes acumulan riqueza y padecen de miseria. La abolición de la esclavitud en la etapa capitalista, más que motivada por un acto “humanista y generoso” de la nueva clase en ascenso, se debió a la improductividad del viejo modelo, particularmente por la necesidad de mano de obra en el naciente y mercado de consumidores. El capitalismo crece en la misma medida que aumenta la demanda, pues ella incita a la producción y al crecimiento. Y no habrá demanda si no hay salarios “equilibrados y justos”, si fuese dado hablar de eso. Por algo Abraham Lincoln en su mensaje abolicionista, dijo a quienes fueron “beneficiados” por la medida, palabras más o menos, “vayan a sus nuevos puestos de trabajo y reclamen los mejores beneficios a cambio del mismo”. No era sólo un “acto caritativo de hacer de los esclavos hombres libres”, sino también, quizás fundamentalmente eso, uno determinado para ampliar el mercado de consumo y el crecimiento del modelo. La lógica del capitalismo, ahora en su etapa imperialista, con ese rasgo de diferentes caras y tentáculos, no es sólo la búsqueda de materia prima y mano de obra baratas, sino también de mercados consumidores. Se produce para el mercado; si este no existe no crece economía alguna. Hasta se inventan guerras para que crezca un sector del capital, el que produce armas. Hablando con sensatez, lo acordado entre la OIT, Fedecàmaras y el gobierno, sólo menciono a esos tres porque no tengo la menor duda que la opinión de los trabajadores, como clase, allí no fue escuchada, ni siquiera pronunciada, como todo en la vida, por la dialéctica misma, no es en sí del todo nefasto, contrario al interés nacional y tampoco a quienes venden su fuerza de trabajo. Aunque debo reconocer, sin la menor duda, que Fedecàmaras y la OIT, juegan para el mismo equipo. Dicho así porque el gobierno, pese las opiniones que cualquiera pudiera tener acerca del mismo, tiene una herencia, historia que defender, asì como los reclamos de quienes le creen dentro de una honda u objetivo determinado y distinto al de los antes mencionados. Allí, al parecer, hubo acuerdos, como el del volver a los tiempos de la IV República con la conocida tripartita –empresarios, sindicalistas y gobierno- cuando se trata particularmente de definir las políticas salariales. Lo que sería sin duda un triunfo rotundo de Fedecàmaras y una derrota a lo que dispuso Chávez. Pero lo dispuesto por Chávez, desconocer la tripartita para esos menesteres, dada la bonanza petrolera de entonces, se tradujo “en el dulce mal con el que me estoy muriendo”, como cantase Andrés Eloy. Pues si bien es verdad, la tripartita funcionó como una macolla o contubernio, donde sus integrantes todos, incluyendo la clase sindical, se ponían de acuerdo para negar a los trabajadores lo merecido, por las gestiones llenas de buena fe de Chávez, se dejó en manos del Estado, de hecho un patrón y con las veleidades que le son propias en el capitalismo, para que decidiese en el mismo sentido. Los hechos o conductas del Estado, en materia salarial, de los últimos años, pese las razones que se aleguen, fueron tanto o más negativas que cuando funcionaba la tripartita. Sólo basta pensar en las pensiones, aguinaldos, prestaciones sociales y lo nocivo de convertir lo salarial en “generosos” bonos. Y eso porque el Estado nuestro es un patrón y, sobre todo, un ente inestable que se mueve hacia donde sople el viento, en la dirección que determinen las fuerzas con más capacidad de empuje y “quien tenga más saliva traga más harina”. Las decisiones estatales de los últimos años, en todo y particularmente en materia salarial, han obedecido al interés del pequeño universo gobernante, estando este sometido y acorralado por el inherente a la extrema derecha y el capital externo, representado en los gobiernos de EEUU. Hoy, más que nunca, rindo honores a aquellos hombres claros, previsivos como Vladimir Acosta y José Luis Monederos, que hablaron de lo nocivo del hiperliderazgo y por lo cual fueron cuestionados y hasta apartados. Pues este hiperliderazgo, sin duda lleno de buena fe, emergido de una circunstancia como fortuita, en medio de un universo a favor del cambio, pero fragmentado y hasta enfrentadas sus distintas fracciones, que todavía está vivo, inhibió lo participativo, protagónico y las luchas de los trabajadores que, no sólo se motivan en el aumento salarial sino en muchas más conquistas y cambios. Cuando de esto hablamos, no dejamos de pensar como el proceso de cambio iniciado por Chávez, no sólo se detuvo, por las razones que sean, sino que empezó a reducirse la posibilidad de ampliar su respaldo, sobre todo en la clase trabajadora y, hasta llegó un momento que, al contrario, empezó a reducírsele en todos los espacios. Los herederos de Chávez, han sido beneficiados, no por sus gestiones, sino por una clase política opositora servil ante los intereses foráneos y por demás incapaz de conectarse con el mundo real, tanto que no tiene antecedente en la historia nacional. Lo que ahora acontece, sobre todo ese acuerdo, sólo ahora formalizado, pues viene funcionando desde tiempo atrás, entre Fedecàmaras y el gobierno, significa una derrota a los violentos, partidarios de la invasión y la guerra para destruir el país, desmembrarlo y entregarlo de manera absoluta al capital estadounidense y los fines de la OTAN, los mismos que todavía insisten en pedir más sanciones hasta acabar con el ùltimo pobre que sobre esta tierra quede. Pero si bien la tripartita significa un cambio, la concesión de un derecho a la clase empresarial para la definición de políticas económicas y particularmente salariales, lo que en fin de cuentas no es sino la formalización de lo que ya venía sucediendo, como decir “más de lo mismo”, también debe implicar el derecho de los trabajadores, mediante su auténtica representación, a ser escuchados y tomados en cuenta para lo mismo, pues el hiperliderazgo, demostró no ser lo mejor para los intereses del país todo. La historia no transcurre como uno quiere. Las distintas clases, las dominantes y dominadas, los hombres, luchan por el dominio y de esto se produce una síntesis que pudiera resultar a favor de quienes más aporten y pongan sus fuerzas a favor del cambio que anhelan. Cada quien que porte sus honores o pague sus culpas. Quiero ver lo que ahora acontece como un nuevo escenario. Un momento en el que el mundo se detiene y uno percibe en sus más íntimos detalles, lo revisa, analiza cada indicio y reformula. Las fuerzas deben buscar su acomodo y particularmente, esto es lo que por encima de todo me interesa, los hombres de buena fe y partidarios de un cambio verdadero, que le dé un rumbo promisor al país y contribuyan a la búsqueda de la unidad latinoamericana, se encuentren. Hay mucho espacio para eso. Un momento para que la clase trabajadora se reorganice, reformule sus luchas, abandone el estado de postración y valoración idílica y retome el camino difícil, duro pero el único que puede llevarle al triunfo. Nada le será dado por nadie si no lucha y deja embriagarse en falsos discursos, propuestas ideológicas, que como suelen ser, contrarias a su interés, por narrativas que pudieran distraerle y ponerle a luchar contra sus compañeros de clase y caminantes hacia el mismo destino. Jorge Rodríguez acaba de anunciar un Reglamento para la LOT, lo que de acuerdo a lo que hemos dicho, no sólo debe quedar en manos de la representación parlamentaria, sino que demanda la fuerza y exigencia pertinente de todo el universo de trabajadores, “lo participativo y protagónico”, por sus derechos y en honor a Chávez. Me parece excelente una frase de Javier Biardeau, tanto que hago mìa, “¿quieren un nuevo pacto social? Pues no lo monten sobre el autoritarismo, la injusticia y la extrema desigualdad social.”. El multipolarismo del cual hablamos y demandamos en estos tiempos, debe ser visto como es y no una manera de envenenarnos por el odio o embriagarnos con cantos de sirenas.

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