POR CUBA , VENEZUELA LO QUE DEBE DISCUTIR LA IZQUIERDA (1)

Por Cuba, Venezuela, lo que debe discutir la izquierda (I) Eligio Damas Nota: Tengo un amigo y colega con quien suelo compartir ideas, debatir y solicitar opiniones, de la misma manera que él lo hace conmigo, acerca de los trabajos nuestros. Cuando leyò lo que sigue, me dijo, palabras más o menos, “Me parece que está muy bueno. Le pondría mi firma, pero no lo publicaría, pues ya les veo y oigo calificándote de vendido al imperialismo”. Y agregó “hiere a la hija única de toda la izquierda en América Latina”. Le respondí. “Si lo sé. Eso ya entró en mis análisis. Pero un viejo como yo, de 83 años, nada tiene que perder. Oigo con frecuencia a amigos nuestros que casi esto mismo dicen en privado y leo a muchos que lo dicen de manera evasiva y confusa, como para que cada quien entienda como pueda. Además, no creo herir a nadie, pues tampoco es mi intención, lo que intento es que se desate un debate y cada quien diga con sinceridad lo que piensa. No creo que revisarnos, sincerarnos, haga daño; lo dañino es seguir callando mientras vemos que las cosas no se hacen como se debe y se sigue anclado en el pasado. Daño hacen quienes callan y peor si adulan. Nada voy a perder, pues nunca nada he ganado. No tengo, nunca tuve, no voy a tener prebendas. Además, mi persistente discurso contra la derecha y el imperialismo, mi vida toda, desde mi perspectiva, me son suficientes como escudo moral”. “Por ejemplo, yo les diría a los chinos, por demás orgullosos de lo que han hecho que, sin negar a Mao, por los méritos que tuvo, le pongan a su partido el nombre que mejor les parezca, pues eso de Partido Comunista Chino, no le cuadra. Y no creo que les haría daño alguno.” Dado lo largo de este trabajo, he decidido ponerlo en dos entradas. Quizàs pudiera hacerlo màs soportable al lector. ----------------------------- Es evidente que, en el seno de la izquierda, debido a sus fantasmas, ideas preconcebidas, los convencionalismos y hasta lo religioso, se discute por cosas que no son la esencia del asunto. Lo que fue el GPP venezolano, por lo menos desde su inicio, quedó disuelto y pareciera que, la motivación de ese distanciamiento, hubiese sido que quienes ejercen el control del gobierno no permitieron que sus “aliados” ejerciesen la debida participación en este y no se les tomase en cuenta, por lo menos en momentos cruciales. Quizás, de buena fe y, en una no desacertada percepción, quisieron ser vigilantes y ni siquiera eso se les permitió. El único atisbo o intento de desatar un debate en el seno de la izquierda latinoamericana, porque eso hubiese tenido efectos más allá de nuestras fronteras, fue aquel de los tiempos de Chávez, de cuando aquel grupo de intelectuales, entre quienes estuvieron Vladimir Acosta y José Luis Monedero, llamó la atención acerca de lo que ellos llamaron hiperliderazgo, por lo que recibieron de respuesta el desprecio y el calificativo poco inteligente de “habladores de paja”. Y, los dos, eso pagaron. Aunque se dice que el tiempo y la buena conducta expía los pecados y cura las llagas. Nunca, de los que fueron aliados y los últimos en irse, como el PCV, dejaron constancia de lo que no compartían, salvo lo que ya dijimos. Es con posterioridad, alrededor de disputas surgidas en el seno mismo del Psuv y gente muy ligada a este, sobre todo en materia económica, como el asunto salarial, la Ley Antibloqueo y la de Zonas Económicas Especiales, particularmente promovidas por gente como Luis Britto García, Pascualina Curcio, Bouza y Valdez y últimamente María Alejandra Díaz, cuando se comienzan a explayar algunos aspectos sustanciales de la discrepancia. Por supuesto, debe quedar sobre entendido que, todos aquellos que fingieron hasta lo último, mientras recargaban sus carteras de lo robado, no se incluyen en este análisis. Las diferencias de fondo que pudieran haber y las hay, que no es que “no me toman en cuenta”, hasta ese momento no se ventilaban y todo parecía reducirse al tradicional y anquilosado discurso de la lealtad y deslealtad, fundamentalmente relacionado con las personas y alrededor del uso convencional de la figura de Chávez. Toda la izquierda, dicho así de manera arbitraria, porque es lo que sale a la luz, salvo muy raras excepciones, se ha mantenido demasiado discreta y cuidadosa frente al asunto Cuba, dado que el ensayo de este país, nada novedoso, sino en sintonía con experiencias anteriores, ha formado parte de la cultura y la visión predominante, dado que los cambios, en todos los ámbitos de la sociedad y la cultura, suelen ser discretos y lentos, por distintas razones. Y se sabe que quien se apura se atraganta. Cuba es entonces sólo la víctima de un imperialismo feroz, estimulado muy particularmente por las viejas clases que perdieron sus privilegios en la isla. Allí, y en torno a ese ensayo, no hay nada que discutir, aunque esa discusión pudiera resultarnos provechosa. No hay nada que revisar de lo adoptado del viejo Estado soviético. Los intentos de discutir sobre el modelo cubano que, pareciera inspirar en demasía, salvando las naturales distancias, a la mayoría de la izquierda venezolana, hallan inconvenientes justamente en esto y la disposición de asumir, un asunto tan del mundo real y emergente, como si fuese lo inherente a la iglesia y sus dogmas. El temor a “pecar” y ser estigmatizado de pecador, pareciera inhibir a la aplastante mayoría de la izquierda, ante la demanda de abordar ese asunto y otros más de manera pública. Es por demás frecuente ahora, que uno escuche críticas y observaciones puntuales sobre el modelo cubano, que mucha disposición aquí halla para reproducirse, pero de manera muy privada, cuidadosa, por la inseguridad que produce no haber una elaboración coherente y respetable y el temor que a quienes se manifiesten de manera pública, se les declare pecadores, dado se piensa que el universo al cual sería dirigido ese discurso, todavía no está en disposición de asimilarlo. La sola consigna de leales siempre y traidores nunca, ya bastante atemoriza. De alguien a quien conozco, que viajaba en los buenos tiempos a Cuba con demasiada frecuencia, quien solía decirme en privado “en esa vaina hasta una barbería, con un espejo, peine, tijera y silla, en un local humilde es del Estado y el barbero un empleado de este”, acaba de hacer un enfoque sobre la “realidad” cubana y pasa por alto “esa vaina” que casi me restregaba en la cara, que pese a la nueva ley del “cuentapropismo”, que aquí llaman de “emprendedores”, a falta de grandes planes en función de los intereses colectivos de la clase trabajadora, todavía subsiste. La ley misma relacionada con el “cuentapropismo”, aparte de las observaciones y discrepancias que uno tenga ante ella, fue un tardìo reconocimiento del Estado cubano que algo andaba mal. Y aquel amigo lo percibió “directamente de la vida misma”, mientras uno desde lejos lo contemplaba con asombro. No obstante, adentro y afuera, antes que el Estado cubano hiciese esos acomodos, aquellos errores muy pocos percibían y quienes sí, callaban porque señalarlo era cuadrarse con el imperialismo. En el caso venezolano, por ejemplo, frente a la Ley Antibloqueo y de Zonas Económicas Especiales, ha habido muchas manifestaciones en contra, sin dejar de ser discretas, porque fue Luis Britto, con todo su prestigio y la certeza que difícilmente contra él se desataría la jauría, quien tomó la iniciativa. Por eso mismo, los iniciadores y promotores de esos planes, optaron por desconocer las opiniones de ese importante intelectual y dejar que el asunto se diluyese, por distintos mecanismos. Enfrentarlo directamente les pareció imprudente y hasta una manera de llamar la atención sobre el tema. Mejor era dejarlo en el silencio, mantener las relaciones como venían y conseguir que del otro lado también lo dejasen, dado no se pudo o no quiso conectar más allá. Algo así como “entre bomberos no se pisan las mangueras”.

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