LUIS BRITTO, "CADAVERES INSEPULTOS" O "LOS MUERTOS QUE VOS MATAIS GOZAN DE BUENA SALUD" (Eligio Damas)

Luis Britto, “Cadáveres insepultos” o “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud” Eligio Damas Mañana es el día de los muertos. Hoy es el de los santos. Para unos, los santos están muertos, pero hacen milagros. Para otros la santidad y hasta heroicidad son formas de estar muertos. Quizás por eso, Ali Primera, quien ayer cumplió 80 años, dijo con acierto, “Bolívar no es un santo para prenderle una vela”. Como que, por ser mañana el día de los muertos, Luis Britto escribió “Cadáveres insepultos”. Aunque este calificativo se refiere a muertos que, por allí andan, “vivitos y coleando” y hasta pasado de vivos que, como dijo el escritor antes mencionado, lo usó Betancourt para aplicárselo a un político entonces muy vivo, por lo exitoso y acompañado, pero de quien casi nadie se acuerda, Jòvito Villalba. Suelo comentar los trabajos de Luis Britto y lo hago porque es uno de esos hombres que no habrán de morir, pero en veces, quizás por mi afecto y admiración por alguien que conozco de cerca, pese nunca le he tenido de frente, lo percibo como si se nos quisiera ir, eso me aterra, hasta deprime y quiero amarrarlo. Pudiera él, por eso, matarme antes de tiempo y es temer, siendo yo de quienes, en un momento dado, si habrá de morir y quedar entre los muertos. Él, por su enorme talento, sabe hacerle la guerra a la muerte y es de esos que regresa con bríos cuando uno lo cree sucumbir y…¡unos cuantos rezan e imploran para que eso suceda! Es un verdadero rollo y hasta un misterio, de esos salidos de las sombras de la muerte o de las rendijas de las fosas, el origen de la frase, “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Según, quienes de eso hablan, se la atribuyen a tanta gente como la que quebró o se robó a Monómeros. Pudo haber sido autor de aquella muy nombrada frase, Tirso de Molina, José Zorrilla o Juan Ruiz de Alarcón. La comparación, quizás parezca de mal gusto, sólo es por lo actual, lo numeroso y por resaltar como, a los de la empresa saqueada, les faltó por demás, lo que les sobró a los autores españoles. En fin de cuentas, se habla de muertos que siguen vivos, como don Juan, en “La verdad sospechosa”, de Juan Ruiz de Alarcón, quien según el cuento que Don García echa a Tristán, aquél es muerto y difunto, tanto que Tristán se lamenta y dice en primer momento: ¡Pobre don Juan..! Pero al instante, levanta la cabeza y pregunta a su interlocutor, Don García: “Mas, ¿no es este que viene aquí?” Don Juan no estaba muerto, pese Don García dijo haber dejado sus huesos esparcidos. Pero tampoco “andaba de parranda”. Como es habitual en mí, hoy domingo, he leído a Luis Britto García. Esta vez “Cadáveres insepultos”. Ha dicho allí cosas que se me antojan como majaderías para recordarles a quienes a su alrededor se hacen los muertos, estando vivos, para pasar desapercibidos, seguir como han estado y que nadie les desacomode la cama. Una manera de vivir y asumir la coyuntura como en fin de cuentas, de verdad estuvieran muertos y él mismo, hallar la forma de levantarles las manos y los ánimos, para se percaten que siguen vivos y por ellos mucha gente espera y los quiere despiertos, vivitos y coleando para que “paguen la cuenta”, pues están obligados a dar mucho, para eso están donde se hallan, pese el desconcierto, las cruces, la soledad que crean a su alrededor y la distancia entre ellos y quienes están y quieren seguir estando vivos.. Y dice Britto “Difunto, difunto, quien no da más, o nunca dio nada.” Y agrega, como para que quede todo lo más claro que puede quien quiere dejar constancia que sigue vivo, aunque le crean o mejor quieren muerto, “Quevedo, Darwin, Marx gozan de buena salud y garantizan la nuestra.” https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/cadaveres-insepultos-luis-britto-garcia/ Y habla de muchos muertos, como aquellos que “cambian el nombre de sus lápidas y sus partidos para ver a quién engañan.” ¿De quién en verdad habla Luis Britto? Recuerdo una anécdota referida a Pablo Neruda, a quien una joven se le acercó y le pregunto acerca del sentido de un verso de un poema de aquel poemario “20 poemas de amor y una canción desesperada”. “Maestro”, preguntó la joven, “¿qué quiso decir Ud., en ese verso?” El poeta, cuentan, le miró sonriente y respondió con otra interrogante: “Qué piensas tú sobre lo que ese verso dice? ¿Qué te dice? ¿Te satisface?” La joven sonriente, como haciéndose cómplice del poeta o sintiéndole como tal, le dio su interpretación de manera que se mostraba satisfecha. Al final, el poeta le dijo, “creo que lo te lo cantaste a ti misma mejor que si lo hubiese hecho yo.” Bien quiso Britto, como solíamos decir cuando muchacho, tirar la piedra y esconder la mano o también, como los cumaneses, “tira la chupa y quien la agarre que se quede con ella”. Pues ¿exactamente a quien están dirigidas frases como esta que ya cité de “del partido occiso que quiere arrastrar a su tumba a todo lo que fue su militancia.?” Los muertos vivos y los vivos muertos, lo son por sus acciones, que pudieran incitar al movimiento y a lo grande o la sumisión, que hasta en el cuerpo pétreo, pero con plasticidad y movimiento, como en el arte griego, de las estatuas de mármol se exprese y por majaderías de los poetas. Hay muertos que están tan vivos, tanto como Quevedo, Marx y Darwin, los nombrados por Brito. Uno de ellos es Bolívar, cuya espada todavía camina por América Latina y a quien Pablo Neruda, otro muerto que uno le halla en cada esquina discurriendo, y ha estado todo este tiempo de pandemia entre los manifestantes de Santiago, con los Mapuches, en cada lucha por sus derechos ancestrales, le halló en las calles de Madrid y entre las huestes del 5to. Regimiento y le preguntó: “Padre, ¿eres o no eres?”. “Soy yo”, le respondió Bolívar, “despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo”. Pero también está vivo Chávez. Y lo está mucho. Cuando todos los días se le nombra y por lo que dejó encomendado, escrito e inscrito en la piel de cada uno de los suyos, pero como a quien, quienes le quieren muerto, le rezan para que descanse en paz. Al decir lo anterior, sobre Chávez, yo que no quiero hacerme el muerto, no quisiera pasar desapercibido, pese no tenga méritos ni nada que decir, vuelvo sobre Britto y cito de él esta frase lapidaria, pero no para ponerla sobre la tumba de Chávez, sino de quienes le quisieran muerto: “Del difunto enterrado todos hacen leña. El descrédito de muchos fallecidos viene, no de lo que en vida hicieron, sino de lo que sus seguidores perpetran en su nombre.” ¿Por qué Brito, entre esos muertos que no lo están porque son de esos que nacieron para la vida eterna y viven una vida colectiva, metido en el cuerpo y la cabeza de millones, no mencionó a Bolívar ni Chávez? Pero la frase esa citada de Luis Britto, parece dirigida, sin duda, es más, está referida rigurosamente a Bolívar y Chávez. Britto no quiso “nombrar la soga en la casa del ahorcado” y busco la mejor y más delicada manera de decir un discurso de vivo para alertar a los muertos. Brito sabe bien que esos “son dos muertos que gozan de buena salud”. Pero prefiere como Neruda, al responderle a la joven que le interrogó, que cada quien, como si fuese alumno de Paulo Friere o Simón Rodríguez, busque en la incertidumbre de las tumbas y los cementerios, en los destrozos de la guerra y la angustia del hambre, su propia verdad y escriba sus poemas. El neoliberalismo ahora vende la idea que, el crecimiento de la población, en parte por el aumento de la expectativa de vida, ya la de los 75 años se está quedando atrás, genera el problema de las pensiones. Eso le preocupa sobre manera a una anciana como la señora Lagarde, figura prominente del FMI, quien discurre para que los hombres pobres o los trabajadores no lleguen a viejo para que no reclamen y menos reciban pensiones. Es un discurso de muertos, para muertos y que los muertos que están vivos, repiten y, lo más triste, asumen. Por los muertos que están vivos, esos que “vos matáis, pero gozan de buena salud”, como Marx, Darwin, Quevedo, pero también los que “olvidó” Britto, Bolívar y Chávez, uno tiene que desenterrar el discurso contrario, el de esos muertos que están vivos y caminan entre nosotros, no para amasar fortuna, sino difundir la alegría y reclamar el derecho de quienes el modelo quieren matar y enterrar antes de tiempo. Por esto, quiero destacar este largo párrafo de Britto: “Digamos que de muchacho tuvo un buen momento de idealismo o de decencia antes de enterrar sus esperanzas en la remunerativa cripta del billete. De allí sólo sale tembloroso de rabia a perseguir a quienes no se venden. Se exalta, se sulfura contra quien todavía alienta. Fui como eras, serás como soy, dice en los antiguos pudrideros y en los recetarios ideológicos de la osamenta. Polvo eres, y no llegarás ni a polvareda.” ¿A quién está dirigido ese mensaje? Vuelvo a Cumaná y digo aquello “¡a quien le caiga la chupa que se quede con ella!”. Pero como el lenguaje coloquial en veces apara algunos parece no ser poético o “eso no tiene poesía” y menos peso y trascendencia, recurro de nuevo a la conversación de Neruda con la joven ya aludida. No hay duda que hay una larga, enorme fila de muertos que están vivos y no hay forma de matarlos. Hitler, en sus tiempos de poder, y también Franco en España, quiso hacerlo y en cada esquina hicieron fogatas con los libros. Vaciaron las bibliotecas. En otros tiempos se gritó “abajo la inteligencia y el saber”. Y estos “muertos” que quiso enterrar el fascismo, siguieron poblando la tierra de vivos. Pero hay unos cuantos muertos, Britto les conoce, lo sabe, los estuvo mirando cuando lo que comentamos escribía y les ve a cada momento, que creen estar vivos. Les parece vida esconderse y pasar desapercibidos. El mismo Britto, por momentos, uno le percibe así, se mueve en esa angustia y hace todo lo posible, le ayuda su enorme talento y abundante cultura, para retomar aire fresco y salir en carrera por la pradera, las amplísimas sabanas del llano, las enormes y frías montañas del oeste y las del norte con sus playas al pie. Porque uno mismo, siente la angustia e incertidumbre que producen las rondas de la muerte, pues la soledad, pese uno esté vivo, puede hacernos creer que estamos muertos. Reply Reply All Forward

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