MAFALDA ?Y ESTUM? DE QUINO. IMAGEN TOMADA DE EL JARDIN DE CASICAS(Ciro Bianchi Ross}

Ciro Bianchi Ross To: Cristobal Diaz , Emilio Cueto , GABRIEL VALDES , Manuel Ballagas , Mayra Gómez fariñas and 6 more... Tue, Oct 3 at 9:29 PM http://www.cubaliteraria.cu/erratas/ Erratas Mafalda ¿Y estum?, de Quino. Imagen tomada de El jardín de Cásicas Hace unos veinte años apareció en México la traducción al español de Mátese el pato antes de servir, libro que recoge las erratas que a lo largo de treinta años aparecieron en The New York Times. Sucede que en eso de las erratas, la prensa cubana también ha hecho su aporte. Juan Emilio Friguls, el conocido periodista, ya fallecido, de Radio Reloj, recordaba una del Diario de la Marina. Se hablaba allí, en una nota, de la purísima virgen y escribieron purísima con «t», lo que motivó la paralización de la tirada y la recogida de los ejemplares ya impresos antes de proceder a subsanar la errata. El narrador Alejo Carpentier aludía a otra que es un primor. Apareció en una página de Enrique Fontanills, el cronista social que cobraba a precio de oro aquel rotundo «asistiré» con que quería realzar el anuncio que hacía de cumpleaños, bodas y bautizos de la alta sociedad habanera. Ocurrió en la ocasión en que, en la reseña de un acto social, con el lenguaje propio del medio, escribió que la bella y elegante anfitriona, esposa del muy ilustre y respetado hombre de negocios don Fulano de Tal, nuestro amigo, prodigó su celo entre los invitados… y escribieron celo con «u». El imprescindible de Guillén Yo siempre recuerdo esta de Nicolás Guillén. Allá por los lejanos años 60, el poeta mantenía una columna fija en el periódico Hoy, que aparecía bajo el título de «Crónicas dominicales» y que también se llamó, por etapas, «Motivos» u «Ocios dominicales», aunque no era raro que apareciera cualquier otro día de la semana. Pues bien, Nicolás, como todo cronista a plazo fijo, a veces echaba mano a la copiosa correspondencia que recibía, pues su columna era leidísima, y llenaba su página dando respuestas. Un día, al contestarle a un lector, le dijo: «Cuide un poco más su ortografía», luego de enmendarle todas las palabras con errores ortográficos que advirtió en la misiva recibida, lo que, por supuesto, ofendió a su remitente a quien el poeta en su respuesta identificó con nombre y apellido. Días después trataba el poeta de arreglar las cosas y contentar a su corresponsal: Me limité a poner: «Y ahora, una observación al fraternal amigo P.L.: Cuide un poco más su ortografía. Como si le hubiera dicho cuide un poco más su manera de ver la historia, o su técnica para jugar al ajedrez, o su modo de comer en la mesa… No me pasó por la mente que con ello pudiera ofenderlo, pero si así ha sido o así lo cree mi juvenil amigo y compañero, borrón y cuenta nueva, excusas y satisfacciones, reverencias y disculpas. De verdad». Antes, el autor de «Tengo» expresaba: Yo llevo cuarenta años sentado frente a la maquinita de escribir. Pues bien: cada dia bajo al taller, aquí en Hoy, a corregir personalmente las pruebas de mi artículo, no porque desconfíe de los compañeros correctores, sino porque desconfío de mí mismo, y sé que se me van gazapos y errores y disparates que a veces pesco en el plomo caliente recién salido del linotipo… sin contar que leo y releo mis cuartillas y las repaso una y mil veces y las hago nuevas a fuerza de cambiarlas. Para mí es como presentarme limpio ante la gente, y bañado y aun perfumado, que también me gusta. Lamentablemente, en el tomo IV de Prosa de prisa, falta la primera de las crónicas, y a la segunda, del 20 de febrero de 1963, al ser reproducida (págs. 232-33) le corta el editor la breve frase que da sentido a esta nota y que yo recuerdo de cuando la leí en el periódico. La frase que cerraba el párrafo decía: «Eso es para mí una práctica imprescindible». Y ahí venía lo interesante. Tantos remilgos y recomendaciones, lecturas y relecturas poco valieron al poeta pues la crónica en cuestión apareció con el imprescindible sin «s». Caballo por cabello En mayo de 1936 publicaba José Lezama Lima en la revista habanera Grafos un conjunto de diez y ocho décimas numeradas que llevaban un exordio de San Juan de la Cruz: «En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste». La edición colocó «caballo» por «cabello». Lezama vivía orgulloso de la edición mexicana de Paradiso. No era para menos, estuvo al cuidado de Carlos Monsiváis y de Julio Cortázar. Al mostrarlo a amigos y visitantes exclamaba de manera invariable: «Este es el verdadero Paradiso». Expresaba a Emmanuel Carballo, uno de los editores de Era, en carta de finales de septiembre de 1968: «Todos ustedes han hecho posible que se pueda leer Paradiso sin el sobresalto de las erratas, esos piojos de las palabras, como decía Flaubert…». En carta de 25 de febrero de 1970, dice a Didier Coste, que trabajaba entonces en la traducción francesa de la novela: (…) la edición de Paradiso hecha en La Habana está llena de erratas. Pero la que yo le envié a la casa Seuil, está revisada cuidadosamente por mí. Después, para obviar dificultades, aconsejé que se utilizase la edición mexicana, la de la casa Era, que es, supongo, sobre la cual usted trabaja. Yo creo que dado el cuidado con que se hizo, sus erratas deben ser pocas... ¿Es así realmente? Los que colaboramos con Cintio Vitier en la edición crítica de la gran novela lezamiana, pronto nos percatamos de lo que era cierto: Contando nada más que las que afectan o modifican el sentido del texto, el Paradiso de Ediciones Unión tiene 798 erratas, y el mexicano, 892, y algunas de estas son verdaderos arreglos para homogeneizar o regularizar el texto o resolver problemas de redacción que eran propios de Lezama. En opinión de Vitier, las erratas de Paradiso comenzaron presumiblemente desde el original mecanografiado que Lezama entregó a Ediciones Unión. Luego, la imprenta incorporó otras. Cuando el escritor tuvo en sus manos el libro impreso, con aquella bellísima cubierta de Fayad Jamís, corrigió muchas de ellas, pero solo la tercera parte: 225, casi siempre de menor cuantía. Sucedía que cuando traductores y editores preguntaban a Lezama sobre erratas de bulto que advertían en Paradiso, no respondía o daba respuestas evasivas e insatisfactorias. O explicaba el error como si no lo fuera. En ningún caso se molestó en volver sobre su manuscrito para dilucidar las dudas. Algo queda fuera de toda discusión. Lezama nunca leyó la edición mexicana de Paradiso que tanto celebró. Lo dice explícitamente en la ya citada carta a Didier Coste: «(…) yo no la he leído, pues la revisión de la misma me fatigaría». Estos —y otros tantos ejemplos nacionales y muchísimos universales—, evidencian que el asunto de las erratas bien podría homologarse como reconoció, con acertado buen humor, Alfonso Reyes con «una especie de viciosa flora microbiana» y, aunque no debamos descuidar su «desinfección», también deberíamos reírnos cuando, por azares o descuidos, se nos recuerde la «imperfección» de la obra humana. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/ http://cbianchiross.blogia.com/

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