PRESENCIA DE FELIX SOLONI(Ciro Bianchi Ross)

Aol / Old Mail Ciro Bianchi Ross To: Cristobal Diaz , Emilio Cueto , GABRIEL VALDES , Manuel Ballagas , Maykel Herrera and 4 more... Tue, Sep 19 at 8:59 PM http://www.cubaliteraria.cu/presencia-de-felix-soloni/ Presencia de Félix Soloni Conocí a Félix Soloni en el periódico El Mundo, hace unos 55 años, cuando él terminaba su carrera y yo empezaba la mía. Mantenía entonces en el rotativo de Virtudes y Águila, dirigido por Luis Gómez-Wangüemert, la columna que bajo el rubro de «La vieja Habana», le ganaba desde 1961, el favor y el agradecimiento de los lectores. Nació Soloni en La Habana el 6 de febrero de 1900. Se graduó en 1914 de perito mercantil y se hizo bachiller al año siguiente. Bien pronto se dedicó al periodismo, que es la profesión de los que se quedaron sin profesión. Se inició en el periódico La Jurisprudencia al Día. A partir de ahí sería un periodista infatigable. Además de en El Mundo, trabajó para otras publicaciones habaneras como La Prensa, La Discusión, Mundial, Carteles, Selecta, Bohemia… Fundó en esta capital la revista Noticias, y colaboró en Cine Mundial, de Estados Unidos. Desde 1942 hasta 1959 fue corresponsal en Nueva York del diario cubano El País y trabajó en el Departamento Latino de la International News Service. Regresó a Cuba cuando otros empezaban a marcharse. En una carta de 1943 dirigida al periodista Augusto Ferrer de Couto, del periódico Alerta, escribe el maestro Ernesto Lecuona: «El gran Félix Soloni es una de las figuras más populares de New York. Está ganando un dineral». El periodismo fue solo una de sus facetas. Publicó las novelas Mersé (1926) y Virulilla (1927) y de la primera de ellas hizo el autor, con música de Ernesto Lecuona, una versión para opereta, y para otra opereta del mismo compositor escribió el libreto de Al fin mujer (1928) y también el texto del lied Ave Fénix. Es, además, autor de la novela Zona de vida (1927). Otra de sus narraciones, «La bandolera», llevada a la radio con el título de «Tina Morejón», alcanzó un éxito resonante. Su cuento «La ponina», suerte de copia fotostática de escenas de un solar habanero, es sencillamente antológico. Algunas de sus narraciones pasaron al teatro. La segunda edición de Mersé apareció con prólogo de Enrique José Varona. Riqueza y veracidad Mersé fue su novela más notable. En una de las «Glosas» (agosto 8, 1926) que Jorge Mañach daba a conocer en El País —del que era entonces columnista habitual—, recomendaba a sus lectores que se apresuraran a adquirir dicho título pues «lleva trazas de agotarse la edición y a fe que se lo merece». Precisaba que se trataba de una obra de extraordinario verismo; «cuenta cosas que todos hemos vivido y lo hace con tan sencilla lealtad que, leyéndola en mi gabinete ambulante (el tranvía) yo me he pasado ya seis veces de mi casa». Vuelve sobre la obra en la glosa del día siguiente. Afirma que Mersé es, a pesar de sus defectos, «una de las pocas novelas importantes que se han escrito en Cuba después de Las honradas, de Carrión». Alude de nuevo a la riqueza y veracidad del ambiente que recrea. Dice que Mersé desmentirá a los que atribuyen la falta de una literatura descriptiva en Cuba a nuestra carencia de color local. Leyéndola, uno llega a sorprenderse… de que sean nuestra vida colectiva, nuestras gentes, nuestras costumbres, nuestra habla misma, tan rica en matices propios. La personalidad vernácula se yergue evidente en esta vívida narración que cuenta las emociones y los trabajos de una mulatica —flor de solar— en lucha contra los prejuicios étnicos y los imperativos sociales. Vemos discurrir aquí la vida de cuartería promiscua, heterogénea, hervorosa de sol, de jácara, de comidillas, de espuma de bateas como zona central de la novela… «Sí, Soloni ha hecho, sobre todo, una admirable novela de ambiente, animadísima, llena de color, de calor, de justeza» —asevera Mañach— y reconoce que Soloni escribió Mersé «para un público aliterario, el vasto público medio, que solo juzga a las novelas por su amenidad; y ese público será, precisamente, el que mejor podrá apreciar, por su propia experiencia, el fidelísimo verismo de estas páginas en que se nos da una visión cinética de los más característicos aspectos y sectores de nuestra vida habanera». Hay aún una tercera glosa, el 10 de agosto. Señala que Mersé está escrita con demasiada premura, como que su autor la escribió en cuarenta días. Escrita a brocha gorda, sin ninguna ponderación del lenguaje. Se limitó Soloni a decir lo mucho bueno que tenía que decir, del modo más sencillo. Recalca Mañach: «Si la hubiera escrito en cuarenta semanas, tal vez no tendríamos ese reparo que hacerle. Así y todo, es un triunfador. Su primera novela (pues sospecho que lo es) revela condiciones admirables para el género: temperamento, visión de envergadura, riqueza imaginativa de recursos y —lo que será especialmente grato a la patria— un intenso sentido de cubanidad». La vieja Habana En toda su obra, Félix Soloni se empeñó en rescatar el ambiente cubano. Para El Mundo, en sus últimos años, escribió crónicas muy breves, por lo general, —brevísimas—, imbuidas de la prisa que impone el trabajo periodístico; puro hueso, en las que el autor de manera directa, sin otra apoyatura que la memoria y sin preocuparse a veces de los detalles, abordaba un hecho o un personaje de una Habana para entonces ya desaparecida o que estaba a punto de desaparecer. Pero como Federico Villoch y Ramón Agapito Catalá, Soloni es un memorialista olvidado. Falleció en La Habana el 2 de agosto de 1968. Trabajó hasta el final. Solo la muerte logró arrebatarle la pluma de las manos. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/ http://cbianchiross.blogia.com/

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